Redacción: Felipe Martínez
Pocos pueden presumir de un anecdotario como el de Michel Camilo; seguramente se cuenten con los dedos de una mano aquellas personas a las que el mismo Dave Brubeck haya tachado de locos alguna vez. El pasado jueves pudimos asistir a una clase magistral de piano a cargo de Michel Camilo en el Festival Internacional de Jazz de Madrid. Alejado del multitudinario formato en el que se suele presentar el latin jazz sobre el escenario, el músico dominicano puso en pie a toda la Sala Guirau del Fernán Gómez a solas con su piano.
Después de más de treinta años de actividad y con casi una treintena de trabajos publicados, Michel Camilo es uno de los mayores estandartes del jazz latino. Es de sobra conocido por su maestría. Capaz de hacer solamente con dos manos lo que puede hacer una banda entera, se presentó frente a un auditorio sin un solo asiento vacío únicamente con un piano de cola en el centro del escenario. Entre las canciones elegidas hubo grandes temas de su repertorio, así como algunos de los cortes más conocidos de la historia del jazz.
Simpático y dicharachero, se mostró continuamente agradecido con el público y también dedicó distintos momentos a compartir anécdotas e impresiones con la gente, como la nombrada anteriormente, cuando Dave Brubeck le llamó loco por contarle que estaba intentando versionar su famosa versión de Take Five intentando integrar todos los instrumentos solamente en su piano. Aquello le llevó años de esfuerzo, pero el resultado que provoca entre el público se lo pueden imaginar. Fue la primera gran ovación de la noche en el auditorio.
Antes de ello, comenzó la actuación ofreciendo algunas piezas también integradas en su álbum What’s Up? que ocupó la mayor parte del repertorio de la noche. El corte de marcado aire caribeño Island Beat fue el elegido para comenzar la noche antes de proseguir con una versión de The Frim Fram Sauce, el clásico tema de Joe Ricardelli y que dio a conocer Nat King Cole. Su capacidad para estirar y encoger las melodías a placer mediante sus dos manos moviéndose de forma totalmente independiente sobre el piano es sobrecogedora a veces, sobre todo cuando dota a su música de una tremenda intensidad para luego amagar varias veces con volver de nuevo al estribillo antes de hacerlo definitivamente.
Antes de desaparecer unos breves instantes con todo el auditorio aplaudiendo en pie, nos regaló una versión de Sandra’s Serenade, la pieza que compuso para su mujer el pasado San Valentín. A su vuelta, dejó interpretaciones para el recuerdo de dos grandes temas del jazz latino, como Paprika y Manteca. Al despedirse, la sala entera se volvió a poner en pie para despedir a uno de los grandes músicos de la historia del jazz en lo que ha sido una de las mejores actuaciones de este JAZZMADRID18.