Sunflower Bean - Twentytwo In Blue [Crítica]

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5 abril, 2018
Redacción: dod Magazine

Sunflower Bean - Twentytwo In BlueRedacción: Andrea Genovart

Sunflower Bean podrían publicar TwentyTwo In Blue (2018, Lucky Number) bajo otro nombre y casi nadie se hubiese dado cuenta. La segunda publicación del trío neoyorquino no es que sea más madura o fruto de una lógica continuista. Es algo totalmente distinto que, aunque no sea plato de mal gusto, como mínimo te deja estupefacto. Apenas queda rasgo de esas reverbs que les emparentaban con grupos como DIIV, de los coros de Kivlen que tintaban a la modernidad de aires shoegaze de los 90 o de esas melodías indies-entimentaloides que podrían acercarlos a lo armonioso de Real State.

En sus nuevos 11 temas ya no queda nada do son eso. Son puro pop setentero. Es la voz de Blondie saliendo del radiocassette de tu R5 en una escapada de entretiempo. También las camisas de color pastel de cinco tallas más cogida a escondidas de tu padre o vivir con la ilusión del contrareloj de ir a la playa y comerte un helado de dos bolas. Sí, exacto: una fórmula que no se ha inventado nadie pero que ahora todo el mundo no solamente conoce sino que adora rescatar. TwentyTwo In Blue es, pues, la voz femenina llevando el barco, enmarcada con el trío de guitarra, bajo y batería de una forma pacífica. Sencillos que podrían ser, oídos de fondo, los mismos pero nunca llegan a hacerse repetitivos, pues aunque cueste combatir el prejuicio lo sencillo no siempre es sinónimo de poco cualitativo. Y esta vez parte de la culpa la tiene la producción de Jacob Portrait (Unknown Mortal Orchestra).

Pero lejos de la calma que pueda parecer esta nueva corriente que nos ha llegado, sin verlo venir, de la banda, las letras son objeto de reflexión e incluso de crítica social. Bajo la tela de colores alegres se encuentran tres cabezas pensantes y, por ende, decepcionadas. La religión y la política, es decir, el movimiento de masas, es el protagonista en el repertorio del joven trío; Crisis Fest, Human For o Siking Sands son claros ejemplos de ello.

Así pues, aunque se haya echado considerablemente el freno y se rehuya de continuar con un debut de faceta experimental, su segundo LP obedece a un proyecto más que trabajado. Prueba evidente de la consciencia compositiva que se esconde detrás de esta cohesividad musical casi infantil es la nitidez en las voces Kivlen y Cumming, que en I Was Fool se entrelazan y, por fin, en Puppet Strings se encuentran y acaban por ser Una de un modo magistralmente natural. También lo es la faceta más rock de Burn It que guiña a Roxette, la compenetración de la guitarra y batería en Memoria y probablemente la mejor canción de su segundo disco, Oh No, Bye Bye: el tema que sí de verdad nos hace mirar hacia atrás. Y no nos referimos al sonido de hace cuatro décadas sino al de Sunflower Bean del 2016, ese que de repente apareció irradiando con un saber hacer tan propio y prometedor como también lo hicieron Bully, The Big Moon o ahora mismo las riot grrrl Goat Girl. Pero ya nos lo dicen con el título de su nuevo lanzamiento: son tres buenos músicos y amigos de 22 años. Y con esa edad, no existe nada que no pueda perdonarse: la juventud es un constante prueba y error que siempre será incuestionable.

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