Foto: David Moya
Corría 1998 cuando unos jóvenes de Granada, que ya habían empezado a crear fans y detractores a su paso con los dos primeros discos, viajaban a Nueva York para embarcarse en la grabación de Una Semana en el Motor de Un Autobús. Un disco que probablemente jamás se imaginarían que marcaría un antes y un después en su historia, en la historia de la música española y que se convertiría en la voz de toda una generación. Pero así es, le pese a quien le pese, a la historia pasan los que marcan un antes y un después. Y, obviamente, Los Planetas lo hicieron.
26 años han pasado ya de todo aquello, pero parece que fue ayer. Y parece que fue ayer porque el disco sigue vigente y no es raro que en toda conversación musical que se precie y en la que se tiene verdadero conocimiento de la materia, siempre se mencione.
Anoche y casi un año después de que ocurriera de forma exclusiva, Los Planetas llegaban acompañados por la Orquesta de mujeres de Madrid y el Coro Maestro Barbieri para ofrecer un concierto único enmarcado dentro del ciclo que nos ofrecen Las Noches del Botánico. Un ciclo en el que no se quedan en esforzarse con propuestas diferentes e intentan siempre ir un pasito más allá y luchan conciertos únicos.
Con bastante retraso, pero bastante entendible ante la cantidad de gente que tenía que haber sobre el escenario, aparecían los protagonistas de la noche: Los Planetas. Más alegre de lo habitual, Jota nos daba la bienvenida y nos invitaba a acompañarles en un viaje galáctico a través de Una Semana en el Motor de Un Autobús. El propósito estaba claro, tratar de emocionar a los asistentes interpretando de principio a fin el álbum, en un orden riguroso y acorde a la grabación.
Como no podía ser de otra forma, la noche arrancaba con Segundo Premio, quizás el tema que más expectantes nos tenía, ya que es conocido por un ritmo de batería potente y que anoche pasó a un segundo plano tocado por Eric. Eso sí, una preciosidad que dejó claro que allí habíamos ido a que se nos pusieran los pelos de punta.
Una velada en la que nos dejaron claro que si te esfuerzas puedes desaparecer. Una noche llena de himnos en las que las letras nos hablan de derrota, según las malas lenguas, la derrota de Florent frente a las drogas. Sus visitas a las farmacias del espacio, sus recaídas justificadas en aniversarios, sus rezos para no volver jamás y, sobre todo, su voluntad por resolver el problema pero sin resultado, porque después de todo, eso no estaba tan mal.
Fundidos en aplausos terminaban con ese himno solemne que es La Copa De Europa. Porque ese es el verdadero premio, vencer a nuestros monstruos, sean cuales sean. Y por si hubiera alguna duda, anoche en Madrid vencimos a todos: porque seremos cientos por cada uno de los vuestros. Que os quede claro.
