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Crónica del concierto de Kodaline en Madrid, sala La Riviera (05/03/2016)

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Kodaline (2015)

Redacción: Vitor Blanco

Sobre La Riviera se han escrito demasiadas cosas. Los madrileños se dividen entre los que la aman con locura y los que la odian. Para los enamorados, lo más probable es que las responsables sean las miles de experiencias vividas (por su escenario ya han pasado Arctic Monkeys, Lana del Rey, Interpol; y lo van a hacer The Vaccines y Noel Gallagher). Sus haters, aquellos que denuncian carencias en la acústica (y su incómoda palmera en el centro de la pista).

Este sábado 5 de marzo le tocó a Kodaline dar lo mejor de sí, y lo mejor de la sala, desde su ya institucionalizado escenario. Llegados de Irlanda, estas cuatro estrellas del indie – folk internacional presentaron su último disco Coming Up for Air. Sus fans, responsables con el papel que les toca, agotaron las entradas y corearon todas y cada una de las canciones.

No deberíamos continuar sin entender que el segundo álbum de Kodaline no tiene una historia cómoda. En In a Perfect World, el debut que en 2013 les llevó a ser nominados al codicioso “Sound of” que otorga anualmente la BBC, el folk agridulce e intimista fue el protagonista. Más cerca del sonido de The Lumineers, a este increíble disco le debemos una gran parte de la banda sonora de nuestra tristeza. No obstante, su continuación, ese Coming Up for Air, decidió apostar por un estilo más rock y también más épico. Desaparecía buena parte de su folclore, y a muchos seguidores no gustó esa cierta inclinación hacia el pop.

Probablemente por esto los irlandeses decidieron una estructura alterna en su concierto del sábado. A cada canción de su primer disco le seguía un corte del segundo; intentando subrayar que sí, ha habido cambios, pero que no, no han desaparecido como referentes indie – rock. Desde el primer momento, puntuales y sin teloneros, intentaron ganarse el favor del público. Ready tenía que ser la primera sin ninguna duda (“I’m ready for it all”), Way Back When sirvió de primer puente al pasado, cortó el éxtasis inicial para comenzar la dulzura melancólica inseparable de los primeros Kodaline y precedió a One Day. Sin pedirlo, un gran éxito en tercer lugar. Entre aplausos y lágrimas desplegaron esta preciosa balada creciente y conmovedora que, pese a algún desliz en la voz Steve Garrigan, mejoró la versión del disco por ese factor comunidad que tanto amamos de los directos.

En solo tres canciones condensaron los sentimientos de un concierto completo. Y aún quedaban casi quince más. Sonó Lost, el que me atrevería a decir que es su tema más experimental y deja manifiestas las peculiaridades de la voz de Garrigan. High Hopes, otro de sus himnos, terminó de conquistar a un público del que hasta los irlandeses se sorprendieron. Coreaba las letras, muchas veces sustituía totalmente al cantante e incluso cantó el cumpleaños feliz a uno de los miembros del equipo que, más allá de las cuarto cabezas visibles, forman Kodaline.

De su segundo álbum interpretaron también The One, uno de sus temas más aplaudidos que, curiosamente, se acerca más a su debut. Autopilot y Coming Alive tampoco quedaron fuera de la selección de la noche; y fingieron finalizar con Honest y Love Will Set You Free, pasando de uno de esos cortes efectistas y épicos a un intimismo minimalista. Paralelamente, del primer álbum sorprendían Brand New Day y Love Like This, con un público que gritó y aplaudió cuando la harmónica comenzó a sonar. Y entre todas ellas comentarios y chistes, fotos, selfies y vídeos, un contacto natural entre los irlandeses y la sala madrileña.

Abandonaron el escenario antes de sonar All I Want, pero nadie estaba dispuesto a que eso acabará así. Los gritos los recibieron de vuelta para primero una canción más (que luego fueron dos y finalmente tres). En último lugar la principal responsable de todo lo que suponía ese concierto. De la fama y del sonido que envuelven al proyecto de Kodaline. Una balada de desamor tan simple como directa, contundente y desgarradora. All I Want. Una joya agridulce que no podía faltar y tampoco ocupar un puesto que no fuera el de cierre. A la que alargaron su explosión de coros y su solo de guitarra restando dramatismo y creando una sorpresa final que concluyera el concierto en lo más alto.

Lo consiguieron. El sábado dieron en Madrid un concierto completo y excelente que dio una razón más a los enamorados de La Riviera. No solucionaron las diferencias evidentes entre sus dos discos, pero sí demostraron que ambos le pertenecen. Trabajaron la épica y el intimismo de la misma manera, y consiguieron que incluso sus seguidores más decepcionados con su nuevo disco dejen de cruzar los brazos y abracen y bailen con todo su repertorio.

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