Redacción: Andrea Genovart
Después de su paso por el Primavera Sound, el proyecto de moda de retrowave y referente en la electrónica independiente actual Carpenter Brut aterrizó en Barcelona con la gran expectación de aquellos que ya lo vieron hace unos meses en el festival y de todo un resto que habían oído hablar maravillas de él. La sala Razzmatazz de Barcelona fue la encargada de acoger en una noche cualquiera de martes - quizá mala fecha para un concierto que invitaba hasta llegar, como mínimo, a la puerta del after - un espectáculo de luces, sintetizadores e instrumentos varios capaz de sonsacar toda la fuerza y energía del público ansioso.
Antes, Gost empezó a calentar de motores hacia las 20:30, con una sala prácticamente vacía y de ambiente más bien tranquilo pero que en acabar apenas dejaba hueco al descubierto. Vestido con una túnica negra, el productor estadounidense y habitual acompañante de gira de Carpenter Brut, tanteaba el terreno más metalero y satánico con temas que recogían también su propia voz, eso sí, de una vertiente más hardcore. Con su Mac en medio, mientras la gente iba llegando, pinchaba entre dos posts iguales y de disposición simétrica que cambiaban de color; dos posts entre los cuales se movía o, más bien, ilustraba el desahogo de unos temas de una oscuridad beligerante, que forman parte de su último disco Possessor, toda una apuesta a caballo entre el synthwave y el post punk .
Hacia las 21.15 el telonero en cuestión se retiró, con aplausos que probablemente reflejaban una euforia por el concierto y no la apreciación de un directo. Un cuarto de hora de larga espera bastó para que el grupo de nombre artístico bajo el cual se esconde el proyecto del francés Franck Hueso, acompañado del guitarrista Adrien Grousset y el baterista Florent Marcadet, ambos de la banda francesa de metal Hacride; quisieran ser puntuales en su horario, irrumpiendo en el escenario entre gritos y brazos alzados. El hit de Leather Theet fue la encargada de empezar el show, a la que le siguieron Division Ruine, Roller Mobster, Beware The Beast - con karaoke proyectado en la pantalla inclusive - y Wake Up The President. Turbo Killer no se hizo esperar mucho, tampoco Cheerleader Effect.
Durante algo más de una hora Carpenter Brut ofreció repertorio de diecisiete canciones acompañadas de un juego de luz complejo pero calculado hasta el milímetro, con proyecciones visuales que mezclaban sentencias lapidarias, el logo satánico del grupo e imágenes eróticas a una velocidad vertiginosa; en definitiva, un repertorio de hora y media que se sucedió sin apenas pausa, en la que se pudo apreciar los constantes gestos de agradecimiento de su protagonista Franck Hueso como también la forma en que animaba a participar - todavía más - a un público entregado, ilustrando una escena surrealista para ser un día entre semana del mes de noviembre y a las diez de la noche.
Mención aparte fue el cierre de semejante directo, impensable para quien no haya asistido nunca antes a uno de ellos. La versión de Maniac de Sembello, en contraste con toda esa escena de vestimenta negra y seria, tanto arriba como abajo del escenario, fue toda una celebración catártica con la que se despidió a la banda, que no dejó de ser apoyada hasta el último momento. Ni Britney Spears con su Baby One More Time fue capaz de crear tanto hype. Y así fue: al ritmo de And she's dancing like she's never danced before, se puso el punto y final a un sonido caracterizado por sintetizadores capaces de revivir ese sonido de los 80 de los videojuegos, BSO de películas de terror de John Carpenter y ritmos robóticos y estridentes. Un directo solamente apto para intensos.