Crónica: IDLES en Madrid, sala Cool Stage (29-11-2018)

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30 noviembre, 2018
Redacción: dod Magazine

IDLES (2018)

Redacción: Jose Verdu

Nadie se esperaba que la llegada de uno de los grupos de punk del momento a Madrid iba a ser como finalmente fue. IDLES llegaron a la capital con una gran expectación y con dos sold out y un cambio de sala con mayor aforo para demostrar esa afirmación, pero también con un retraso de una hora en su actuación y, lo más doloroso, con la cancelación del concierto de JOHN, el dúo de Crystal Palace que les acompaña en esta gira.

El cuarteto punk de Bristol llegó a la madrileña Sala Cool para ofrecer un directo que no deja indiferente a nadie, al igual que su último trabajo, Joy is an Act of Resistance (agosto 2018), que ya ha dado la vuelta al mundo a pesar de su corta edad. Llevan desde 2011 editando EP, maquetas y anteriormente un largo, Brutalism (2017), pero en esta corta e intensa trayectoria ya se han hecho notar mucho en Europa. Y es que su directo es uno de esos que no te quieres perder por nada del mundo.

Y así fue para tanta gente que esperó durante horas a las afueras de la sala para, más tarde, poder entrar para disfrutar de la energía de IDLES, que comenzó pasadas las 21:40 de la noche madrileña. Como no podía ser de otra forma -porque lo llevan haciendo así en sus últimos conciertos-, Jon y Adam, batería y bajo respectivamente, fueron los encargados de abrir la lata con Colossus, primer corte con el que se encendieron las luces y la máquina echó a rodar.

Seguro había quien se no se creía que eso, finalmente, estuviera pasando, y más después de todas las dudas que se podían haber desatado sobre el concierto a las puertas de la sala. Tras la primera canción, poco tardó el público en venirse arriba con las siguientes Never Fight a Man With a Perm y Mother. Al terminar esas canciones no hacía falta decir mucho más, ni siquiera disculparse. Así, Joe, el frontman de la formación británica hizo un simple pero contundente alegato antes de pronunciar los primeros versos de esa canción dedicada a las mujeres trabajadoras. Y lo hizo en un raro spanglish que por lo menos pudimos entender: “I’m a feminista” (sic).

Con Faith in the City, I’m Scum y Danny Nedelko, la fiesta continuó. Como para no hacerlo. IDLES es de esos grupos que descarga toda su energía desde el principio. Y como decimos, que no deja indiferente a nadie. Tampoco lo hicieron con estas canciones en las que el público se vino aún más arriba, algo que de forma natural fue contagiado a Mark, guitarrista, que decidió por un momento tirarse al público y erigirse en un lado de la sala para cantar y seguir agitando al público, como ya lo llevaban haciendo desde el primer acorde.

Después llegaron Divide & Conquer, 1049 Gotho y otro de los temazos de la noche: Samaritans. Joe, el cantante, no paraba de dar las buenas noches al público y, entre canción y canción esbozaba algún pequeño alegato. Pero no dejaba tiempo para mucho más. Sus poses, su voz y la rabia que demuestra, también forman parte de la esencia que se ha creado alrededor de este grupo, que ya había alcanzado el ecuador de su actuación con estas canciones.

Y el público sudaba y sudaba. Los bailes, pogos, gritos y demás se sucedían. Como para no hacerlo. Las canciones pasaban rápidas, pero no porque fueran cortas, sino porque en conciertos con tanta intensidad lo único que quieres, a veces, es que no termine. Que siga una canción, y después otra, y otra… Así llegó otro de los que se pueden considerar himnos -si es que alguno no lo es- de IDLES, y el alegato a amarse a sí mismo que rodea a Television, donde no se podía dejar de gritar ese sugerente “fuck TV” que retumba en esta canción tan pegadiza. Tras esas ganas que entraron de reventar el televisor, bajo y batería empezaron a marcar el ritmo de la pegajosa Great, más rápida, más bailable y que sin duda también hizo que la sala se viniera arriba, una y otra vez con ese G.R.E.A.T. deletreado y tan animado.

Pulgares arriba. Todo bien. Menos el Brexit. Así empezó la reivindicación más política de la noche, por parte de Joe. No les gusta a los de Bristol tener que aguantar toda la situación que se vive en su país, y eso lo demostró el frontman antes de comenzar una canción de amor. Por eso pidió, precisamente, más amor y además que la gente coreara “fuck Brexit” en repetidas ocasiones. Love Song no suena a romanticismo, ni de lejos, aunque la letra hable de lo mucho que se pueda amar en este mundo con tanto “amor moderno”. Así, Mark -guitarrista- volvió otra vez a dejarse llevar por el público en White Privilege, y a sumergirse entre ellos. No es que fuera el más fiestero, que lo era, pero se le vio desde el primer momento con muchas ganas de disfrutar del concierto, como lo hicieron todos, tal y como se podía ver.

Entre gritos y coros, llegó otra canción que también animó a la gente. Gram Rock, del último disco, una canción que lo mismo te habla de la muerte del abuelo como del quiddich de Harry Potter, fue uno de los temas que ya iba vislumbrando, poco a poco, el final del concierto que, eso sí, llegaría lento, con toda la calma que puede otorgar un grupo de punk. Así llegaba la minimalista pero potente Benzocaine, que fue cantada con muchas ganas y, primeramente, de espaldas al público por unos instantes, por el frontman. Cual balada triste dedicada al bote de anfetaminas que perece en la mesita de noche, encadenaron los gritos de “Oh Benzocaine” con la primera y única versión que dejaron escuchar en todo el concierto: Cry To Me, de Solomon Burke. Pero claro, llevada al terreno de IDLES.

El recital llegaba a su fin, y ellos ya iban avisando de ello, sin parar de agradecer y sin bajar la exigencia ni un segundo. El concierto había sido potente y divertido, en su línea. La gente de Madrid y alrededores tenía muchas ganas de ver a los de Bristol en concierto, puesto que esta era la primera vez que lo hacían. Y por eso los que estábamos allí no queríamos que acabara. Queríamos que siguieran tocando las guitarras con esa energía, haciendo esos movimientos raros pero que quedan bien, con esa voz que no sabemos cómo seguirá inquebrantable tras tantos conciertos seguidos… Y así durante más tiempo.

Para finalizar, el mejor tema de su anterior disco, Brutalism. Y no es otra que Well Done. De nuevo, pulgar arriba. Bien hecho, se decían entre ellos, claro. Así, Joe volvió a escupir cada verso de esta canción que no deja títere con cabeza, con esos golpes de guitarra, con ese punteo por parte de los dos guitarristas que no dejaba de repetirse. La mecha seguía encendida y parecía mentira que se fuera a apagar.

“Esta es una canción antifascista”, gritó el cantante de IDLES, como anuncio a la que sería “la última” canción del concierto, después de una hora y media.

Tras empezar con la letra, más adelante empezaría a ladrar Rottweiler como si de eso mismo se tratara, una y otra y otra vez. El broche se ponía al concierto con este tema del Joy is an Act of Resistance, que no podemos decir que es uno de los mejores porque, realmente, no hay uno malo. Es por eso que su último trabajo es considerado como uno de los mejores que se han editado este año. IDLES habían dejado la sala patas arriba con su música y la energía que desprenden, con esas guitarras que se te meten hasta el cerebro, con el bajo tan bien ejecutado y con una voz cruda y firme que hace pensar que este es uno de esos grupos de los que no te puedes cansar, de los de escuchar una y otra vez, de los de ir a ver cada vez que vengan, de los de no hacer planes.

Y el concierto terminó con Mark, Lee y Adam -guitarras y bajo- tirados por los suelos, aporreando sus instrumentos, sin parar de hacer ruido y prolongando el final de Rottweiler más y más allá. De repente Mark, que no había parado en toda la noche, se sube a la batería, porque Jon ya había desaparecido, al igual que Joe. Pero ellos seguían, como si de un juego se tratara, porque ellos tampoco se querían ir, mientras la gente se quedaba atónita con aquello que estaba pasando.

Y después de la tormenta, en muchos sentidos, llegó la calma.

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