Redacción: Dani Luengo | Foto: David Moya
La norteamericana Angel Olsen arrancó el nuevo año con gira europea con motivo de la promoción de su nuevo disco, All Mirrors. Decidió empezar por la península; Lisboa por partida doble, Oporto, Madrid y Barcelona han sido las cuatro ciudades afortunadas cuyas salas recibieron a finales de la semana pasada a la cantautora con uno de los discos de referencia de 2019. Y nosotros tuvimos la suerte de acudir el domingo a comprobar el directo de tan aclamado álbum.
Hand Habits preparó una sala que no disponía de un ambiente del todo propicio: al frío domingo de invierno se unía algo de escepticismo después del último paso de Olsen por Barcelona hace menos de 2 años, por la sala Barts, y en un formato acústico que no cuajó como se esperaba. Después del fugaz paso de los teloneros californianos, empezaron Angel y su banda. Eran poco más allá de las 21 horas, y se presentaban los siete sobre el escenario, sofisticados, elegantes y con buen ánimo. El inicio del RECITAL decayó nada menos que en el tema que da nombre al álbum, uno de los buques insignia del nuevo trabajo y que sirvió para que el público confirmase que el sonido también iba a funcionar. Elemento clave para este directo tan minimalista y depurado de artificios, y en una sala, la grande del Razz, que según cuándo (o más bien depende de dónde te sitúes) puede jugar malas pasadas a público y artistas.
Sonriente y risueña, cada vez más según fue avanzando el concierto, Olsen dedicó la primera parte del intimista concierto a descubrir lo delicado de su nuevo LP entrelazando Spring, Summer, Lark... diferentes tempos pero todos atados por la genuina voz de la compositora, bien acompañada por unos teclados y unas acertadas cuerdas (violín y violonchelo) que tienen un peso decisivo en la definición de cada composición como queda patente en la intensa y sobrecogedora All Mirrors.
La puesta en escena, sobria -con un telón de fondo con la imagen de una clásica escalinata propia de una Ópera, Teatro Real o Palacio- pero acertada y en armonía con el espíritu del disco, unida a unos acertados y elegantes juegos de luces, sirvieron de manto para cubrir un directo muy bien definido y ejecutado, que por la epicidad necesita también de un público respetuoso como fue el de Barcelona, maravillado por el crecimiento de la estadounidense, radiante de negro, guitarra en mano cuando llegó el turno de una apesadumbrada Impasse.
Una vez Angel comprobó que el show estaba amarrado, poco a poco fue abriéndose. Con la seguridad de un buen trabajo, el grupo se notó confortable cuando el set permitía desabrochar un botón del corsé, con composiciones antiguas, de tintes pop-rock. Sweet Dreams y Shut Up Kiss Me (My Woman, 2016) poblaron de móviles un concierto que hasta el momento había podido podría disfrutarse en considerado directo, y no a través de la pantalla del móvil del de delante. Los hits, cortos pero intensos bien merecían dejarse llevar y contrastar otro registro del conjuntado septeto.
A partir de entonces ya todo era cuesta abajo. Presentación de la banda, agradecimientos continuos y buen ambiente entre cada uno de los cortes hasta que llegó el final de la fiesta, el Endgame. La banda dejó sola en el escenario a la cantante, que mostró todas sus virtudes vocales. Chance y Unfucktheworld evidenciaron la riqueza del timbre de voz de Olsen, que sube con falsetes o baja entre susurros a conveniencia, sin reverberaciones, con firmeza o delicadeza según lo requiera la lírica.
A todos se nos hizo corto, todos estamos deseando volver a verla sea cual sea el espejo. Aunque sea en el reflejo de un festival de verano, aunque sea entre multitudes, si repite la atmósfera que está consiguiendo en este álbum, el de su plenitud, Olsen nos hará sentir que el directo es privado, enmudeciendo igual a 100 que a 10.000.