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Entrevista a Comic Sans: "Lo que hacemos nosotros con la música es divertirnos"

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Comic Sans (2022)
Foto: Enrique Novoa

Redacción: Ainara Medina

En realidad, mucha gente desconoce que la gran mayoría de los tornados tienen un centro estable, calmado y despejado donde la presión es infinitamente más baja si se compara con lo que está sucediendo fuera. La velocidad impide ver lo que hay al otro lado, si es que hay otro lado, pero dentro, el núcleo es fuerte y no se desprende. Dentro se puede respirar, se puede gritar y se puede llorar sin caer, sin posibles fracturas.

Comic Sans ha creado la banda sonora para ese momento. ‘Éramos felices y no lo sabíamos’ es el grito de quien ve girar demasiado rápido las cosas a su alrededor y que no sabe muy qué hacer, si unirse al ciclón o no, pero que tiene claro que la luz siempre acaba abriéndose camino. El cuarteto donostiarra presenta un trabajo más reflexivo cantado íntegramente en castellano y que invita a celebrar y a desahogarse (o a desahogarse celebrando) a un público que siente que algo se les está escapando entre los dedos. Hablamos con Endika Galdeano sobre el nuevo LP del grupo  y sobre navegar la vida adulta sin perderse en el caos.

Entrevista a Comic Sans

 

“Éramos felices y no lo sabíamos” es vuestro segundo trabajo dónde parece que soltáis lastre, os desprendéis de ciertas cosas que no podían o no queríais que os siguieran acompañando, ¿cuánto tiene vuestra música de terapéutico tanto para vosotros, como para quien os escuche?

Creo que, sobre todo, las personas que hemos pasado por terapia por diferentes movidas, sabemos lo importante que es hablar las cosas. Da igual si lo haces con una persona o directamente escribiendo en un diario que es algo que hacemos muchos. Entonces, es una forma de contar las cosas, de escribirlas, de expresarlas de una manera. Es muy importante hablar de aquello que nos ha marcado y que queremos sacarnos del pecho describiéndolo y cantándolo e incluso transmitiendo por medio de la música una emoción parecida a lo que nosotros sentimos con eso. Para mí es muy terapéutico, me llena mucho por dentro.

 

Esta vez, habéis optado por cantar íntegramente en castellano que, en términos de accesibilidad, facilita su recepción por el público mayoritario en España, ¿Es indiferente para vosotros el idioma que adoptéis al cantar? ¿O hay alguno en el que os sintáis más cómodos?

Lo más importante es que el que fuera a cantar estuviera cómodo que en este caso es Manza y él ni tiene un inglés muy fluido, ni es vasco parlante. Es verdad que un anterior miembro, al igual que yo, sí que era vasco parlante y cantaba en euskera, pero ahora mismo nos parecía algo difícil cantar en este idioma. Con el inglés nos dimos cuenta de que si no está bien pronunciado y bien trabajado cosa que, además, cantando y tocando un instrumentos puede ser más difícil, se podría limitar a ser un chapoteo de palabras. Nosotros no queríamos eso porque al final parte de nuestra música es también que la gente se sienta identificada con la letra. Entonces vimos que igual cantar en castellano podría ser lo más fácil tanto a la hora de tocar, como de comunicarnos, de comunicar esos sentimientos.

El álbum está compuesto por ocho tracks que no superan los tres minutos salvo la última canción, es como si fuera urgente decir lo que tenéis que decir, soltar el micro y dejar al que escucha reflexionando sobre qué demonios acaba de pasar, ¿Es un poco vuestra intención? ¿Expresar lo que sentís sin demasiado adorno?

Sí, o sea, la cosa es que no somos unas personas que nos andemos por las ramas muchas veces en este tipo de temas. Puede que hablando de música, de videojuegos o series nos podamos emocionar y divagar más, pero se trata de decir, oye, mira, esto es lo que nosotros sentimos, lo que presentamos. Esta es nuestra música. Además, una cosa que hacemos nosotros con la música es divertirnos. Nos gusta mucho tocar cosas, divertirnos tocando, retarnos a nosotros mismos por ese toque "virtuosístico" de todas las melodías. Cuando vemos que una canción nos suena cerrada, decimos, ya está, si no hay que alargarlo, no hay que alargarlo. De por sí ya pensamos que nuestra música está muy cargada y es muy intensa y tiene mucho detalle de por sí dentro, así que meter partes de más compuestas a medio gas para alargar afea un poco la canción según lo vemos nosotros .

 

Algo que sugiere este nuevo trabajo es el paso del tiempo e incluso más que eso, el paso del tiempo mientras uno no se da ni cuenta y para cuando lo hace es o demasiado tarde, o se es demasiado mayor, ¿Cómo de nostálgicos os habéis puesto a la hora de componer las letras?

Eso ha sido más parte de Manza, pero sé que se ha puesto muy nostálgico. Somos personas que, aún siendo jóvenes (porque somos muy jóvenes), nos ha tocado vivir en los veinte la pandemia. Ha sido algo muy duro, sobre todo porque siempre te dicen que los veinte son los mejores años y que vas a disfrutar mucho de ellos. Para nosotros, sin embargo, y yo al menos me identifico con ello, los veinte han sido más bien como esa broma de, joder, estamos en 2023 y sigo pensando que es marzo de 2020. Entonces, yo creo que también hay parte de eso, de sentir como si nos hubieran robado tres años. Luego está esto otro de mirar hacia atrás y ver que no has tenido la oportunidad de hacer todo lo que has querido. El disco es una reivindicación de decir, vale, aunque no haya podido hacerlo antes, la edad no es un impedimento para hacerlo ahora. Hay que estar orgulloso de lo que se ha hecho porque es bastante.

 

El paso de la juventud a la época adulta queda patente en algunos temas como “Canción triste para un asteroide”. donde cerrar la puerta de la habitación parece representar el adiós a ese adolescente soñador y lleno de esperanzas que hemos sido todos, ¿Cómo lleváis eso de ser adultos?

Yo lo llevo fatal porque cumplí dieciocho y a los cuatro meses hubo confinamiento. Fue, en plan, qué es esto. Pasar de los dieciocho a los veintiuno en una pandemia no ha sido fácil, he tenido que aprender muchas cosas muy, muy al trote. Básicamente, es mucho el meme de “la vida adulta no me gusta y además está caro”. Es un poco ese planteamiento de vida.

Esa rapidez de la que hablas se ve además en el ritmo de las guitarras que te propulsan casi hacia adelante, pero al mismo tiempo estáis hablando de cosas que son más nostálgicas, es como si hubiera dos perspectivas que se encuentran de repente, el pasado y el futuro servidos en dos minutos.

Sí, o sea, es parte de lo que yo veo simbolizado. Ya de por sí las dinámicas rítmicas de la música del disco nos gustan mucho, pero también nos gusta hacer offset. Yo siempre digo que es necesario incluso incomodar yendo rápido y luego lento, rápido y lento, que no sea una canción de tres minutos con la que puedas estar cómodo todo el rato, sino que te saque un poco del sitio. A parte, aunque el total haya pasado rápido porque son canciones cortas, para mí simboliza el fijarte en los momentos en los que no todo ha sido tan rápido. Ha habido momentos lentos que se disfrutan, que tienen mucho detalle, mucho mimo, mucha delicadeza y una forma de enfatizar esos pequeños momentos que han significado tanto para nosotros es ralentizando el ritmo.

 

Os proponéis, según he leído, expandir en territorio nacional el midwest emo pero, más allá de esto, ¿Qué encontráis vosotros en el género, qué os sugiere o qué tipo de salida creativa os ofrece?

Yo creo que sobre todo lo que nosotros encontramos es otra forma de expresar unos sentimientos que van más allá de la pura ira y la desesperación que puede haber en otras ramas del emo como en el screamo o en el emo violence. Aquí vemos esa nostalgia, esa melancolía y esa suerte de tristeza con esperanza. Algo así como decir, ahora estoy mal, pero luego echaremos para adelante que es algo que también encontramos en muchos grupos japoneses de los que somos fan. En esos grupos el planteamiento tonal es muy interesante porque siempre pensamos en música triste o en música feliz, pero si te pones a escuchar música japonesa, en realidad, va de ver esa luz al final del túnel. Yo creo que es algo que el midwest emo encuentra bien y que nosotros también queremos transmitir, así que nos valemos de este género para hacerlo. Además de que nos gustan mucho los “pirurirus” en las guitarras. Es algo muy importante del género y que nos flipa como suena.

 

Estáis afincados en Donostia, en el País Vasco, un territorio en el que hasta la pandemia reinaban sin discusión los sonidos punk y rock de los que sí tomáis cosas prestadas, pero desde luego no os parecéis al Rock Radical Vasco, ¿Cómo ha sido la acogida en casa? ¿Os ha sorprendido para bien o para mal?

Hombre, es verdad que al fin y al cabo la escena vasca es más diferente respecto a la estatal. El idioma hace mucho, hay muchas personas que se sienten más cómodas consumiendo música en euskera. Si al final es un idioma en el que te comunicas en casa, en el colegio y con tus amigos, se convierte en tu idioma de comodidad y conozco muchísima gente que si les hablas en castellano tienen más dificultad para hablar. Entonces, para empezar, esto es una barrera grande, pero hay mucha gente abierta. Hemos tocado en muchísimos gaztetxes y en muchísimas movidas autogestionadas por Euskadi y es verdad que igual la gente no venía por nosotros especialmente, pero el trato en los sitios ha sido genial. Muchísima gente ha venido después de los conciertos a decirnos lo mucho que les ha gustado. Creo que, a diferencia de lo que ocurre a nivel estatal donde normalmente el hijo rompe mucho con el padre y esa transmisión musical familiar es un poco más diferente, en Euskadi sí que ha sido más seguido porque los padres han consumido Rock Radical Vasco y los hijos se ven familiarizados con ese género y se identifican igualmente con él. El público, a pesar de todo, ha sido muy agradecido y la verdad que no nos podemos quejar para nada de la escena vasca.

Todo sonido musical nuevo que se introduce en una escena ya delimitada, lo hace en forma de “ruido”, no tanto por no ser armónico, si no por no armonizar con lo mainstream en ese momento, vosotros al ser un grupo emo, ¿Habéis sentido esto, sobre todo al principio? ¿Esta barrera invisible que derribar?

No porque ha sido algo que hemos cogido con bastante carrerilla, no en términos de distancia, pero sí de velocidad. Sacamos el primer disco a toda prisa porque venía la pandemia y se veía lo que iba a pasar, pero en cuanto pudimos empezamos a tocar en distintos sitios como Barcelona y Madrid. Mucha gente de Euskadi que tocaba hardcore emocional, nos escuchaban y nos decían que les molaba y montamos bolos con ellos aunque no se pareciera mucho el sonido. Yo siento que, si ha habido una barrera, se ha derribado bastante fuertemente, casi sin notarlo porque no hemos parado, hemos seguido hacia delante. Algo que hemos hecho mucho también es coger relevancia fuera y luego venir aquí y decir, mira, hay un grupo de Donosti que se ha estado moviendo a nivel estatal, somos este sonido y la gente se empezó a fijar en eso.

 

Para acabar, me gustaría resaltar algo tanto de “Éramos felices y no lo sabíamos”, como de Comic Sans y es que más allá de ser un grupo que toca, sois un grupo de colegas, ponéis la amistad como valor al frente de todo lo que hacéis. ¿Es vuestra música el amigo que todos necesitamos en algún momento?

Yo creo que sí. Para mí un amigo es una persona a la que puedes escuchar, que te escucha y que te puede dar consejos. Igual no es la persona más brillante del mundo, pero sí es aquella que en un momento de debilidad te va a ayudar a pensar las cosas de forma clara y, sobre todo te va a validar. Con nuestra música es encontrar ese espacio de decir, vale, esto es lo que estoy sintiendo y ahora que lo veo desde fuera igual lo entiendo mejor o esto que ellos explican es lo que me pasa a mí, éste es su punto de vista sobre el tema y me es más fácil de comprender así. Creo que se puede notar esto en las canciones. 

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