Redacción: Marta España
La séptima edición del festival Ke Kaña vino de la mano de su primer sold out y una gran versatilidad de géneros musicales.
Es probable que el año que viene el festival Ke Kaña haya de replantearse una reubicación tras haber conseguido, en este, su primer sold out. Aunque sería una pena, pues es sin duda uno de los eventos que mejor aprovecha el espacio Tyce (son muchísimas las trabas impuestas por parte del ayuntamiento a otras asociaciones culturales), tras siete años a sus espaldas, el festival se ha consolidado como uno de los más importantes dentro de la ciudad.
Este sold out, por otra parte, y sin quitar ningún tipo de mérito a la organización Súper 8, proviene, en parte, de la necesidad de la población alcarreña de saciarse de música en una ciudad en la que, hace algo más de medio año, fueron prohibidos los conciertos en la inmensa mayoría de espacios. Este suceso causó en el espectador un vacío de actividades culturales, y abandonó a su suerte a todas las bandas alcarreñas, que apenas tienen oportunidad de presentar su música en directo. Por tanto, como consejo para mejorar el año que viene, agradeceríamos a la organización del festival que diera visibilidad a aquellas bandas locales que no pueden conseguirla en otro lugar (aunque este año actuó La Taberna Fantástica, dicha presencia no aparecía en el cartel del evento).
Este amparo sí tuvo lugar, por el contrario, en el plano artístico, pues la exposición de ilustraciones albergaba proyectos tan interesantes como el de María de la Hoz, que ilustra a muchas de las mujeres que forman parte del callejero de Guadalajara y, de este modo, cuenta su historia.
Con una tarde encabezada por la original propuesta de Los Hermanos Cubero, a caballo entre el bluegrass y el indie, los platos fuertes de la edición no comenzaron hasta pasada la media noche. A las doce, Bigott comenzó con un concierto envolvente cuya atmósfera solo se interrumpía con los discursos, tan naturales, de Borja Laudo, que parecería que en un ambiente tan reducido se sentía como en casa. Destacaron por encima del repertorio Cannibal Diner o Don’t Stop the Dance, canciones más animadas dentro de un setlist tranquilo, que despertaron al público más dicharachero.
El concierto de b, que casi pareciera una banda anglosajona, y no oriunda de Zaragoza, contrastó por completo con unos Carolina Durante desenfadados y un tanto macarras, que casi podría decirse que pertenecieran a una segunda movida madrileña, si la primera no hubiera tenido tantas implicaciones a nivel social. Durante el concierto, el cuarteto no paró de agradecer al festival que contactasen con ellos “cuando éramos mucho menos de lo que somos ahora”, y, pese a que Diego dijo en un par de ocasiones que era un tanto extraño dar un concierto con la mitad del repertorio sin editar, la entrega del público fue constante durante todo el espectáculo, creciendo en momentos como Cayetano o La noche de los muertos vivientes, con las que cerraron la noche. Hace tan solo un año que Carolina Durante comenzaron a darse a conocer y, desde entonces, la puesta en escena de los chicos ha mejorado exponencialmente, de tal mozo que quizás, dentro de algunos años, puedan convertirse en referente.
De este modo, agradecemos a la asociación Super 8 la organización de un festival de tal calibre en Guadalajara para que, de este modo, la música no termine de morir en la ciudad, cueste lo que cueste.