Un año más, regresamos al Primavera Sound de Barcelona con la sensación de que, pase lo que pase, el festival siempre estará a la altura. Un festival mágico, que ayer nos dio la opción de disfrutar de grandes figuras de la música como Björk, CHVRCHES, Nick Cave & The Bad Seeds o nuestras queridas Warpaint.
Para ser honestos, el festival comenzó para nosotros con el clásico picoteo que nos permitió afinar la maquinaria física que debe soportar un evento, muy exigente por cierto, de estas magnitudes. Por un lado, le dimos al producto nacional con las chicas de Hinds presentando I Don't Run en un escenario, el SEAT, que previsiblemente podría resultar un pelín grande para una propuesta tan gargarea como la de las madrileñas.
La visita nos dio para unos cuatro temas que, aunque sonaron ciertamente irregulares, forman parte del espíritu Hinds. Creo que nadie ha etiquetado nunca a esta banda como adalides de la virtuosidad, así que lo imperfecto del sonido garage, combinado con buenas melodías y desparpajo a borbotones, puede ser una mezcla realmente aceptable. Y oye, que si no gusta, hay más que paladear.
Después de dar una vuelta por el extenso recinto festivalero y recargar las pilas con el correoso rock de Ezra Furman, todo un animal encima del escenario que aprovechó para presentar su último álbum Transgelic Exodus, nos dirigimos hacia 'mordor' para pillar un buen sitio de cara al concierto de Warpaint.
El show de Warpaint fue un claro ejemplo de esa típica frase que dice: 'fueron de menos a más'. Sí, les costó despegar y ajustar su sonido un par de temas (ojo al petardo cuándo petó uno de sus altavoces), pero la dupla inicial de Intro y Keep It Healthy, justo el mismo comienzo de su excepcional disco homónimo de 2015, fue simplemente genial para cimentar la atmósfera dream pop en la que se desarrollaría el resto del concierto.
Esa mezcla de delicadísimo pop-rock onírico empasta a la perfección con la propia personalidad del cuarteto de Los Ángeles, que ayer parecía fundirse con su propio sonido al interpretar temas como Disco//Very o esa delicatessen titulada Billie Holiday, que raramente tocan en directo salida de su EP debut Exquisite Corpse.
Con un publico encantado con y por la propia banda, las amigas de Warpaint también dejaron espacio para presentar alguna de las canciones de su último disco, Heads Up (2017), e hicieron bailar al personal con New Song. Un concierto maravilloso.
Justo después de Warpaint y sin tener que andar más de 100 metros, Adam Granduciel nos esperaba con los brazos abiertos para comenzar junto con The War On Drugs. Uno de los conciertos más esperados de la noche, sobre todo teniendo en cuenta la brutal calidad de sus dos últimos trabajos, que lamentablemente no consiguió llegar a las cotas esperadas.
El show comenzó con dos canciones de indiscutible gancho como In Chains y Pain, dos joyas de rock clásico americano capaz de arrugar el corazón del más duro. No obstante, aunque en papel la cosa parecía clara, el directo de la formación norteamericana no pareció cuajar del todo entre los asistentes, que quizá por una falta de volumen y aún más por una falta de interés decidieron quedarse fuera del universo propuesto por Granduciel. Ni la maravillosa Red Eyes consiguió levantar un concierto más que correcto y fascinante técnicamente (son virtuosos, si), pero que no brilló en la parte más ligada al entretenimiento. Y claro, en un macro-festival, las dos son igualmente importantes.
Vaya por delante que el que escribe estas líneas no es un hardcore fan de Björk. Ni de lejos, vaya. Nunca he seguido de cerca la carrera de la artista islandesa, pero aún así... picoteando con prudencia lo mejor de sus primeros años y sus dos últimos discos, perderse un show como el de Björk sería imperdonable, creo yo. Sobre todo, cuándo es evidente la calidad que atesora toda su carrera.
Björk desplegó sobre el escenario SEAT un universo tan personal que va más allá de lo propiamente musical. Un espectáculo al alcance de muy pocos artistas, que consigue atrapar al asistente a base de una escenificación extravagante, unos visuales espectaculares y una voz que resulta única en la escena internacional.
Desde el primer momento, con esos primeros acordes de naturaleza y pájaros, Björk te hace partícipe de su ideario 'Utópico'. Y es que no es que te atrape solamente gracias a un sonido impecable o las siete flautistas de Viibra, desde que abre con Arisen my Senses, para continuar con The Gate o Blissing Me, te encuentras a ti mismo explorando un nuevo mundo en el que quedarte boquiabierto es prácticamente imposible. Es como si un escenario urbano como el Parc del Fórum se hubiera convertido de repente, en un selvático lugar lleno de húmeda y frondosa vegetación, tan esquiva como enigmática.
Un show de tales características es mentalmente exigente, no puedes pedir que cualquiera que pase por allí visite la Utopia de Björk sin escepticismo o si un atisbo de rendirse al aburrimiento. Puede pasar, claro. No obstante, los que han seguido su carrera desde los inicios, aquellos que se han visto atrapados por sus discos más recientes o incluso los más respetuosamente curiosos como el aquí presente, disfrutamos de un espectáculo musical irrepetible.
El show estuvo tremendamente basado en Utopia, pero también se pudieron escuchar clásicos con solera como Human Behavior, Isobel o Wanderlust.
Un despiporre.
Seguidamente, Nick Cave & the Bad Seeds iniciaron un camino sin retorno a la oscuridad en forma de rock. Con una planta como la de pocos, Nick y su banda deleitaron al personal con un potentísimo directo, crudo y desgarrador, que comenzó con Jesus Alone de su último disco Skeleton Tree.
Comenzar por el final no supuso un problema para ir desgranando sus hits más conocidos como Red Righ Hand, From Here to Eternity, Come into My Sleep o Distant Sky. Un show emocionante con silencios, pausas y tensión contenida, que finalmente se expandían hacia finales apoteósicos gracias a una banda de lujo con Warren Ellis como segundo de abordo.
Y ojo a la parte final del concierto con una numerosa horda de seguidores acompañando a Nick Cave encima el escenario. Pocos músicos son capaces de transmitir tanto en directo como el australiano. Eso es así.
Por último, fin de fiesta con CHVRCHES y la 'riquiña' de Lauren Mayberry. Y es que después de tanta intensidad y oscuridad, qué bien entró un poquito pop infinitamente más facilón como el del trío (ahora cuarteto gracias a un componente extra a la batería) de Glasgow.
CHVRCHES llegaban con un nuevo disco bajo el brazo, Love Is Dead, y lo presentaron con merecía. No obstante, lo retaron con los temas más destacados y bailables de sus dos discos anteriores. Botamos y bailamos con canciones como Leave a Trace, The Mother We Share, Recover y un gran final protagonizado por Clearest Blue. Los escoceses lo hacen muy bien y la figura de Mayberry es un activo difícil de encontrar en la escena 'indie' actual. En algunos conciertos únicamente hay que pensar en pasárselo bien, tranquilamente. Es bien.
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