Crónica: Andrea Genovart | Fotos: Sarai Moreira
Solamente fueron suficientes los dos primeros conciertos de la jornada de ayer del Cara B para constatar que el festival barcelonés ya es una cita ineludible en la ciudad. El cartel de ayer viernes era todo una declaración de intenciones, sin cesión ni disimulo alguno: el trap. Y con la que están liando, qué menos. No obstante, todos los artistas que integraban el cartel, pese a formar parte del género más fenómeno por underground del momento, gozan de un nombre conocido en la escena. Es decir, que si nos ponemos exquisitos la propuesta no era tan tan arriesgada. Pero por eso no es de extrañar el cartel de sold out en la entrada.
La fábrica Fabra i Coats, recinto de estética industrial que bien podría ser el lugar de una fiesta techno de Berlín, acogió desde el minuto uno a todo un público de joven edad que - aunque el trap nada tiene que ver con eso - encarnaban el fenómeno fan. Los ídolos del momento, con una actitud tan descarada que uno solamente puede dejarse impresionar. Albany fue la encargada de abrir esta edición histórica del festival que, aunque todavía les queda camino, han hecho una propuesta propuesta de cartel con un mínimo de porcentaje de artistas femeninas. La trapera pasó sin pena pero sin gloria, lo que un poco sucede con aquellos encargados de abrir festivales a primera hora: todavía cabe familiarizarse con el ambiente y eso explica una primera actuación algo fría e insulsa. Pero, aún así, perfecta para las seis y media de la tarde.
A la inauguración por una diva con mallas y top de leopardo le sucedió Pedro Ladroga, uno de los mejores de esta primera tanda del Cara B sin duda. Un artista que supo llevar el directo y sus problemas - el único que los sufrió, pobre - sin que le viniera grande, más bien todo al contrario. Y es que el sonido no estuvo de su lado, precisamente, en su show. Pero aún las idas y venidas y problemas derivados, con luces encendidas inclusive - no hay forma más efectiva con la que cortar el mood un concierto -, el trapero supo continuar con su set list; se animó a cantar varios minutos él solo, camuflándose en las demostraciones memorísticas de un rapero a capella, frente a un público que pese no haber llegado todavía la noche se encontraba ya entregado y coreando. Otro momento fail para su show fue cuando, ya al final, dijo que iba a grabar un vídeo aprovechando el hype del festival; entonces se subió al escenario Cecilio G con patinete, ya nada sorprendente. En el intento de videoclip se movían y enseñaban su lado más agresivo a la cámara, compartiendo con nosotros con la extraña situación de que nada era tan espontáneo como parecía - se nos pedía que estuviésemos animados; tres intentos hubo en total, sin que el último sea el definitivo. Aún así no hubo tanto bajón: por la simpatía con la que Pedro Ladroga llevó todos aquellos handicaps, ya merece ser reconocido más allá de su trabajo musical. Y es que cae bien. Quizá porque es se comporta, precisamente, lejos de todo lo que el trap suele suponer.
La Zowie fue otro espectáculo que merece ser visto. Aunque con el autotune, eso de escuchar su voz en vivo y en directo, más bien poco. Antes de empezar, las dos bailarinas que le acompañaron durante toda la hora y pico se subieron al escenario con bata blanca para preparar un tendedero que la misma Zowie recogió al bajar de él. La ropa y la percha, ser putas y amas de casa (de hecho, así se llama su último EP): esos son los motivos de la trapera más famosa. Bajo el grito de “soy una puta, y hago música para putas”, la artista salió a actuar en el Cara B con gafas de sol que le duraron dos canciones y con el gran aplauso de todos aquellos que le consideran un referente necesario. Cantó un repertorio de lo más bien elegido, donde no faltaron Putas y No Lo Ves; también se subió al escenario Albany, que colabora en uno de sus últimos temas, Si Te Pillo. Mientras, las dos bailarinas bailaban sin parar haciendo twerking, tirándose agua y pegándose en el culo. Poniéndose medias y rompiéndoselas. Sí, todo de lo más provocativo, transgresor y sexual. Y es que todo lo que tenga que ver con ser puta, bienvenido sea. Un concierto donde se demostró una vez más que la artista tiene por el mango eso de hacer de bolos: tanto en su actitud, de rebosante seguridad, como los elementos básicos para su performatividad. No obstante, la sensación final es que no estuvo tan agusto como los que estábamos abajo disfrutando: como su compañero de cartel Cecilio G, pero de una forma mucho más educada, insistió en que no el público no bailaba. Que le faltaba moverse un poco más. Y era verdad. Pero es que probablemente los que estábamos allí no queríamos ir a bailar trap. Queríamos verlo.
Pero la anécdota de la noche fue protagonizada por Cecilio G. Tenía que tener sus minutos de gloria. Si no no sería Cecilio G, al que se le conoce más por sus excentricidades que por su música. Hasta el cuarto de hora no empezó su directo, del que antes de cantar reconoció haberse despistado. Perdonado. Sin embargo, antes ya se había encargado personalmente de pasar la fregona por el escenario, ya que en los perreos de la Zowie se habían tirado unas cuantas botellas de agua. Pero la cosa se empezó a torcer cuando comentó, sin ser claro ni explícito del todo, que estaba enfadado con el Cara B. Que no le acababa de molar. Pero que bueno. Se ve que le dieron pocos pases y no pudieron entrar - acreditados - todos sus amigos, que con cualquier excusa subían al escenario a cantar y bailar por el mero hecho de ser eso, amigos.
Pero lo bueno estaba por llegar: poco después se le metió en la cabeza la necesidad imperial de hacer un pogo. Bajo una vez al escenario, sin mucha euforia ni repercusión. Más bien los asistentes lo rodeaban con cara de estupefacción. Y eso seguramente le enfadó. No contento con cómo había ido, hizo un segundo intento, aunque los de seguridad no le dejaban. Entonces se desencandenó la escena surrealista: Cecilio G volviendo a bajar del escenario por unas escaleras laterales y, los guardias de seguridad, intentando impedir su paso al recinto donde se encontraba el público. Pero era de ingenuos pensar que algo lo pararía, en el trap uno decide cómo entiende las cosas. Coge carrerilla, consigue pasar entre los seguratas y se mete en el meollo. Pero poca gente lo siguió hasta el medio, con un pogo que aunque sí existió se ve que no aprobó. Así que ya no hubo más oportunidades: el trapero barcelonés se desahogó con un monólogo de cinco minutos y finalmente se marchó. Un parlamento donde comparaba el público de Barcelona con el de Madrid, ciudad donde dice que se hacen los pogos automáticos; avisó de que no sabíamos disfrutar de la música y de que no sabíamos ir a conciertos; también nos alertó que estábamos perdiendo dinero y tiempo. Ah, y que si la gente de Barcelona era así ya no tenía ganas de tocar el Sónar. Porque cuesta mucho hacer un tema. Al final se le escapó un desgraciados que rectificó inmediatamente. Aún con todo ello, hubo muy pocos pitidos,; probablemente muchos menos de los que se merecía: la gente callaba o se reía. Porque en el fondo si no hubiese montado tal numerito no sería Cecilio G, y habría la mitad de curiosidad en quererlo ver.
Sticky M.A. - miembro de Agorazein que ha decidido relanzar su carrera en solitario - le cogió el relevo a eso de las diez y media de la noche, con un concierto que también era bastante esperado. Y de sobresaliente, como ya venía apuntando. El trapero, que ha crecido como la espuma desde su nuevo proyecto, se desenvolvió cómodo. Bailo más. Tanto como para tener que sacarse la camiseta. Y cómo el resto, subió a gente. Después hubo un punto de inflexión con la actuación de Rels B, quizá el artista más mainstream y menos agresivo del cartel. No obstante, el recinto estaba a petar y en las últimas horas se habían vendido todas las entradas de día. Así que, entrara o saliera gente del espacio, el penúltimo concierto sucedió con normalidad. Porque cabe reconocer que, aunque a uno no le apasione Rels B o sea demasiado soft en un cartel donde el resto de artistas hablan de drogas y trapis, inevitablemente nos sabemos sus canciones. O como mínimo nos suenan. Y vemos el directo siguiendo el ritmo moviendo la cabeza.
Y la última perla de la noche fue para Pimp Flaco y Kinder Malo. Los dos hermanos de Barcelona, conocidos por desarrollar sus carreras en paralelo, subieron al escenario media hora antes de lo esperado pero con un gran acogimiento. El trap de verdad y primerizo había llegado, y tenía que ser pasada la madrugada. El público ya estaba en el sumum de animado, supongo que del modo en que La Zowie y Cecilio G les gustaría haber visto. Saltos y coreadas de principio a fin, que no costó mucho cuando uno de los primeros temas ya fue el emblemático <3, acabando con el Laberinto de Amor. Los dos hermanos, que probablemente son de lo más influyente en la escena del trap español, constituyeron el tándem perfecto para cerrar una noche marcada por la apuesta clara de la música urbana. Por último, El Bloque Djs aceleraron la retirada final con la pinchada de su equipo, que ha conseguido crear desde hace un año un programa televisivo que señala todo lo que no es ortodoxo. Y con todo ello, el Cara B fue claro y conciso: el festival apuesta por la personalidad. Y este riesgo les ha salido bien.