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EELS - The Deconstruction [Crítica]

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EELS - The Deconstruction

Redacción: Andrea Genovart

La vuelta de Eels ha sido su vuelta. No por esperada - este regreso no era más esperado que el resto -, sino porque ha dejado de lado su faceta más experimental de los últimos años que habíamos visto con Wonderful, Glorious (2013) y The Cautionary Tales Of Mark Oliver Everett (2014); aunque nunca fue mala, se agradece que haya ese sonido tan Beautiful Freak (1996) que nos cautivó por primera vez sin costarle nada.

The Deconstruction (2018, Pias Recordings) es, como indica su título, la reafirmación de aquello que todos ya sabemos de Mark Oliver: ese consejo, antes que reivindicación, de subir la cuesta por mucho que cueste. Eels, además de ser un sonido fresco yankee, es en el fondo reflexionar sobre la no linealidad vital, lo inesperado y el azar; también el valor de la constancia, la perseverancia y la identidad. Conceptos clave que no solo explican la historia, tan sorprendente y trágica, del artista y compositor; sobre ellos se construye su trayectoria musical: a su lado giran múltiples proyectos artísticos que son síntoma de insistir en un éxito sin buen augurio, un pensamiento existencialista de relieve que reconduce lo trágico con un moderado mensaje optimista.

Aquí y en su música, todo ello se traduce en el contraste inherente de sus canciones: melodías bonitas y pacíficas que abrazan un contenido duro y demoledor. The Deconstruction es pues, siguiendo con la linealidad de la personalidad de Mr. E., la deconstrucción de lo ajeno, necesaria para la edificación de aquello que uno tiene en la cabeza y persigue hacer tangible. Con las propias manos. Algo que realmente no es nuevo en su duodécimo LP, si no que es marca en todo aquello que toca. Eso sí: no se trata de un canto metafórico de color arcoiris sino mero acto de supervivencia tomada con un humor nómada ante el reconocimiento de que, al fin, el mundo que siempre ha estado girando siempre será una mierda.

The Deconstruction es un disco de 15 canciones de retorno pero todas de poca duración: excepto la primera, de título homónimo con el disco, y Rusty Papes, no las hay que sobrepasen los cuatro minutos. No obstante, son temas cortos pero sumamente trabajado donde su voz tan peculiarmente rasgada, grave, se erige presumidamente, más todavía que en algunos de sus anteriores discos. Su desplome, aunque sea en la gran cantidad de ecos que podemos encontrar, no es exclusivo ni para sí: los arreglos que la envuelven son pieza clave, aunque cabe reconocer que esta vez los constantes arreglos de cuerda pueden llegar a ser excesivos. El violín y las guitarras participan en casi todas las canciones como aportaciones preciocistas tan delicadas que son las que se encargan de marcar la diferencia y hacen que la canción deje de ser una canción más. Deconstruction es ejemplo perfecto de ello, con unos toques de funk.

El Ying y el Yang dibujan la forma de este nuevo resurgir. Por un lado, existe el sonido más clásico de la banda con las guitarras distorsionadas y sonido garagero en temas como You Are The Shining Light o con el optimismo rebosante de Today Is The Day. Probablemente ésta última sea la canción más Eels de Deconstruction, de ritmos poppys y bailables, sumamente parecida a Fresh Feeling (Souljacker, 2001) y a My Beloved Monster (Beautiful Freak, 1996).

En el otro lado y conviviendo con estas raíces tan vislumbradas desde lejos, topamos con The Epifany, que marca la diferencia respecto a sus compañeras: recreación atmosférica sin apenas caja de ritmos ni batería, donde Everett se encuentra a solas con el violín, medio hablando, medio cantando; cabe mencionar entonces la balada apocalíptica de Sweet Acorched Earth, de una introducción solemne de piano. Dos temas que llaman la atención enseguida y que, antes que acaben, hacen que te veas atrapado en una evasión necesaria e inevitable en la que desaparece toda racionalidad y admites que ahora sí, Eels ha vuelto a ganar el pulso ante la duda de si es posible conservar, durante más de 20 años, lo inexplicablemente irreductible que justifica ese seguirle la pista a toda costa.

En la misma línea se encuentran There I Said It y Premonition, que bien podría ser el padre de It's A Motherfucker (Daisies Of Galaxy, 2000). Este contraste brutal de estas canciones, probablemente las mejores, es el que está presente en todo el disco: baladas muy lentas, casi sin apenas instrumentos y muy suspendidas en el tiempo, frente a melodías optimistas y noventeras de cielo azul despejado. No obstante, cabe mojarse y decir que la balanza está ligeramente del lado del paso menos apresurado.

Un buen regreso. Y bueno por fácil. Porque cuando un grupo es bueno, sabe hacerlo. Sin que le cueste demasiado: es cosa de talento. Deconstruction es eso: quince temas que se se suceden rodados, sin impaciencia, sin recreaciones. Simplemente, va sólo. Con los necesarios y justos interludios de The Quandary, Coming Back y Archie Goodnight. Una antítesis indispensable y reconfortante que recuerda a la genialidad de ese Eels primerizo, quizá ahora más relajado, pero que siempre es un placer, y sobre todo alegría, de escuchar.

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