Redacción: Fran González
Son ya varios los indiscutibles motivos por los que podemos sentenciar que aproximadamente a lo largo del último par de años percibimos que algo está cambiando dentro de la música folclórica patria. Desde ese arranque juglaresco entre coplas y jotas que fue el “Fuego en Castilla” de El Meister publicado por Subterfuge Records el pasado año, las proclamas aragonesas en corte psicodélico y pesado de Les Conches Velasques con su “Celebración del Trance Profano” (Repetidor/Spinda Records, 2021), o todo lo que nuestros admirados Hermanos Cubero ha sido capaces de regalarnos en ese derroche de artesanía y respeto por la raíz, hemos ido dilucidando cómo la escena ha logrado maridar el espíritu innovador y vanguardista de la música independiente con esa romántica visión tradicional de nuestro patrimonio.
Así es cómo un disco como el que acaba de firmar Nacho Ruiz, aka Ruiz Bartolomé, logra no solo no desentonar en absoluto en pleno 2021, sino además maravillarnos. El compositor, cantante y multinstrumentista madrileño continúa apartando durante el presente año su banda Nine Stories (en stand-by desde 2017, tras ese Cinema Verité) para presentarnos con nombre propio (o mejor dicho, apellidos) un proyecto en el que toma por bandera de una forma mucho más presente esas trazas folk que ya intuíamos en sus anteriores trabajos. Como si de un ejercicio didáctico se tratase, a través de Cancionero del Guadarrama (Mont Ventoux, 2021) vemos como Nacho Ruiz trata de desnudar poco a poco los encantos y misterios de una de las protagonistas principales de la geografía madrileña. Desde tiempos inmemoriales, la Sierra de Guadarrama ha sido una próspera exportadora de inspiración a toda aquella alma creativa que admirase sus laderas y cimas con un mínimo de sensibilidad. Y como si de uno de esos poetas errantes se tratase, Nacho Ruiz, enfundado tras esa máscara que ahora protagonizan sus dos apellidos, ha logrado dar con el tono idóneo para confeccionar una colección de doce canciones que sirven como homenaje y manifiesto de una sentimental fascinación por aquellos elementos que comprenden la figura de este icónico accidente geográfico.
De un impecable y brillante acompañamiento de Elle Belga y Alondra Bentley (siendo esta última además la co-protagonista de un precioso dueto conjunto para ‘Romance de la Cueva de Mora’), una finísima producción a manos de Javi Vicente (Carasueño), y un ejercicio de exhaustiva investigación por parte de su principal artífice, nos llegan joyas con sabor a ayer, pero mirada presente. El uso y la combinación de múltiples instrumentos (algunos de ellos con un notorio aroma a rancio abolengo, y otros directamente extraídos del futuro más inmediato) favorecen una sugerente y disonante eclosión sonora que nos permite disfrutar de una profunda y conmovedora ‘Jota de la Sierra’ o de la energía sintética y lunar de ‘Institución Libre de Enseñanza 1883’. Pero además del atractivo que encontramos en su tono ecléctico, para lograr que en sus piezas se pueda atestiguar la realidad oculta de la Sierra de Guadarrama, Ruiz Bartolomé ha tenido a bien nutrir algunas de sus pistas con estremecedores fragmentos del NO-DO (como en ese libertario himno que es ‘Cruz de los Caídos’), hablarnos de esos héroes titánicos cuya presencia y aporte aún continúa siendo vigente más de un siglo después (como el pionero Birger Sörensen, convertido en pleno protagonista de su ‘La Loma del Noruego’, o esa oda al ‘Camino Schmid’, en recuerdo a Eduard Schmid, el referente austríaco del montañismo que bautizó el cruce entre el puerto de Navacerrada y el valle de la Fuenfría), o incluso ponerse en clave crítica y denunciar con rabia electrónica (e incluso autotune) el abuso inadecuado del Parque Nacional de Guadarrama en ‘Seis Millones de Personas’.
Éstas son tan solo algunas de las diversas caras y cruces que se apoderan del protagonismo de un álbum conceptual en el que Nacho Ruiz es emisor y al mismo tiempo testigo de todos esos testimonios, leyendas, mitos y narraciones que hablan por sí mismos. Como un catalizador contemporáneo y lejos de tan solo replicar el sabor del pasado, Ruiz Bartolomé ejerce de intermediario entre la historia y el presente para aproximarnos con garbo y recato a una parte de lo más reivindicable y significativa del paisaje y el espíritu madrileño.