Seguramente no serás el único que, tras el estreno de la sexta temporada de Black Mirror, haya decidido revisitar algunas de las piezas previas que esta gran antología de terror distópico y postmoderno lleva una década entregándonos. Y es que si en algo ha demostrado ser ducho el showrunner británico Charlie Brooker es en ser capaz de llevarnos a los planos más terribles y apocalípticos de nuestra consciencia, siempre con esa sospecha presente de que, incluso la idea más perturbadora de su registro, termina siendo terriblemente plausible y verosímil, a juzgar por la forma en la que el mundo actual evoluciona.
La serie responsable de que llevemos desde 2011 mirando con cierto recelo la tecnología y sus respectivos avances cumple ahora seis temporadas plantándonos delante de terrible dicotomías existenciales, dilemas morales y mórbidas escenas de horror psicológico capaces de no dejar indiferente a nadie. Un repertorio de lo más completo donde los mejores episodios de Black Mirror nos demuestran, a modo de caricatura retorcida, los peligros de la dirección que parece haber tomado nuestra evolución humana. A fin de garantizarte un maratón que vuelva a reconectarte con el carismático universo de la genial antología de Netflix, te ofrecemos aquí nuestra particular lista con los diez mejores episodios de Black Mirror.
Las alegóricas reflexiones sobre el bien y el mal son una parte indispensable en el abc de Black Mirror, y muy probablemente White Bear (el segundo episodio de la segunda temporada) sea uno de los mejores episodios de la saga que ponen de manifiesto esta terrorífica dicotomía en el espectador. Victoria Skillane (Lenora Crichlow) despierta con amnesia en un entorno que no es capaz de reconocer; su instinto le lleva a salir a la calle, donde todo el mundo, silencioso y carente de emociones, le graba con un teléfono móvil. Pero desde luego, no será lo peor con lo que se encuentre, pues una horda de individuos enmascarados y armados hará lo posible por darle caza. ¿La razón? Una suerte de tortura con tintes de ajusticiamiento que buscará hacerle pagar por algo que hizo en su pasado.
Con Nosedive, el primer episodio de la tercera temporada, entramos en esa categoría de episodios de Black Mirror que pueden llegar a ser terriblemente verosímiles en los tiempos que corren. Por supuesto, Brooker y los suyos retuercen hasta el extremo los parecidos con la realidad, pero tan pronto como reparamos en la forma en la que Lacie Pound (Bryce Dallas Howard) es capaz de sacrificar cualquier cosa en aras de obtener el reconfortante sabor de la serotonina de la aprobación, comenzaremos a hilar irremediables cabos entre nuestro presente y la ficción, de tal forma que ello despertará en nosotros ciertos diálogos internos que nos obligarán a poner en orden muchos aspectos relacionados con nuestras prioridades y nuestras rutinas digitales.
La tecnología y su en ocasiones cuestionable uso han tenido un impacto irremediable en nuestras relaciones sentimentales y en la forma en la que éstas se conforman. A lo largo del cuarto episodio de la cuarta temporada de Black Mirror, se nos presenta la terrible praxis de qué sucedería si nuestra app de citas nos emparejara con alguien, y al mismo tiempo se nos facilitara la duración exacta (estimada entre horas, días o años) de lo que va a durar nuestra mencionada relación. Tan asfixiante se presenta esta trama, que sus protagonistas, interpretados por Georgina Campbell y Joe Cole, tratarán de luchar contra los algoritmos de un sistema que se sabe infalible a la hora de encontrar nuestro “match” adecuado, con el objetivo de volver a unirse.
Los responsables de Black Mirror no solo son capaces de ponernos el estómago del revés con tramas sofocantemente perturbadoras. También son capaces de emocionarnos a lágrima viva, tal y como demuestran de una forma brillante en San Junipero, el cuarto episodio de la tercera temporada. En él se nos plantea una realidad alternativa ambientada a gusto del consumidor y protagonizada por unas geniales Gugu Mbatha-Raw y Mackenzie Davis, y una banda sonora ochentera y noventera que hará las delicias de los más nostálgicos –especial mención también al trabajo original de Clint Mansell para la misma-. ¿Qué pasaría si pudiéramos vivir realidades paralelas en las que pudiéramos ser quiénes no pudimos ser? Gracias a Black Mirror siempre hay tiempo para las segundas oportunidades y nunca es tarde para encontrar el paraíso.
¿Te imaginas que tu secreto más íntimo saliera a la luz? ¿Qué estarías dispuesto a hacer con el fin de que éste continuase siendo eso, un secreto? Ésta es la premisa original de uno de los capítulos más incómodos que Black Mirror nos ha ofrecido nunca, y es que Shut Up And Dance (el tercer episodio de la tercera temporada) logrará nuevamente ponernos en la piel más humana e imperfecta de unos protagonistas repletos de fallas que pagarán cruelmente el precio de éstas. La ambigüedad moral y la empatía vuelven a ser los pilares de una trama que nos hará debatir sobre el sentido de la vulnerabilidad de la privacidad, el anonimato online, los peligros de la tecnología en nuestras vidas y el cuestionable doble rasero de nuestros actos.
Desde su mismo comienzo, Black Mirror lleva jugando con el alegórico significado de la recompensa y el valor de nuestras acciones dentro de una sociedad obsesionada con el reconocimiento, el éxito y la división de clases en función del mismo. Es curioso como ya en éste, el segundo episodio de su primera temporada, los responsables de la saga fueron capaces de introducirnos de pleno en una tónica que poco a poco se tornaría más constante (tanto en el resto de su narrativa, como en nuestro propio presente), de la mano de una historia que se desarrolla en un futuro donde los individuos viven en celdas pequeñas y están rodeados de pantallas que les bombardean con publicidad y entretenimiento. Su protagonista, interpretado por el célebre Daniel Kaluuya, intentará luchar contra el hastío que le supone estar inmerso en esta forma de vida y poco a poco se convertirá en una figura que representa el descontento.
Para muchos, el reencuentro oficial de Black Mirror con su verdadera esencia narrativa vuelve a darse con Beyond The Sea, el tercer episodio de la recién estrenada sexta temporada. En él somos transportados a una suerte de misión espacial en 1969, donde a miles de kilómetros de la Tierra se encuentran los astronautas Cliff (Aaron Paul) y David (Josh Hartnett). Sin embargo, y tan pronto como ellos lo decidan, sus respectivas consciencias volverán a encontrarse junto a sus esposas y familias, en aras de vivir una vida normal. Un experimento que se torcerá tan pronto como David y su familia sufran un terrible incidente que sumirá a éste en una profunda depresión. Su compañero de escotilla, Cliff, hará lo posible por intentar ayudarle a salir del bache, aunque el remedio termina siendo peor que la enfermedad.
Sorprendentemente, hasta Black Mirror tiene su propio especial de Navidad y no es uno cualquiera. White Christmas, perteneciente a su segunda temporada, es un fabuloso relato dividido en tres actos y protagonizado por nada menos que Jon Hamm. En él, su personaje y el de Rafe Spall dialogan sobre sus idas y venidas mediante flashbacks que nos aproximan a su presente y a la situación de actual desesperanza en la que se encuentran. Un brillante ejercicio de redención personal y balance que nos obliga a mirar en nuestro interior y tomar nota de nuestras decisiones, siempre desde ese plano maquiavélico y casi tortuoso que la serie lanza sobre nosotros con sus respectivos dilemas existenciales.
El sexto y último episodio de la tercera temporada de Black Mirror –ha quedado claro que es nuestra favorita, ¿verdad?,- nos sitúa en un futuro cercano donde los niveles de cyber-bullying y acoso han llegado a sus más altas y terroríficas cuotas. Con la premisa del hashtag #DeathTo, los usuarios de Twitter tendrán en su mano la potestad de decidir quién es la siguiente víctima de un sistema de abejas autómatas asesinas, programadas para cribar el mundo y eliminar a los usuarios más odiados de la citada red social. De nuevo, una prueba de cómo la ética es llevada a los límites y cómo la serie se adentra magistralmente en esos juicios morales que acostumbramos a ver –e incluso a incentivar- de forma diaria en nuestros propios time lines.
Desde su primer episodio, la sexta temporada de Black Mirror comienza demostrándonos que la saga ha vuelto con todo el equipo, y así queda reflejado a través de Joan Is Awful, una exagerada sátira sobre lo que puede sucederte por culpa de aceptar los términos y condiciones de uso sin haberlos leído detenidamente. Esta surrealista trama, encargada de exponer las miserias y vergüenzas de su protagonista (Annie Murphy), cuenta con la participación de Salma Hayek y de un fugaz pero siempre divertido Michael Cera, a lo largo de un capítulo capaz de encontrar la emoción por encima del chascarrillo, y recordarnos, una vez más, la liberación que supone desquitarnos de ciertas cadenas tecnológicas.