Redacción: Vitor Blanco
Sorpresa. Con mayúsculas. No hay ninguna otra palabra para definir los apenas cuarenta minutos que Daktyl dedicó a anticipar el concierto de Bonobo. Un despliegue de lujo donde él, sólo él – pero dotado de sintetizadores, mesas de mezclas, pianos, guitarras,… – consiguió guiarnos por un heterogéneo camino de referencias constantes a la electrónica más actual. Capaz de comenzar con los beats más contenidos del primer Jamie xx (aquel pre – In colour), para luego añadir las melodías de James Blake, construir breves momentos álgidos de elegías EDM y terminar con la voz irreconocible de Bon Iver, escondida entre capas de Autotune. Tantas influencias posibles reunidas que, en su eclecticismo, fueron capaces de hacer brotar algo nuevo, extraordinariamente innovador. El concierto de Daktyl fue el ejemplo perfecto de que la originalidad nace siempre de algo previo. También de que recoger antecedentes es un buen camino para el éxito. Y si no, basta con recordar la noche del jueves, con un lleno absoluto de la Sala Riviera incluso media hora antes de que Bonobo saliera al escenario.
Bonobo estuvo a la altura. Claro. No es habitual formular la calidad de un concierto en función de la actuación del telonero, pero el listón de la noche del 16 de marzo se elevó al máximo demasiado pronto. Al final todos pudieron cumplir su papel. Y no hubo que esperar. Grandes temas de Migration, su último álbum publicado y aquel que le había embarcado en la gira que la noche del jueves concluía en Madrid, protagonizaron el arranque de su directo. Comenzaban a intuirse sus paisajes sonoros, acompañado junto a toda su banda – que incluía batería, guitarras, pianos, trompetas, saxofón,… –, y se proyectaban a sus espaldas las montañas, valles y estepas oníricas que caracterizan la estética de su último álbum. Sonaban la homónima Migration (abriendo así disco y concierto de manera idéntica) y 7th Sevens. Luego esas notas casi infantiles, pero misteriosas de Break Apart. Sí, Break Apart, en tercer lugar. Una apuesta arriesgada. Pero perfectamente entrelazada en ese creciente de intensidad que poco a poco tejía Simon Green y que estaba a punto de explotar. Era también el momento de presentación de la vocalista Szjerdene, que cantaría todas las canciones del británico (pese a la variopinta lista de artistas que cantan en sus versiones de estudio). En Break Apart sustituía al dúo californiano Rhye. El cambio era evidente, quizás un poco acusado por un micrófono demasiado bajo, pero Szjerdene supo transportar el tema a su terreno, explotando el potencial de su voz sin desmerecimiento de la versión original.
No lo necesitó para la siguiente canción, Towers, firmada por ella misma también en el álbum. Igual que en Transits (ambas de The North Borders, 2013), que ocupó el penúltimo lugar de la setlist. Pero hubo largos momentos en los que Bonobo prescindió de su voz, y también de la mayoría de su banda. Sonaban, entonces, los temas menos psicodélicos, aquellos que se alejan de esa meditación contenida y ambiental e invitan indudablemente al baile. Era tiempo de cambiar nuestros rostros boquiabiertos por saltos al ritmo de Kiara (de Black Sands, 2010), Cirrus, Outlier o Flashlight (del EP de mismo nombre publicado en 2014). En el otro polo: Surface, Ontario o Figures. Las coinciden en proceder de su último álbum y marcan perfectamente la deriva en la carrera del productor. La excepción que confirma la regla es esa Bambro Koyo Ganda de ritmos étnicos extremadamente pegadizos y una eclosión en el estribillo que multiplica enormemente su potencia en directo.
Pero si hubo dos canciones a destacar ellas son No Reasons y Kerala. La primera por haberse convertido en una de las mejores canciones publicadas recientemente, de crecimiento lento, repetitivo pero cambiante, una letra enigmática perfectamente interpretada, de nuevo, por Szjerdene (en sustitución de Nick Murphy, más conocido como Chet Faker) y un falso final que, tras unos segundos de silencio, hace eclosionar toda esa energía condensada que lucha durante varios minutos contra las costuras de la composición. Por su parte, Kerala se ha convertido en la favorita de los seguidores de Bonobo por evidentes razones: la percusión homogénea pero novedosa o las notas enormemente repetitivas pero ascendentes podrían ser algunas de ellas. Sin duda, tal y como demostró en la noche del jueves, uno de sus mejores paisajes.
Know You protagonizaba el cierre final. No solo terminaba aquel concierto, Bonobo estaba marcando también el punto último de su gira internacional. Emocionando, se despidió de los madrileños repitiendo en varias ocasiones que aquella se trataba de su primer vez en la ciudad y que estaba enormemente agradecido por la acogida que había recibido. Lo que no sabía es que érmaos nosotros los realmente agradecidos por aquel directo que nos acababa de ofrecer. Solo teníamos una única petición: que este nuevo punto y aparte fuera breve, que pronto pudiéramos disfrutar del siguiente párrafo en el que, de nuevo, Bonobo nos transportara por sus escenarios oníricos de electrónica ambiental.