Redacción: David Díaz
Las veces que he asistido a un Cruïlla siempre he acabado con una extraña sensación agridulce, por un lado te queda la regustera de haber visto unos Asian Dub Foundation en el concierto inaugural que vinieron sobrados, de pantalones militares, de esos 90s que vistos hoy no pueden más que levantar cierto rubor pero también morriña y que se resume en aquella ¡qué jóvenes éramos entonces! Pero también vinieron sobrados de temacos y sobre todo de actitud y ganacas; también te has quitado el sombrero ante Kendrick Lamar y su potente directo con banda, al que le reconoces todo lo que se le tiene que reconocer pese a que el hip hop no sea mucho lo tuyo; te han cautivado Cocorosie y sus marcianadas de casa de muñecas de cristal a punto de romperse y han conseguido que el sol de justicia que pegaba en el Fòrum a las 19h de la tarde, picara un poco menos, aunque en tus adentros sabes que el grupete de las hermanas Casady se merecía un horario más vespertino, sobre todo viendo que a las 21.15h estaban O Rappa en el escenario Time Out, que a parte de decir muchas veces que eran de Brasil aportaron más bien poco; te han peinado al bies Toundra con sus postrock progresivo y envolvente; y Guadalupe Plata han sido muy Guadalupe Plata, cosa que les hizo ganarse por méritos propios un sostén lanzado desde las primeras filas, que a juzgar por cómo se lo miró el cantante, llevaba escrito algo más que el número de talla y copa.
La parte buena está clara ¿el Cruïlla tiene conciertos de calidad? Sí, los tiene. Ahora bien ¿es un festival de calidad? Eso ya es otra cosa y no digo ni que sí ni que no ni todo lo contrario, Cruïlla juega sobre todo a agradar, pero a agradar a todo quisqui (¿sino cómo se entiende lo de Jamie Cullum?), la dirección artística del festival se resume en la fórmula 20% conciertos de calidad o grupo famoso + 40% de bandas con hit veraniego o canción en anuncio + 40% música urbana (cajón de sastre donde entra el reggae, hiphop y la pachanga en todas sus amplias vertientes).
Con esta fórmula consigues que el aprendiz de hipster tenga su dosis radiotresera o se pegue los saltos de su vida escuchando a FFS; la familia Fernández pasa una tarde de picnic bien agradable con esos grupos refrescantes de one hit wonder a lo Of Monster and Men, o los australianos The Cat Empire; tienes cubierto tu cupo multiculti con Osibisa, Els Catarres y Zuco 103 que además sirven de reenganche revivalero; y tienes grandes nombres a lo Lauryn Hill o Jamie Cullum que hace que aquellas personas para las cuales la música es aquello que suena en su coche mientras va de casa al trabajo y del trabajo a casa se decidan a comprarse una entrada para un festival.
Y que conste, no tenemos nada en contra de la transversalidad, seguramente mucha gente haya descubierto grupos y sonoridades a las que no se habría acercado gracias al Cruïlla, el apunte, más que crítica, va a señalar que cuando quieres agradar a todo quisqui te quedas flotando en las miasmas de la amabilidad poco punzante.
Se ha dicho de esta edición que era un festival de carácter negro. Y es cierto, mucho hip hop, reggae, RnB y soul, pero desde mi humilde opinión al Cruïlla le falta una línea, una dirección que le haga ser algo más que un montón de conciertos puestos juntos en un mismo sitio. La prueba definitoria que respalda esto es la concesión que hicieron desde la organización considerando el Lounge Meditarráneamente era un escenario más del festival. Para que nos entienda quien no pudo ir este pasado fin de semana al Parc del Fòrum en Barcelona: tienes por un lado 4 escenariacos, 2 pepinos y otros 2 no tanto pero que bien, y después estaban las cuatro madericas con un césped artificial delante y unas tumbonas y puffs donde a duras penas entraban más de 80 personas y en el que te quedabas un ratico si 1. Tenías hambre pero había mucha cola todavía en el camión de las Krustyburgers ó 2. Volvías de mear.
Creo muy sinceramente que todo aquél que pasó por allí pensó en algún momento que si los grupos ahí programados cobraban o pasarían la gorra al terminar. Por un lado se agradece, a modo informativo, que te pongan en los horarios quién toca en ese espacio y creemos que también es un ejercicio de dignidad hacia los grupos que pasaron por allí; también entendemos que Estrella Damm paga y esas cosas, pero ahí alguien tenía que haberse dado cuenta, hacer una llamadita o algo al señor Damm y decirle que puestos a pagar, mejor montar un escenario de verdad o bien los grupos programados allí los anunciaríamos por megafonía.
Vamos que puedes decir que has visto buenos conciertos a un precio bastante más asequible que otros festis de la ciudad (aunque ya va picando también), que la propuesta familiar es la mar de interesante, por lo que decíamos de ejercicio pedagógico transversal y entendemos que bajo el paraguas Cruïlla pues ya se aseguraron que el cruce (eso es cruïlla en catalán) permita tener churras y merinas.
Pero cuidadín con hacer de la indefinición lo que te define. Nos gusta demasiado tener una propuesta descargada de pretensiones y transcendentalismos universales por estos lares. En el verano hace calor y apetece divertirse. Y quizá el giro negroide del Cruïlla, junto con el lavado de cara de logo, tipo y etc. vaya por ahí. La prueba está en que ha sido quizá la edición con más afluencia de público, se habla de más de 20.000 personas el sábado, lo cual nos alegra enormemente.
Es signo de salud que estén los festivales y que también florezcan y se perpetúen los otros festivales, esos que no compiten ni sacan codos a los grandes y esos a los que los grandes los miran con cierta displicencia y hasta les echan un cable de vez en cuando y que son los lugares que posibilitan que Radio 3 pueda apadrinarse un escenario. Esos festivales más relajados, más locales y más cercanos. Esperemos que el Cruïlla sepa hacerse un sitio entre reclamar a la masa y tener una voz propia, estamos convencidos de que se puede hacer y que es un buen camino.