Redacción: Fran González
Un verano entre amigos. Un apartamento con piscina en Daimiel. El júbilo común tras el fin del primer gran confinamiento. Y el éxtasis de sentir que se estaba gestando algo potencial y artísticamente grande. Esos y no otros fueron los aderezos que Miren Iza requirió hace poco menos de un año para comenzar a concebir el que probablemente sea su mejor álbum al mando de Tulsa.
Pese a puntuales rémoras aisladas, la cantante natural de Hondarribia reafirma la conquista pop que comenzó en su anterior disco Centauros (Intromúsica, 2017), encontrando en este nuevo enfoque el lienzo perfecto sobre el que moverse con soltura y acierto. Echando mano de sus usuales compañeros de gesta (Charlie Bautista, Ramón Nieto, Álex Moreno y Javier Carrasco), la guipuzcoana nos sacude las entrañas con un muestrario emocional único repartido en once pistas llenas de literatura y sorna a partes iguales.
La marca de la casa, sin embargo, sigue intacta. Relatos costumbristas que le parecen ajenos vistos a través del prisma de la crítica y el sarcasmo, y dotados de la presencia que solo su característica y árida voz es capaz de dar. Esas palabras combativas pero dulces, y en ocasiones al borde del desgarro, encuentran de nuevo en los sintetizadores un terreno fértil e idóneo para echar las raíces de su reflexiva melancolía.
En un atisbo de engaño, o de ingeniosa incoherencia, Miren decide abrir el álbum con un tema titulado Autorretrato, para después virar el rumbo y suceder así una serie de temas que poco (o todo) tienen que ver con su historia personal. Así pues, entramos en Ese Éxtasis (Intromúsica, 2021) preguntándonos cómo será capaz de superar su propio listón, si el primer tema es ya una delicia de corte pop intimista que entra de lleno en la lista de sus mejores canciones hasta la fecha. Pero no nos dejemos engañar por este insuperable arranque, porque a medida que desengranamos las capas que este álbum tiene tras de sí, comenzamos a descubrir narraciones maravillosas que nos invitan a adentrarnos y a sentirnos un protagonista más de ese cotidiano imaginario suyo.
Acto seguido, el álbum mantiene una cadencia sorprendentemente irregular pero tan conmovedora como siempre: nos menciona que “en el bar suena Betacam” entre ritmos sincopados para Destrucción Mutua Asegurada; reflexiona de manera introspectiva sobre el afecto y la sexualidad en una escena en la que el papel de los amantes se intercala y varía para Os Oigo Follar; referencia al libro chino de las mutaciones y su perspectiva taoísta como guías vitales en Gran Fuerza Domadora; y aún le quedan argumentos de sobra para arremeter contra el capitalismo y el elitismo social en La Boda y Dinero Caído del Cielo.
Entre veladas pero constantes referencias a Santa Teresa y una reformulación actualizada del mito de Penélope, Miren y los suyos todavía guardan entre sus pistas más razones por las que encumbrar el indudable potencial de Ese Éxtasis. Es el caso de Tres Venenos y Yo No Nací Así, dos temas que formaron parte de los singles de adelanto junto a Autorretrato y que se adhieren a nuestros oídos con una facilidad pasmosa.
Esta colección de anécdotas impersonales actúa como cristal a través del que mirar la vida para expresar con voz foránea sentimientos y emociones que indudablemente guardan un atisbo de relevancia propia. Miren ha madurado. Ha llevado sus exquisitas dotes de narradora a otro nivel y ha desarrollado una obra de pop de autora, catártica y sincera, que dejará huella en su carrera y en el género.