Redacción: Cristina López Pérez
Más de 100 ediciones en 35 ciudades del mundo y el festival barcelonés Sónar, de música avanzada y arte multimedia, aún no se había celebrado en ninguna capital europea de la península ibérica. (Madrid, ¿pa’ cuándo?). En la nueva sede de Lisboa, prepararon este pasado fin de semana una intensa ruta del bacalao entre 4 recintos repartidos por la ciudad. Más de 70 shows en un menú basado en la experimentación electrónica y la diversidad de procedencias y géneros (no solo musicales), con poca presencia de artistas de nuestro lado de la frontera peninsular. Y es que Sónar, más que mirarse el ombligo, siempre ha preferido ejercer de embajador de nuestra cultura alimentando y agitando la escena local de cada nuevo destino. Es su receta de éxito y ya teníamos ganas de probar a qué sabe Sónar Lisboa. Bom proveito.
Para abrir boca, el jueves y el viernes durante el día catamos unos petiscos de aperitivo en el recinto industrial del Hub Criativo do Beato. La música ambient predominó en los platos y en las sonorizaciones envolventes de las instalaciones artísticas del Sónar+D. Entre las más digeribles, la de Alessandro Cortini, músico habitual de gira y de estudio de Nine Inch Nails, cuya habitual predilección por lo industrial se esparció por 4 salas de máquinas ahumadas con atmósfera inquietante y sonido más bien ghostiano.
El menorquín Marco Mezquida dejó muy alto nuestro pabellón con ‘Piano +AI’, en que sus sublimes improvisaciones al piano son reinterpretadas por una inteligencia artificial, que crea paisajes sonoros sintetizados en tiempo real. La interacción, que en otras manos podría resultar insulsa, es pura delicatessen.
De las dos opciones a elegir de la carta del viernes noche, nos decantamos por la que tenía mayor gusto por el directo. En el delicioso Pavilhao Carlos López, apareció el virtuoso bajista Thundercat vestido como si fuera a matar a Bill para cocinar un show no siempre bailable pero sólido, en el que sedujo sobre todo cuando se puso el traje funk de Nil Rodgers o el soul de Marvin Gaye. Le siguió el dj set de la portuguesa Nídia, que, a las puertas del domingo de ramos, nos hizo sentir más bien que estábamos celebrando el Mardi Gras. Ritmos carnavalescos para aumentar la temperatura de cocción en la sala y ampliar el espectro electrónico con géneros de origen africano. Quien lleva tiempo transgrediendo toda idea de género es Arca, cuyo dj set, inevitablemente, nos supo a poco, sobre todo comparado con el live show irresistible que vertió en el escenario lynchiano del último Sónar Barcelona. Un ramo de rosas blancas lanzado al público fue el ingrediente más performático de una actuación poco picante, pero agitada con un batido de hits apabullante.
Con regusto agridulce, decidimos mudarnos a saborear un clásico que nunca falla, un dj que corta el bacalao a escala mundial: Richie Hawtin. A 4 manos con el madrileño afincado en Berlín Héctor Oaks, convirtieron el recinto ferial de Lisboa en un hervidero, con una propuesta audiovisual atronadora de pepinazos tecno salpicados con brillante iluminación azul-roja (que no grana).
El sábado pasamos el Sónar Día en el único escenario exterior del festival. Un poco de verde siempre se agradece y, en medio del parque, engullimos sin remordimiento un mezclum de djs portugueses que aportaron frescura y ligereza. Para acabar, añadió ternura la británica India Jordan con una sesión que, quizás no permaneció demasiado en el cuerpo, pero nos sentó de lujo.
Era hora de texturas más consistentes, así que nos escapamos a aspirar un soplo de aire denso del portugués Dust Devices. No es un trago especialmente fácil, pero es la banda sonora de un futuro apocalíptico, que ejemplifica a la perfección la clarividencia del Sónar. Lástima del contexto, un espacio industrial oscuro y asfixiante hubiera combinado mejor con este live que la gran pista prácticamente vacía del recinto ferial.
Rematamos la noche en el único lugar que aún no hemos pisado, el Coliseu dos Recreios, un edificio de finales del siglo XIX con un arma de doble filo: hay gradas donde quedarse frito. Parte del público lo hizo durante la actuación de la francesa rRoxymore, que despachó un techno introvertido y sutil, no apto para estómagos hambrientos de caña. Quizás era un caramelo envenenado programarla entre una dj más comercial y un apagafuegos como Floating Points, que despertó al público aletargado justo a tiempo para el fin de fiesta.
Quedaba el domingo pero nos sentíamos llenos y, sabiendo que los portugueses son un poco pastelosos, valoramos saltarnos los postres. I - lusos. Cuando llegamos, nos olió raro que el escenario exterior estuviera tan helado. Y es que la cremita estaba dentro. Los portugueses Moullinex y Xinobi rellenaron su sesión back to back con bailable aroma nostálgico a cierre y dejaron al público a punto de caramelo para el último directo del festival, el del dúo francés Polo & Pan. En su primera actuación en Lisboa, agasajaron al público y exprimieron su jugo más veraniego y naïf. Chanson française con sabores electrónicos de otras latitudes en una tarta multicolor que celebró la fiesta mestiza que ha sido Sónar Lisboa. Quizás en grandes raciones resultan empalagosos, pero nos dejamos llevar por el lado infantil y nos relamimos con nuestro placer culpable. Con un chupito de la ardiente Jayda G y el cóctel de ritmos de club de los hermanos Overmono DJ regresamos a la vida adulta para brindar una última vez por esta primera edición lisboeta, que no la última. Ya se han anunciado fechas para Sónar Lisboa 2023: será entre el 31 de marzo y el 2 de abril. Mientras tanto, obrigada Sónar por este sabroso menú, repetimos pronto en Barcelona.
