Redacción: Fran González
Hay un lugar común al que tarde o temprano todos acabamos mirando a los ojos y con el que no siempre es fácil lidiar. El retorno al hogar primigenio, ya sea por placer o por obligación, involucra un atropellado encuentro con aquellas piezas de la memoria que quedaron en un indefinido stand-by. Del choque de recuerdos que sacudió la mente de Lucy Dacus durante su última visita a la casa en la que se crió en Virginia y de todos los recuerdos que sus nostálgicos hábitos atesoraron durante años nace el que es su tercer álbum de estudio, “Home Video” (Matador Records, 2021).
Lo de echar mano al pasado como fuente de inspiración no es algo que venga de nuevas en el proceso creativo de la cantautora norteamericana. Ya en sus dos previos discos pudimos percibir una tendencia marcada a evocar episodios de su vida que a día de hoy continúan resonando en sus sienes y en su imaginario musical. Sin ir más lejos, su segundo álbum, “Historian” (Matador Records, 2018), acaba derivando en un catálogo muy personal de rupturas sentimentales y catástrofes románticas. En esta ocasión, decide llevar algo más lejos esa fórmula de ahondar en su bagaje emocional y personal y decide subir su honestidad a una escala mayor. De la mano de sus viejos diarios de adolescencia y algunos videos caseros, Dacus comenzó a darse cuenta de que a priori lo que parecía un simpático reencuentro con sus antiguas pertenencias acabó derivando en un difícil ejercicio que le exigía confrontar su propia historia. Y su don para esbozar canciones retrospectivas y su imaginería melancólica hicieron el resto.
“Home Video” es una mirada incómoda pero necesaria a ese verano en el que todo pasó por primera vez. A través de sus once pistas, Dacus ofrece un paseo por su ya conocido folk acústico y pop descorazonado (de hecho, recluta a sus compañeras de banda, Phoebe Bridgers y Julien Baker, para hacer los coros en ‘Please Stay’ y ‘Going Going Gone’) que es contrapuesto con una pista atípica y excepcional en la que juega con la experimentación y la modulación artificial de su voz (‘Partner in Crime’).
Sin embargo, si abrimos el diario por la primera página, la pista elegida no puede ser más clara y directa, pues ‘Hot & Heavy’ es una acertada descripción de cómo sentirse tras recibir ese primer impacto que supone adentrarse en los pasillos de la memoria y enfrentarse a todas esas puertas que están a punto de ser abiertas: "Being back here makes me hot in the face / hot blood in my pulsing veins / heavy memories weighing on my brain." Con la delicadeza que le caracteriza, la cantante natural de Richmond nos presenta poco a poco un amplio y diverso abanico de temas universales con los que es relativamente fácil sentirse reflejado. Desde la exploración culpabilizada de su identidad sexual (‘Triple Dog Dare’), la influencia de la religión más abusiva (‘VBS’), o la fragilidad de la amistad perdida (‘Christine’). En ocasiones, las vivencias más luminosas dejan paso a la cara más lóbrega de la cantante, que nos golpea con reflexiones amargas, como por ejemplo sus vivencias en un campamento cristiano teñido de casettes de Slayer y drogas caseras: “In the summer of ‘07, I was sure I’d go to Heaven / but I was hedging my bets at VBS.”
No obstante, durante toda esta arriesgada travesía de agridulces reminiscencias, Dacus se muestra segura y cómoda, ilustrándonos sobre cómo es ese proceso de mirar al pasado desde un presente seguro y empoderado. Con estas canciones, nacidas en el seno del estudio Trace Horse de Nashville, la cantante nos ofrece un necesario ejemplo de sanación y reconciliación personal, quitándole el candado a ese pubescente diario para nosotros, pero recordándonos que el futuro es incierto y no es un lugar cómodo para ella.
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