No importa que acumules en tu haber la friolera de casi cuatro décadas de carrera profesional y diecisiete álbumes de estudio: el mundo nunca dejará de sorprenderte (para mal) y su estupidez natural continuará siendo una fuente inagotable de inspiración que alimente tu lado más crítico e incendiario. La actitud de Yo La Tengo siempre ha venido marcada por una altiva e introspectiva capacidad para analizar todo aquello que les rodea, pero pasan los años y parece que esa característica introversión ha terminado redundando hasta finalmente dar como resultado uno de los álbumes más expresivos y comprometidos que el trío de Hoboken ha publicado en su extensa trayectoria.
Si se echa la vista atrás y se analiza el pertinente itinerario que la formación compuesta por Ira Kaplan, Georgia Hubley y James McNew ha seguido en los últimos años, podemos trazar líneas perpendiculares repletas de relevancia socio-histórica que explican, entre sus más recientes entregas, el sentido del contexto en el que las mismas se han fraguado: con There’s A Riot Going On (Matador, 2018) la banda dibujaba su particular reacción a una América consumida y harta tras los primeros años de la era Trump; posteriormente, la banda bajó de revoluciones con We Have Amnesia Sometimes (Matador, 2020), un disco instrumental en clave de post-rock, cargado de simbología etérea realmente mimetizada con el contexto pandémico en el que se fraguó; y finalmente, la banda concluye su personal examen y diagnóstico del entorno que nos rodea con This Stupid World (Matador, 2023), un diatriba sin ambages, ni metáforas, ni cortapisas que sentencia con determinación la realidad manchada de conflictos sociales interminables en la que se ha convertido nuestro día a día.
“This stupid world it’s killing me / This stupid world is all we have”, firma el conjunto en esa homónima This Stupid World, manifestando sin atisbo de dudas esa apreciación cínica y corrosiva sobre los acontecimientos candentes que sobrevuelan el mundo en el que vivimos, únicamente contrapuesta por la ferviente necesidad de mantener firmes nuestras convicciones con respecto a la voluntad de seguir peleando por lo que nos pertenece. “Everyday it hurts to look I'd turn away if only I could, I want to fall out of time” canta Kaplan en Fallout, clavando descarnados bofetones de consciencia en nuestra psique y dejando claro que, al contrario de lo que otros cortes del álbum más escapistas puedan propiciar, aquí se nos está invitando a afrontar con dureza y entereza lo que sea que esté por venir (“It makes me sick what’s in my mind”).
Aunque los años más poperos de la banda parezcan haber quedado ya enterrados en los confines de su discografía más primigenia (tal y como revelan piezas de contundente corte noise-rock a la Sonic Youth, como Sinatra Drive Breakdown), la banda no escatima en ofrecer una cierta diversidad, en ocasiones un tanto incongruente, que otorgue al disco una serie de matices que difieran de esa línea espinal caótica y disruptiva que parece dominar la tónica general del mismo. Así es como nos topamos con una confusa Until It Happens que evoluciona entre ritmos de blues y folk meditabundo, con James McNew reclamando su lugar en una lúgubre y elegante Tonight’s Episode, o esa maravillosa balada que es Aselestine, donde Georgia Hubley da el do de pecho poniéndose a los mandos de la voz principal (algo que, personalmente, siempre agradecemos enormemente).
Yo La Tengo no buscan convertirse en cronistas de nuestros días, aunque irremediablemente lo han terminado haciendo en esta diatriba catártica que suma humor y lágrima a la par. Ni la edad ni la nieve en el tejado les exime de seguir siendo una de las bandas más representativas del rock independiente estadounidense, y esa actitud, desconectada de las tendencias y despreocupada por si el metraje de algunos de sus cortes es abusivo o soporífero, es lo que les designa un carácter único y personal, pasen los años que pasen.