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Crónica del concierto de James Bay en Madrid, Palacio Vistalegre (11/03/2016)

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James Bay (2014)

Redacción Vitor Blanco

Con solo un disco y poco más de 15 canciones publicadas, James Bay sabe cómo triunfar. En sus espalda sostiene ya un premio Brit a artista revelación de este 2016, y hace un año la BBC predijo su éxito entregándole el galardón “Sound of 2015”. Y es que pese a su corta carrera (como artista internacionalmente reconocido, queremos decir) el joven autor y compositor británico ha conseguido un ejército de leales fans que el viernes 11 de marzo colgaron el cartel de “entradas agotadas” en las taquillas del madrileño palacio Vistalegre.

Tuvo truco, también debe ser dicho. James Bay no tocó esa noche en el famoso estadio que popularizaron los mítines de Podemos. Lo hizo en una sala secundaria, que, no obstante, sigue siendo enorme. Un enorme recinto que en poco menos de un año, podemos predecir, le quedará pequeño. Porque su indie – rock, su buena dosis de folk, sus baladas intimistas y también su increíble actuación sobre el escenario (tanto en dominio del sonido como en dominio de las masas) merecen una pista mucho más extensa.

Antes de su salida pasó por el escenario Rukhsana Merrise, mezclando algunos de sus temas folk con una versión más tranquila, pero manteniendo intacto su sonido R&B, de Can’t Feel My Face de The Weeknd. Siempre agradecida, y sorprendida por la buena acogida que tuvo entre el público madrileño, tras el concierto decidió regalar copias de su último tema (que curiosamente se llama Money).

James Bay, maestro de ceremonias, decidió impresionar desde el primer momento. Aterrizó en el escenario entre increíbles luces parpadeantes y muchos (muchos) gritos. Rasgando los primeros acordes de Collide nos aseguró que el concierto comenzaría en la cima rock del éxtasis. No es de extrañar que el tema siguiente fuera Craving, menos cruda y más épica, pero igual de animada. Con ella retomaba el orden natural con el que conocimos sus temas en Chaos And The Calm, el debut que había venido a promocionar; pero aunque los catorce cortes que el viernes tocó en Madrid incluyeron todos los temas del álbum (y alguno más), supo redistribuirlos y darles un inédito y mágico sonido.

A Craving la siguieron When We Were On Fire, If You Ever Want To Be In Love y Need The Sun To Break , marcando claramente la antítesis de calma que tocaba en este momento. El público, al contrario que el sonido, recibía los temas cada vez con más entusiasmo. Un público del que hasta el propio Bay se sorprendió; que coreó, gritó, lloró (de entusiasmo, de fanatismo y de tristeza, no olvidemos la melancolía de sus letras) e incluso bromeó (siempre en el ambiente risueño y veraniego que tanto las canciones como el directo del británico provocan).

Running (la única canción que no se encuentra dentro del disco, pero que acaba de publicar como single en directo) anticipó el intimismo lírico y los sentimientos agridulces que Let It Go representa perfectamente. Identificable desde el primer segundo, con esta maravilla de balada sobre el fin de las relaciones y la necesidad de ser quienes somos, James Bay llenó Madrid de lágrimas y aplausos. Y no quiso levantar los ánimos inmediatamente después. Se permitió una licencia más. Una licencia llamada Scars, cuyo alargado solo mantuvo la sala en el cálido sentimiento de la melancolía unos minutos más. Pero tampoco le llegó con una, no. Quiso continuar destrozando nuestros corazones.

Move Together marcó el final de esta dinámica decreciente. Tras ella, Best Fake Smile nos trasladó de golpe al inicio del concierto. De nuevo rock desenfrenado. Se acabaron los abrazos y volvieron los saltos (que continuaron en Get Out While You Can).

Después de un falso final regresó al escenario con Incomplete y un segundo solo interminable que demostró su capacidad con la guitarra. Se atrevió con Alicia Keys y versionó If I Aint Got You y, como conclusión, regaló a los madrileños lo que llevaban más de una hora deseando: Hold Back The River. 

Hold Back The River en último lugar no solo cerró perfectamente una noche musicalmente redonda. También resumió un concierto en el que el rock más directo se entremezclaba con las baladas folk más intimistas, mientras que todo ello se envolvía en la perfección técnica y entretenida actitud de James Bay. Y es que el británico no solo tiene grandes temas, funcionales a la vez que atrevidos, sino que también los conoce, sabe cómo funcionan y hace que funcionen. El éxito, el gran éxito, es más que inminente.

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