Redacción: Vitor Blanco
Cuando las entrevistamos hace apenas media semana, las HINDS estaban recorriendo carreteras y carreteras en su furgoneta, asimilando su éxito extranjero y entrando por las calles de Turín para un concierto más. Su gira, que ya se acercaba al final de sus 21 días de duración, estaba cosechando unos resultados inesperados. Y sin embargo todavía tenían clavada una espina. Esa espina que se esforzaba en recordarles las malas críticas de la prensa española y las ventas que, en el país de origen de la banda, se negaban a despegar.
Con una asistencia que triplicó la cifra que habían conseguido unos meses antes en la misma ciudad, el concierto del pasado sábado en el OchoyMedio fue, definitivamente, la liberación de esa espina. Ni ellas mismas, que tantas noches han invertido en la pista de baile de la discoteca, la recordaban tan llena. Y no podría ser en mejor momento. En la fecha final de su rodeo internacional con un disco debut entre los brazos, Leave Me Alone, y demasiada energía que desperdigar por el escenario.
El público, además de sorprender en número, también se dedicó por completo a la causa. El calentamiento previo fue a cargo Exnovios, cuarteto vasco con un sonido revival ochentero; y Tall Juan, que sorprendió con sus sonidos punkarras y su actitud desenfrenada, saltando por el escenario y por el público, comiendo micrófonos, gritando y lanzando cerveza (si hasta versionó a Iggy Pop). Permitiendo a los presentes estirar los músculos y preparase para el rock de garaje que estaba a punto de llegar.
Puntuales, a las 22:30, el telón de la sala corrió para mostrar a ese cuarteto enérgico que conforman HINDS. Se contuvieron con Warning With The Curling, más ambiental y melódico, de ese lejano tiempo cuando eran dúo y se llamaban DEERS (y tocaban en La Vía Láctea). Pero no duró mucho: Trippy Gum hizo a saltar a Madrid. Desde ese momento se desplegó un repertorio que, como su nuevo disco, tiene la capacidad de hacer que nadie permanezca mucho tiempo con los dos pies en el suelo. Así fueron San Diego o Bamboo, que ya se han convertido en sus primeros grandes éxitos. O Fat Calmed Kiddos, con un mensaje que penetró con facilidad en el público: “Whatever makes you happy makes me fine”. Así empezaron a volar sobre las manos de los presentes las primeras entusiastas. Y así, al final del concierto, durante los últimos acordes de la descomunal Castigadas en el granero, se inició una verdadera ocupación del escenario. Decenas y decenas junto a la banda autóctona, coreando la letra, imposibles de controlar por la seguridad de la sala y motivados por las propias HINDS, que hicieron todo lo que pudieron por impedir el desalojo de su espacio.
No faltaron tampoco Warts, más pausada pero con el mismo optimismo; al modo de Easy. Chili Town, de una asombrosa despreocupación: “I am stealing your cigars just ‘cause they’re closer than mine”. Y Garden, consolidando ese sonido sesentero lo – fi con ecos a Velvet Underground. Con la única ausencia notable, si se me permite, de I’ll Be Your Man, menos festivalera, sí, pero con una melodía demasiado pegadiza para faltar en un concierto de sala; quizás detrás de un momento de relajación y descanso de la también ausente (y veraniega) Solar Gap.
Ausencias a parte, HINDS construyeron el sábado un concierto redondo. Musical y simbólicamente. Sonaron como debe sonar el garage – rock, sin importar los gritos, las risas que interrumpen las letras o “españolizar” el inglés. Simbolizaron que su país de origen también las quiere. Puede que su disco no esté incluido en las listas de éxitos, o que la crítica las trate con una injusticia injustificable. Pero lo importante, lo realmente importante, es que sus fans las reciben con un amor incondicional dispuestos a demostrar que la prensa y los números no siempre tienen la razón.
Es por ello que la imagen con la que cerró el concierto fue la tenaza necesaria para arrancar de raíz la espina en las cuatro espaldas de las HINDS. Desbordadas por el éxito también en la ciudad donde no lo esperaban (y donde, paradójicamente, más lo deberían esperar). Mientras cantaban a su padre que les dejara hacerse mayores. Madurar. Crecer como crecen ellas cada día. Rodeadas de sus fans dispuestos a ayudarlas coreando: “And you can’t wait for me to grow, for me to grow!!”. Que las malas críticas y las ventas se aparten y hagan espacio, el crecimiento es imparable. Es tiempo de HINDS.