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Crónica: Low Festival 2023 (28, 29 y 30 de julio)

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Interpol (Low Festival, 2023)
Foto: Rafa Galán

A pesar de que sus horarios fueran mediterráneamente incompatibles con el aguante de la senectud indie, que sus cabezas de cartel nos resultaran redundantemente familiares y que el calor levantino se cobrase su respectiva cuota de asfixiante protagonismo (más de uno se vuelve a casa con agujetas en el brazo tras 72 horas abanicándose ininterrumpidamente), los días 28, 29 y 30 de julio acudimos a Benidorm para darnos cita un año más con el Low Festival, un encuentro ineludible e imprescindible para esta casa desde su origen, y que así seguirá siéndolo hasta que el cuerpo y las canas nos lo permitan. Como ya es canon, el festival volvió a clavar su bandera en la Ciudad Deportiva Guillermo Amor de Benidorm, a fin de ofrecer a sus asistentes la oportunidad de disfrutar de nombres de gran calado internacional (Interpol, Bombay Bicycle Club, Placebo, GusGus, The Vaccines, Django Django), tótems del indie nacional (Vetusta Morla, Lori Meyers, Viva Suecia, Second, Xoel López, Iván Ferreiro) y artistas de nuevo cuño, prestos y dispuestos a atraer a un público revitalizado y movido por ritmos frescos y jóvenes que carecen de etiquetas y de límites (Natalia Lacunza, Queralt Lahoz, Trashi, La Élite, Ralphi Choo, Pipiolas, Judeline).

Un relevo generacional que está a las puertas de producirse oficial y rotundamente, a juzgar por la desacelerada y descafeinada entrega de unos y el arrojo y portento de otros. Mientras tanto, la organización continúa tratando de asegurarse la asistencia del lower histórico, ya bien sea a partir de recursos habituales en su programa de mano o con DJs que, como decía la canción, te pueden salvar la vida en según qué momentos de la noche. Aprovechamos pues para aplaudir el acertado surtido de selectores que un año más tomaron las riendas del Escenario Ellesse y que nos dieron la posibilidad de bailar en los momentos de la jornada en los que más falta nos hacía: la veteranía de Maadraassoo dándonos la bienvenida al recinto, el desparpajo de Coolnenas (Kimberley Tell, María Grep y Dani Costas) sorteando la zapatilla y la electrónica trash a golpe de coreografía, la alegría en vida de Ángel Carmona, firmando un set irremediablemente emocionante por razones obvias (con su inesperada despedida de las mañanas de Radio3 aún fresca en nuestras memorias), el exotismo discotequero de Yuksek poniendo patas arriba la madrugada del sábado, o la nostalgia mamarracha y sin prejuicios del gran Putochinomaricón.

Sobre el papel, la que el Low Festival tenía preparada para su edición de 2023 se sentía como una propuesta de extenso abanico, con la evidente intención de cubrir una demografía festivalera cada vez más amplia y heterogénea. A ello, la organización tuvo la feliz idea de añadirle un plus de misterio a su primera jornada, marcada por la sombra de un llamado “secret show” programado para las 3:20 de la madrugada (¿es que nadie piensa en los niños?), el cual terminó saldándose con sabores acibarados entre el expectante respetable, tras revelarse que la sorpresa era la re-interpretación en vivo de los éxitos de Daft Punk de la mano del colectivo Robot Rock Alive. La gracia de este tipo de gestos, tan habituales en festivales, es sorprender de verdad y dejar con el culo torcido al asistente medio –y de hecho, seguro que durante unos minutos, más de uno flipó-, pero mucho nos tememos que la aparición de estos robots no fue ni por asomo lo más esperado ni deseado por muchos. A pesar de ello, los Thomas y Guy-Manuel del trolleo capearon el temporal desde el Escenario MINI como pudieron, tirando de una puesta en escena llamativa y de un repertorio de clásicos ante los que, obviamente, era imposible resistirse. No negaremos que los grupos tributo son un bajón importante, pero seguramente los protagonistas de éste habrían gozado de una acogida mucho menos agridulce si su nombre hubiera estado confirmado desde un principio y no hubieran sido víctimas de un overpromise tan escandaloso.

Con todo, la organización volvió a hacernos entrega de una triple jornada en la que, como ya es costumbre en el circuito festivalero actual, ni todo es oro ni todo es desastre. Tuvieron sus meteduras (un retraso considerable en la apertura de puertas el primer día y con el público al sol, o las ya clásicas colas kilométricas para hacer cualquier cosa), pero también sus aciertos (sí, estamos pensando en ese par de gigantescos ventiladores colocados en las esquinas del Escenario MINI y que terminaron convertidos en los verdaderos cabezas de cartel del evento). Y aunque por su programación, vista en perspectiva, pueda sentirse como una edición de transición, la realidad es que el resultado final de la cita se traduce exitosamente con la asistencia de más de 24.000 personas, un sold out colgado en su jornada de sábado y en tres días de diversión que un año más han convertido la terreta en la capital de un ocio distinto al que habitualmente impera en esta localidad. Solo por eso, larga vida al Low Festival.

 

Confeti de Odio

Atraídos por su bajonismo entrañable (y porque era el único punto en todo el festival donde podíamos encontrar una sombra a las 20:00h de la tarde, no lo negaremos), terminamos dando con Confeti de Odio, el proyecto paralelo y en solitario de Lucas Vidaur (Axolotes Mexicanos), quien a través de sus letras y de su puesta en escena a tres, fue capaz de dibujar sobre nuestras recién acreditadas conciencias una serie de relatos oscuros, románticos y masoquistas, sacados de su novedoso Hijos del Divorcio (Sonido Muchacho, 2022), de tan contundente y atractiva pegada. Sentirse identificado con la poesía de Vidaur fue dolorosamente fácil, pero la misma supuso el fue perfecto para coger fuerzas durante los primeros compases del festival, atestiguando con ello la versatilidad natural de este artista, que tan pronto fue capaz de cantar por la memoria de Eduardo Benavente, como de corroborar que el auto-tune es el nuevo punk.

Natalia Lacunza

Natalia es legión y así lo demuestra en escena, con su carácter empoderador y su renovada imagen, equipada y reforzada ahora por la confianza que le ofrece su ilustre banda (la Tiny Band, que de tiny tiene poco y así lo confirman siendo todo un all-star de nombres que elevan la propuesta de esta joven pamplonica a otro nivel). La presentación de su Tiene Que Ser Para Mí (2022) rápidamente se convirtió en una fiesta de comunidad, sororidad, afecto, buen rollo y amistad, con la artista manejando a su antojo las emociones de los asistentes (del autoanálisis pretérito de No Me Querías Tanto al éxtasis hyperpopero de Todo Va A Cambiar), conjugándose como una de las propuestas más completas de su generación y demostrando a los más incrédulos que su pasado catódico no le resta en absoluto la más mínima credibilidad.

Natalia Lacunza (Low Festival, 2023)
Foto: Rafa Galán

GusGus

Lo que hicieron en la primera jornada del festival los islandeses Daníel Ágúst Haraldsson y Birgir Þórarinsson tuvo un mérito enorme. Sin contar con una base de seguidores estable en nuestro país ni un registro de hits reconocibles al uso, los miembros de GusGus nos plantaron uno de los mejores directos del festival, demostrándonos que la veteranía no está reñida con la zapatilla. Los bafles vibraban con una intensidad insana, asediados por los bajos y graves que la dupla nórdica lanzaba sobre nosotros en las inmediaciones del Escenario MINI, convirtiendo éste en el verdadero punto del recinto donde imperaba el ritmo, la vitalidad y la luz. Un ejercicio del todo rentable en cuanto a calidad-precio con el que asegurarse la entrega total de un público ávido de alternativas propias al karaoke indie de turno.

Interpol

El histórico hacer de Paul Banks y compañía habla por sí mismo y rara vez se equivoca. Su elegancia, presta a maravillarnos desde el primer acorde, se cobró un arranque estelar, donde temas clásicos de su registro (Untitled, Obstacle 1, Narc, C'mere, Evil) sirvieron como recordatorio de la vigencia de Interpol, aun soportando sobre sus hombros las más de dos décadas que lleva viva su trayectoria. Con su español habitual, fruto de su conocido vínculo y respeto por la cultura hispana, Banks introducía los diferentes bailes entre las distintas épocas de la banda (un poquito de Antics, otro poquito de El Pintor, y un muchito de Turn On The Bright Lights), sin hacer prisioneros y dando en el clavo de aquello que justamente el público demandaba (de ahí que, sorpresivamente, la banda no terminara ejecutando ninguna canción de su nuevo The Other Side of Make-Believe, publicado el pasado 2022). Lo que sí hicieron fue cerrar su set por todo lo alto con la dupla PDA y Slow Hands, regalándole al respetable el correspondiente viaje en el tiempo que tantísimo anhelaban.

Judeline

Lara Fernández, la artista andaluza que se esconde tras el pseudónimo de Judeline, lleva ondeando la bandera de joven promesa sobre las caras de la prensa especializada durante los últimos meses, y ahora podemos confirmar, con acuse de recibo, que no es para menos. No caeremos en la evidente tentación de comparar su propuesta con la de otras de sus contemporáneas ni hablar de manidos relevos, pero es más que visible y patente que sus ritmos sincopados, su autotune romántico, su capacidad para aunar tradición y vanguardia o su habilidad para prescindir de etiquetas que constriñan su hacer (del bedroom pop al flamenco, del pop urbano al reggaetón, y tiro porque me toca) son síntomas de una continuidad generacional que ha venido para quedarse. Con orgullo y chulería, la de Caños de Meca dibujó himnos potenciales sobre el Escenario Elfbar (EN EL CIELO), bajo la atenta promesa de que el año próximo estará de vuelta, con más presencia y espacio. Ni actitud ni talento le faltan, así que no nos extrañaría nada haber atestiguado el nacimiento de una estrella.

Chill Chicos

Como muestra evidente de la ambición que su generación lleva por bandera, el trío murciano Chill Chicos nos demuestra en apenas tres canciones no estar dispuestos a encasillarse en una única etiqueta, y a razón de ello, tenemos la sensación de estar viendo diferentes bandas en una misma a medida que ésta transita por los cortes más populares de su joven pero prometedora propuesta (que si un poco de post-punk, que si otro poco de hyper-pop, que si una dosis grande de verbeneo canalla). Sucumbidos por las cadencias más latinas y urbanas de los mismos, los asistentes comenzaron a llenar tímida y progresivamente las inmediaciones del Escenario Elfbar, hasta terminar formando parte de una comunidad que cerciora que Javi Aguilar, Salva Cucart y Pascual García también pueden ser los más guapos de Benidorm si se lo proponen. Conscientes de que esa es la arista de su registro más valorada por el respetable, la banda sacó brillo a su lado más comercial con temas como BANDIDO SUFRIDOR o PANTERA, pero dejando en el aire una muy prometedora línea underground en su sonido que, a título personal, deseamos que exploren más a fondo en ese hipotético LE CHILL 2 que nos han prometido.

Iván Ferreiro

No por ser un habitual del circuito íbamos a perdernos la oportunidad de comprobar cómo se las ingeniaría el bueno de Iván Ferreiro a la hora de presentarnos formalmente los temas pertenecientes a su reciente Trinchera Pop (2023). Antes incluso de que sonara el primer acorde, su veteranía y su naturaleza entrañable nos aseguraban de alguna forma que éste ya había dado con la clave idónea para maridar con éxito las distintas etapas de su ya longeva trayectoria, y en efecto, Ferreiro nos demostró un enorme salto madurativo en su puesta en escena, ahora integrada por botoncitos, loops e instrumentales extensos que entroncan con la electrónica más aséptica y la psicodelia más sintética. Renovarse o morir, un cuento que más de uno de su quinta debería aplicarse y con que el gallego ha sabido resucitar a lo largo del presente año, creando una nueva persona en escena que acoge de forma brillante tanto el ayer (El Equilibrio es Imposible, El Pensamiento Circular, Años 80) como el hoy (La Humanidad y la Tierra, En las Trincheras de la Cultura Pop), y construye sobre las tablas una nave espacial de luz reflexiva en la que nada malo puede ocurrirnos.

Iván Ferreiro (Low Festival, 2023)
Foto: Rafa Galán

Placebo

Placebo venían recientemente de firmar una emocionante dedicatoria a la desaparecida Sinéad O’Connor en Las Noches del Botánico y de cabrear a la derecha italiana por sus comentarios contra el gobierno de Meloni, así que, evidentemente, el regreso de Brian Molko y cía a las tablas del Low Festival se aguardaba con enorme expectación. Al contrario de lo que citábamos unos párrafos más arriba sobre Interpol, Molko y los suyos (auto-identificados como una banda europea y no británica, que conste) no tuvieron la misma necesidad de recalar en el pasado de forma tan excesiva, y así quedó patente por un arranque total y enteramente dedicado a las partes más festivas de su más reciente trabajo (Forever Chemicals, Beautiful James, Hugz), alternado, muy puntualmente, con tramos que miraban de soslayo a su pasado más reciente (Happy Birthday in the Sky, Scene of the Crime) y a su pasado más remoto (Bionic, Too Many Friends). Superados los tres cuartos de concierto, muchos nos preguntábamos dónde estaban los hits, aparentemente reservados con cuentagotas y entregados de forma gradual a lo largo del último tramo de su actuación (de carrerilla y a última hora, compensaron la sucesión previa de temas menos evidentes con el trío Song to Say Goodbye, The Bitter End e Infra-red). Acertados o no con la elección de su setlist (ya os decimos que nosotros echamos de menos muchos otros temas pretéritos que ya parecen sentenciados en el registro de Molko), Placebo supieron ser ellos mismos, creando una atmósfera intensa, oscura y sensual sobre los asistentes, y mostrando a estos su cara más actual, sin miedo y con confianza en su trabajo presente.

Queralt Lahoz

Si a la responsabilidad de abrir por todo lo alto la última jornada del festival le sumas una batalla silenciosa pero encarnizada contra el sol abrasador de Levante, todo parecía estar en contra para la pobre Queralt Lahoz. No obstante, esta catalana de origen granadino demostró tener callo en lo que a defenderse en las situaciones menos favorables se refiere, pues a pesar de la coyuntura ésta logró salir airosa cuanto menos, gracias a una pasmosa naturalidad y a una cercanía que la mantuvo próxima a los valientes asistentes que se jugaron la lipotimia. En su propuesta no hay ni trampa ni cartón, solo un talento que nubla el juicio y una habilidad exquisita para bailar entre géneros, con el flamenco como base y con un torrente de voz capaz de helar la sangre. De un hip-hop con tintes mozárabes a un rock progresivo más Morentiano (Con Miedo A Ti), Queralt se abrió sin trucos ante nosotros, revelándose con humanidad y piel como una persona comprometida, capaz de hablarnos sobre memoria histórica, sobre sus raíces, sobre libertades, y hasta compartir con su público los resquicios de un pasado tóxico (No Me Salves). Ni la tarea ni las herramientas jugaban a favor, pero cuando se tiene duende ya pueden venir tormentas si se quiere, que Queralt sobrevive.

La Paloma

Con el público ya caliente tras la previa realizada por Cora Yako (aprovechamos para mencionar lo mucho que nos fliparon estos y manifestar nuestro deseo de que el Low Festival continúe apostando por este tipo de bandas, que a título personal, creemos que llevan por bandera el verdadero ADN del festival y entregan lo que el lower medio demanda), los chicos de La Paloma sobrevolaron con rapidez pero efectividad las tablas del Escenario Elfbar, a fin de demostrarnos la sorprendente inmediatez con la que sus canciones han terminado convirtiéndose en himnos dentro de la muchachada indie y  cómo su imparable ascendencia está sirviendo de espejo para tantos otros proyectos de su quinta. La currada presentación de Todavía No (La Castanya, 2023), bien trabajada a lo largo y ancho de nuestra geografía en el último año, les ha servido para cobrarse una buena colección de adeptos intergeneracionales que bien saben que los de Bravo Murillo lo tienen todo para triunfar y que no tienen que explicarnos lo que ha pasado para que entendamos que su próxima vez por Benidorm no será sobre un escenario pequeño.

Bombay Bicycle Club

A pesar de la jerarquía de nombres expuesta en el programa de mano, muchos temíamos que la banda de Jack Steadman no cumpliría con la expectante responsabilidad de encabezar un festival (y menos cuando sus competidores en franja horaria eran el emocionante cierre de Deluxe, el posterior comienzo de Vetusta Morla y la irrenunciable hora de cenar). Sin embargo, y llámennos tremendistas y exagerados si así lo desean, Bombay Bicycle Club firmaron contra todo pronóstico uno de los mejores bolos del Low Festival 2023. Puro buen rollo desde el minuto uno, arrancando con Eat, Sleep, Wake (Nothing But You), recuperando Feel en su setlist, o presentándonos las primeras joyas de su inminente nuevo álbum (My Big Day, Diving), sin faltar, por supuesto, las clásicas (Shuffle, Lights Out, Words Gone, Ivy & Gold, Luna, Always Like This). Sopas con ondas y un cierre de bocas magistral a partir de un repertorio riquísimo en pelotazos que no cesaban y que rascaban la enraizada pared nostálgica del indie de la pasada década que vio crecer el festival desde sus cimientos. Aprovechemos este tipo de conciertos cuando pasen por nuestras ciudades, porque el tiempo y la evolución les han puesto fecha de caducidad.

 

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