Redacción: Noemí Valle Fernández
Una joven prometedora es la historia de un trauma en el epicentro de la cultura de la violación protagonizada por Carey Mulligan. La ópera prima de la actriz, guionista y directora británica Emerald Fennell cuenta la historia de Cassie, una mujer que sostenía un futuro brillante entre sus manos hasta que un suceso la derrumbó por completo, es a partir de ese momento cuando decide conducir su vida como una venganza contra todo ese pringue misógino que cubre la sociedad, contra todos los hombres que todavía no diferencian la violación del consentimiento sexual.
Cassie recorre los bares de la ciudad con una actuación estelar: fingir que está ebria rozando la inconsciencia para detectar al hombre que lejos de ayudarla se aprovecha de su situación de vulnerabilidad para llevársela a la cama. El mensaje es claro: “no estamos teniendo sexo, me estás violando”, entonces Cassie, sale de su papel de víctima y se toma la justicia por su mano, dejando claro a todos esos seres vomitivos lo que son: sobones cómplices de un sistema que utiliza y oprime a las mujeres.
La historia es arriesgada como ninguna, plagada de diálogos desgarradores y un humor negro infalible, con frases agotadoras escupidas sin piedad ni empatía que hemos tenido que escuchar hasta la saciedad y que tras la gran pantalla se derrumban por su propio peso. Entre ellas los consejos paternalistas: “es mejor que no te pintes tanto, los hombres preferimos a las mujeres naturales, sin maquillaje”. El comentario rancio hizo estallar la carcajada femenina en la sala, porque sonaba cercano y familiar, porque aún impresiona el egocentrismo masculino de creer que todo lo que hacemos las mujeres gira en torno a ellos.
La trama no ha dejado indiferente a nadie gracias a sus giros de guion estrambóticos, por ello ha estado nominada a cinco Oscar de los cuales se llevó el premio a Mejor Guion Original, porque no había duda alguna de que toda esa historia que salió de la cabeza de Emerald Fennell era digna de un premio de tal categoría.
La película evidencia la impunidad que el sistema aplica sobre los hombres y la punta de pistola con la que mira a las mujeres, “no vaya a ser que los hombres se hagan cargo de sus propios actos”. La tragedia ocurre y aparece el dedo acusador: “estaba muy borracha, vestía de forma provocativa, se acostaba con muchos hombres”. La película recoge perfectamente la rabia de tener que seguir rebatiendo ideas misóginas, y vacías de argumento contra una sociedad casposa que no escucha a las mujeres.
Emerald Fennell denuncia en cada fotograma la norma patriarcal que nos sostiene y lleva hasta el límite una venganza ácida y retorcida de la mano de su personaje estrella, una forma de incomodar conscientemente al planeta a través de una cinta que ha desatado furia y empatía tras salir de las salas, colándose en las conversaciones de los espectadores, que mastican cada frase y cada gesto del film con el mismo furor que lo hace la protagonista.