Redacción | Ihintza Orbegozo
Hace unos días estuve comentando con unas amigas que los fans de Bruce Springsteen son únicos; él es el Boss, y sus fans, ya sean de 20 o 60 años, le siguen allá donde vaya, cual Dios se tratara. Consigue movilizar autobuses de pueblos pequeños, cosa que pocos artistas lo logran, y se gastan las entradas de sus conciertos en unos tiempos récord aunque pase casi todos los años por aquí.
Este año, por culpa de la crisis y la subida del IVA, el jefe ha dado un solo concierto en el estado, y los fans de todas partes acudimos aunque fuera un miércoles lejos de nuestra casa.
El concierto estaba previsto para las 21:00 horas, y hacia las 19:30 el estadio de El Molinón y sus alrededores estaba a rebosar de gente de todas las edades, y era difícil coger sitio más adelante que la mesa de sonido.
A las 21:30 horas empezó el espectáculo. Bruce y los suyos salieron al escenario cuando todavía era de día para empezar con “My Love Will Not Let You Down”. Tan enérgico y simpático como siempre, no tardó en bajar al público, y coger los carteles que pedían canciones como “Better Days”, “Ain’t Good Enough for You” o “Travelin’ Band” (versión de Creedence Clearwater Revival).
Hizo un repaso de toda su discografía con “Spirit in the Night”, “The River”, “Atlantic City”, “Waitin’ on a Sunny Day”, en la que subió a un niño al escenario para que cantara con él, “Drive All Night” o la versión de Patti Smith “Because the Night”.
Pero en el bis tampoco se quedó atrás, y tocó una canción mítica tras otra, como “Radio Nowhere”, “Born in the U.S.A.”, “Born tu Run” o “Dancing in the Dark”, en la que terminó bailando con una chica que pedía eso mismo en un cartel. Con las versiones “Twist and Shout” y “Shout” parecía que concluía el concierto, ya que llevaban ya tres horas y 40 minutos encima del escenario, pero cuando toda la banda se hubo marchado, Bruce se dio la vuelta, cogió su guitarra acústica, y nos deleitó con un “Thunder Road” que todos los allí presentes difícilmente lo olvidaremos.
Tres horas y 45 minutos de saltos, bailes, risas y sobre todo cánticos nos hizo salir una vez más con una sonrisa, no importando que fuera un miércoles a las 2:00 de la madrugada.
Lo que empezó de día terminó de noche, con los focos encendidos, durante el concierto vi una mariposa revoloteando por el estadio, atraída por la luz, supongo. Dicen que dicho animal tiene un solo día de vida, y si yo fuera una de ellas, creo que un concierto de Bruce Springsteen sería la mejor manera de aprovechar las 24 horas que durara en la tierra. Porque es The Boss, y porque merece serlo.