Hemos escuchado cientos de veces la socorrida historia del músico que decide aislarse en la otra punta del mundo, en aras de recuperar la inspiración perdida o reconectar con su yo personal y profesional tras una experiencia traumática. Lo que hace diferente a la historia de Zach Condon es que la vida útil de su proyecto, tal y como lo conocimos, realmente pendió de un hilo luego de que en 2019 cancelara forzosamente su última gira tras unos problemas de garganta que se agravaron posteriormente. Sin saber si éste sería el fin de Beirut, Condon se aisló en el condado de Hadsel, Noruega; lugar que no solo le ayudó a sanar, sino que le permitió redescubrirse a sí mismo entre sobrecogedores paisajes naturales y teclas de órgano eclesiástico.
En homenaje a dicho territorio del norte de Europa, a sus vecinos, a sus fiordos, y a la inconmensurable belleza de sus auroras boreales, Beirut ha titulado así su nuevo trabajo, Hadsel (Pompeii Records, 2023); un reencuentro consigo mismo, guisado y comido en absoluta y total primera persona como en los viejos tiempos y que hoy su propio responsable nos descubre desde el otro lado de la línea, no sin dejarnos alguna que otra intensa anécdota por el camino.
La verdad es que nada, si te soy sincero. No sabía exactamente dónde quería ir, aunque sí tenía más o menos clara la idea del tipo de lugar en el que quería refugiarme durante aquel tiempo, después te contaré por qué. Mi novia me habló de las Islas Lofoten, que por supuesto son alucinantes, pero tienen un problema grave de turismo masivo, así que definitivamente no era el tipo de ambiente que quería. Necesitaba un sitio más oscuro y aislado, así que decidí irme un poco más al norte, si cabe. Por alguna razón, siempre he relacionado la luz del día con la rutina, con burocracia, con estrés. ¿No te parece lícito? Cuando eres niño, el día implica estrés, ir al colegio, estar de aquí para allá, tus padres de los pelos persiguiéndote para que hagas esto o lo otro… Es cuando cae la noche cuando los ánimos se calman y todos vuelven a estar más serenos, las familias se recogen, y todo se torna más hogareño y tranquilo. Así que me dije, ¿por qué no buscar un sitio que me permita saltarme toda esa parte del día a día y encontrar directamente un lugar donde siempre sea de noche? De hecho, recuerdo ya que para ‘Gallipoli’ les dije a mis compañeros de banda que debíamos de irnos a grabar a algún sitio como Islandia, el norte de Irlanda, o Canadá,… Y ellos directamente me dijeron que había perdido el juicio. No sé, es el rollo que me va. No soy una persona de vacaciones playeras, como salta a la vista. Esos lugares me estresan y me inquietan mucho. Es en lugares más invernales donde me siento realmente en paz conmigo mismo y protegido. Así que sí, quería vivir una experiencia invernal real, de las que dibujaríamos en nuestra mente al pensar en un invierno extremo.
Bueno, es una experiencia que puede volver a cualquier persona loca, no te lo voy a negar. No me salvo de ese total, no creas ahora que soy un vampiro literal [risas]. Si ese fuera mi lugar de residencia durante todo el año, definitivamente acabaría trastornado. Pero de forma temporal y controlada es algo que hago habitualmente y, sí, estoy ya acostumbrado. Creo que comencé a trabajar de esta manera con ‘The Rip Tide’, donde decidí aislarme en una cabaña en las afueras de Nueva York durante seis meses en medio de una gira. Y, francamente, en lugar de sentirme solo o deprimido, encontré una paz única. Son momentos que me tomó a modo de ‘break’ personal en mi rutina, pero por supuesto hay que saber encontrarles el equilibrio.
Era algo que necesitaba hacer, sí. La pandemia me lo puso fácil también, aunque en mi cabeza ya tenía claro que éste iba a ser un álbum muy individualista desde el principio. 2019 fue un año descorazonador para mí, tras la cancelación de la gira y todos los conciertos que forzadamente tuvimos que tumbar. No solo por el hecho de tener que decepcionar a todos esos seguidores que habían comprado entradas para vernos, sino por tener a mi cargo a doce músicos a los que, de la noche a la mañana, tenía que decirles que se volvieran a sus casas porque el tour quedaba cancelado. Todos ellos tomaban vuelos de 10 horas para poder llegar a los conciertos y pasaron meses ensayando, y de repente, un resfriado se transforma en una infección de garganta y literalmente tienes que decirle a todo el mundo que se acabó, que regresen a sus casas. Es devastador. Supongo que sabrás que esto ocurrió en Madrid, ¿no?
Es lo más horrible y frustrante que le puede suceder a un artista. Llegó un punto en el que no me veía con fuerzas de volver a pasar por esto nunca más y solo de pensar en la decepción que le había supuesto a cientos de asistentes me revolvía por dentro. Esta experiencia se instaló en mi cabeza con mucha fuerza, así que decidí que en adelante no arrastraría conmigo a más gente en ninguno de mis proyectos. Trabajaría por mi cuenta y solo, porque definitivamente no merecía la pena causarle confusión y estrés a nadie más con mis problemas. No es que en el pasado co-escribiera mis discos junto a nadie más, Beirut siempre ha sido un proyecto muy individual. Pero sí que es cierto que en otro momento de mi carrera habría dicho “oh, vamos a contar con este tipo que toca la percusión infinitamente mejor de lo que yo lo haría en cien vidas”. Ahora no me sentía con fuerzas de hacer eso. Lo haría yo mismo, quedara como quedara.
Exacto, es una consecuencia directa de haber decidido hacer las cosas por mi cuenta. Hay instrumentos con los que tengo capacidades certificadas y otros con los que directamente estoy perdido, no te voy a engañar. Si te soy sincero, no soy un gran percusionista. Me puedo defender, pero definitivamente no tengo un talento extraordinario para ello. Así que para poder acompañarme y obtener la sección rítmica de una manera nueva e interesante decidí recurrir a estas cajas de ritmo que ves detrás de mí [señala sus espaldas, donde vemos una pared con varios sintetizadores modulares]. Y de hecho, así es como solía hacer música cuando era adolescente, a decir verdad. Tenía como unos órganos que venían equipados con cajas de ritmos, y tenían como ese sonido realmente electroacústico del que me enamoré desde que era muy joven. Ten en cuenta que crecí en Estados Unidos durante una época en la que la música se resumía en bandas con baterías, bajos y guitarras, y prácticamente todo lo que sonaba a mi alrededor era así, así que todo aquello terminó sabiéndome insípido. Los sintetizadores, en cambio, me ofrecían la oportunidad de explorar un campo de posibilidades sonoras mucho más extensas, y ya en 'Gallipoli' comencé a usarlos con más presencia en mi música actual, así que se sintió bastante natural incorporarlos a este nuevo disco. Literalmente, te puedes tirar horas y horas sacando y metiendo cables de un sinte, completamente absorto y en trance con los sonidos que consigues, hasta darte cuenta de que se te ha pasado el día, no has comido y hasta probablemente apestes [risas].
Oh, bueno, no hay un significado demasiado secreto ni personal detrás de esa canción. Ese día es el primer día del año en el que ves el sol en Hadsel por primera vez desde noviembre, luego de vivir casi a oscuras durante tantas semanas. Es tan solo un momento, de apenas 5 minutos, donde ves el sol aparecer y ponerse entre dos picos. El resto del día vives con esa luz como de ocaso, no tanto como una noche cerrada, sino como un anochecer continúo, ya sabes. Así que, definitivamente, ese día es muy especial en el calendario para muchos de lo que allí viven.
Sí, Oddvar. Vaya un personaje característico éste. Nos hicimos muy amigos. Ya sabes, los noruegos no son amistosos de primeras, pero si te los consigues ganar, se tornan personas muy cariñosas. La cosa es que encontré un órgano muy raro y antiguo en Noruega. Escribí al propietario y le pregunté si funcionaba y si estaba afinado, porque a menudo estos viejos instrumentos terminan siendo más un mueble de decoración que otra cosa. Mis vecinos me pusieron en contacto con éste, que resultó ser un coleccionista de órganos antiguos. Los reparaba y los coleccionaba, y tenía la casa llena. De repente se sintió como la clase de persona que necesitaba conocer. Resultó que tocaba el órgano en la iglesia del pueblo, y allí nos conocimos. Automáticamente nos llevamos muy bien, y guardo muy buen recuerdo de mi tiempo con él y su familia, era un tipo divertidísimo y dulce. El típico vecino que aparece en tu casa con un pez recién pescado ofreciéndotelo para cenar, como en las películas.
Siempre he encontrado muy interesante que ciertos artistas intenten hacer eso con su música, aunque también he visto que muchos de ellos cometían el habitual error de querer imponer su visión del lugar descrito a través de su trabajo, como única perspectiva del mismo, apoyándose en su creencia y sin importarles demasiado si el resto la entiende o no, ¿me explico? Tengo este problema con muchos artistas actuales, donde prácticamente todos emplean su música como una constante herramienta de su auto-presentación al mundo, limitando los significados de su obra al oyente final. Si haces eso, corres el riesgo de perder la atención del oyente, por egocéntrico. En mi caso, trato de presentar música que tenga múltiples lecturas y que permita que cada oyente logre dibujar su visión del lugar descrito en su cabeza. Creo que una de las virtudes con las que he sido bendecido es, precisamente, mi habilidad para no escribir ni componer desde la primera persona, logrando así que la vida útil de mi música sea quizás más impersonal, pero también más duradera en el tiempo y el espacio.
Girar se ha vuelto para mí una odisea para la que no tengo respuestas a corto plazo. Después de 17 años girando, he vivido experiencias muy duras. En algunas de ellas, he terminado incluso hospitalizado. En otras, como mi primerísima gira, directamente acabé sufriendo un brote psicótico que me dejó inactivo durante meses, sin saber ni quién era ni dónde estaba. Sucedió en Inglaterra y de ahí me moví inmediatamente hasta Nuevo México, a refugiarme en casa de mis padres durante varios meses. Literalmente no podía ni vestirme por mí mismo, ni salir de casa. Desde entonces afronté las giras de una forma muy insana, echando mano de ansiolíticos, barbitúricos y bebida. Pero en 2019 no, para entonces estaba completamente limpio y precisamente fue esa la razón por la que no pude continuar girando, porque no tenía ninguno de esos recursos que me protegiera y me ayudara a seguir tirando hacia adelante. Respondiendo a tu pregunta, sí, mi intención es comenzar a enmendar el gran parón de conciertos que llevo arrastrando. Pero desde luego, será muy poco a poco. Tengo pensado realizar este año algunos conciertos íntimos aquí, en Berlín, y poco más. Quizás en un futuro haga algo grande, una vez al año por Europa o algo así. Desgraciadamente, es lo máximo que puedo prometer ahora mismo.