Ataviada con su ya clásica camiseta blanca sin estampados y sus jeans azules, Sigrid Solbakk Raabe nos demostró en 2019 que su propuesta rompía los cánones hasta ahora establecidos de lo que entendíamos por una diva del pop al uso. Sin magnificencias, ni fuegos artificiales, la artista noruega se presentaba como una chica cercana, humana, con los pies en la tierra y un debut tan arrollador como fresco como fue aquel “Sucker Punch” (Island Records, 2019). Tres años después en los que la cantante ha capeado con inteligencia y humildad ese torbellino de éxitos que conllevó su primer trabajo, nos presenta su particular manera de renovar sus votos con “How To Let Go” (Island Records, 2022), una evolución en paralelo de ese sonido a caballo entre la estética en tonos pastel del indie y las agitadas y radiantes luces del mainstream.
Para esta ocasión, Sigrid se ha armado de esa sapiencia que le otorga el no ser ya una recién llegada y atreverse a hacer letras con un sentir más colectivo y emocional, sin miedo ni reparos a abrazar temas como la inseguridad, la soledad de vivir girando en carretera o la salud mental. A su vez, la noruega también se ha deshecho de sus fantasmas personales y ha cedido su confianza para comenzar a firmar colaboraciones por vez primera en su carrera, un auténtico signo de cambio que expande sus miras y sitúa a la cantante en una proyección sin límites ni barreras.
Totalmente. Siempre estoy sobre-pensándolo todo, ¡es agotador! Pero, ¿sabes? Creo que es algo que forma parte de la tarea de ser cantautora, el hecho de pensar y analizar las cosas en exceso. Es curioso porque cuando eres artista tienes por un lado la necesidad de expresar tus sentimientos y tus emociones de la forma más cruda y veraz posible, pero por otro lado tienes que salir a escena, actuar y darlo todo, casi como un autómata… En fin, ¡así es la vida! Y en cuanto al álbum, es tal cual lo has dicho. La máxima es sacar a fuera todas esas inseguridades y pequeños traumas que todos acumulamos, por eso creo que es un álbum con el que es fácil identificarse, ya que de alguna forma u otra, todos hemos estado ahí.
Debo decir que me siento bastante orgullosa de haber seguido siendo yo misma en todo momento y haber seguido fiel a mis hobbies y a mi autenticidad. El mío es un trabajo muy extraño, las cosas como son, es raro de la hostia ser una persona pública, ¿no? [risas] Hay hábitos que terminas perdiendo o sustituyendo por otros, como es obvio, pero es normal. Todos renunciamos a ciertas cosas en favor de evolucionar.
Sí, absolutamente. Mi banda sin ir más lejos, siempre que practicamos me ponen en mi sitio [risas]. Otra cosa que me ayudó mucho fue cuando en plena pandemia me mudé de vuelta a casa de mis padres, en Noruega, por dos meses. Aquello fue una cura de humildad total. Pasé de estar girando y de sentirme en lo más alto a que mi madre me pidiera que ordenara mi habitación a gritos desde el piso de abajo [risas].
Supongo que sí, hay veces que miro mis canciones y siento cierto pudor, pero luego lo pienso y digo “al cuerno, tengo que ser yo misma”. En cuanto a las canciones de este álbum, debo decir que estoy muy orgullosa del punto personal e íntimo que éstas han alcanzado. Para empezar, como te decía, siento que hablo de cosas con las que es fácil conectar o darse por aludido, y además, tengo el privilegio de poder expresar todas esas cosas de una forma muy liberadora a través de la música, sin necesidad de nombrar explícitamente a nadie pero soltándolo todo.
Cualquiera es válido, creo que de hecho una cosa muy buena del disco es que puede amoldarse a diferentes contextos. Ante todo espero que de alguna manera mis canciones sirvan para ofrecer cierto confort y calma para aquellos que lo necesiten, pero es cierto que el disco tiene ese punto brillante y enérgico que de primeras te invita a bailar y a darlo todo en el coche o en salón de casa. Luego viene la segunda escucha, cuando prestas más atención a las letras y dices “joder, eso duele…” [risas].
Pues es una canción muy alegre y bailonga a decir verdad, y está muy influida por el hecho de que viera el documental sobre los Bee Gees poco antes de componerla. Pero sobre todo lo que trata es de poner el foco en esos momentos en los que, como artista, echas muchas horas en la carretera, lejos de casa, y en muchas ocasiones estás sola, nostálgica y de mal humor… Pero de repente, en la radio suena ESA canción y tu estado de ánimo cambia radicalmente. Entonces le pides al conductor que suba el volumen al máximo y tu melancolía desaparece al instante. Esa es una de las cosas que más me gustan de la música pop, lo inmediata que es y lo fácil que conecta con las personas, invadiéndolas de buen rollo al instante.
Así es. Me he tomado mi tiempo en abrirme a esa posibilidad, y no me arrepiento. Quiero decir, durante el primer álbum quise tener todo bajo control y sentirme segura de que todo llevara mi sello personal. Era lo que me pedía el cuerpo y no estaba lista para dar ese paso. Si algo he aprendido es que cada cosa tiene su momento y tenemos que escuchar a nuestro yo interior que es el que va a ir marcando los ritmos. En la industria musical todo está pre-escrito para que suceda muy rápido, sin esperas ni alientos, pasa el tren, te subes, y si no, lo has perdido. Eso puede provocar que a muchos artistas jóvenes se les vaya la olla o el asunto de las manos, y en ese sentido estoy bastante contenta por no haber dejado que eso me sucediera y por haber sabido decir que no a ciertas cosas.
Efectivamente… Era solo una cuestión de tiempo que acabara sucediendo, tan solo debía darse la circunstancia y que a mí me apeteciera. Con Griff, por ejemplo, fue muy divertido trabajar para “Head on Fire”. Ella es toda una profesional y me hizo sentir a gusto desde el primer momento. Y con Bring Me The Horizon lo mismo, ya era fan de ellos desde hacía un largo tiempo –y aparentemente ellos también lo eran de mí-, así que cuando coincidí con Olly y Jordan en un festival en Reino Unido la cosa fluyó de inmediato, y concretamos ir al estudio los tres. Y el resultado no puede gustarme más, en serio, perdí la cuenta de cuántas veces llegué a escuchar la demo de “Bad Life”. Es como una mezcla de ambos mundos, lo mejor del suyo y lo mejor del mío. Tiene exactamente el tipo de sonido que quería para este álbum, ya sabes, ese pop-rock de estadio tan empoderador.
Sí y no… No tenía en la cabeza que el disco fuera de ninguna forma en particular, pero sí tenía claro que a pesar de ser un disco de pop, no quería estuviera limitado estilísticamente y busqué que abriera las puertas a todo tipo de sonidos y posibilidades. ¿Quién sabe cómo será el tercer álbum?
Sí... Traté de que abrazara en cierto modo las preocupaciones y la percepción reciente que poco a poco hemos ganado sobre nuestra salud mental y esos problemas que acumulamos sin respuesta. Nuevamente, tiene ese lado reconocible con el que todos van a verse representados de alguna u otra forma, y creo que el mensaje que “Bad Life” lleva dentro es muy inspirador y sanador. Como te decía, escuché muchas veces la demo porque también era una forma de afianzar ese mensaje que quería transmitir y aplicármelo a mí también, especialmente en esas rachas en las que el estrés o la tristeza parecían no cesar. Espero de corazón que a la gente también le llegue de esta misma forma.
Por supuesto… Pero no sé si decirlo, por si lo gafo [risas]. Precisamente ayer estaba pensando en Jacob Collier. O sea, su música es magnífica, ¿no te parece? Es un maldito genio, un mago. Creo que van a emitir en la BBC un documental sobre él, no lo he visto aún, pero tiene pinta de ser maravilloso. La manera en la que habla sobre el sonido y las armonías, la pasión que le pone… Me hace sentir súper feliz, y además me siento muy identificada con esa manera que tiene de percibir la música.
Simple y llanamente, creo que a día de hoy hay que estar muy desubicado para no considerarse feminista. Básicamente, es lo mismo que decir que estás en contra de la igualdad de los derechos entre mujeres y hombres. Es como, no sé, una sorpresa muy desalentadora comprobar que aún queda gente así. Yo soy feminista. Ahí lo dejo.
Algo así, sí. Siempre me he considerado introvertida, más que tímida. Me gusta pasar tiempo con gente, ya que es como una forma de recargar la batería de manera inmediata, pero al mismo tiempo disfruto mucho pasando tiempo conmigo misma. Y en cuanto al miedo escénico, lo llevo muy bien. Cuando era pequeña lo llevaba peor [risas]. Ser artista es como una terapia de choque, en cierto modo. Hay una canción en este álbum, “Risk of Getting Hurt”, que precisamente habla de eso, de abandonar los terrenos seguros y salir ahí fuera, a hacerte daño, pero también a vivir.
Realmente no cambiaría nada de todo lo que he hecho hasta ahora ni cómo lo he hecho. Creo que he ido sorteando las adversidades y los retos lo mejor que he podido, y me lo he pasado muy bien. Así que le diría que pensara menos las cosas y simplemente disfrutase. Y por supuesto, también le recordaría que fuera muy agradecida por todas las cosas maravillosas que van a suceder. Poder dedicarse a la música es un privilegio muy grande y nunca hay que darlo por sentado.
Sigrid estará actuando en España los días 30 de mayo (Barcelona - Razzmatazz) y 7 de julio (Madrid – Mad Cool).