Redacción: Fran González
Después de algunos tibios adelantos, todo parecía indicar que un nuevo viraje madurativo por parte de la escena mainstream hacia raíces folk minoritarias estaba en camino. ¿Qué podría fallar, siendo ésta una fórmula ganadora que ya habíamos visto aplaudida por la crítica recientemente? Sabemos que Lorde se toma su tiempo. Cada uno de sus álbumes es un reflejo de su progresión vital y personal, que nos ha servido como tríptico ilustrativo para conocer un poco más cómo esta cantautora se ha enfrentado al paso de unos años tan decisivos y no exentos de conflictos de índole privada.
Pues bien, “Solar Power” (Universal Music, 2021) nos exige ahora que hagamos un examen de abstracción considerablemente generoso y nos pide que no caigamos en la tentadora idea de comparar su nuevo registro con progresiones estilísticas ajenas ni éxitos previos propios. La neozelandesa ya no es la post-adolescente que nos enamoró con “Pure Heroine” (Universal Music, 2013) y nos convenció más tarde con “Melodrama” (Universal Music, 2017), y este hecho no debería de sorprender a nadie. A sus 24 años, Ella Yelich-O’Connor ha querido buscar una reinvención discreta y libre de ornamentos de radiofórmula. Baja el ritmo, se muestra distendida y relajada, y nos invita a mirar la vida desde su despreocupada y privilegiada atalaya.
La oportunidad de hacer un álbum como “Solar Power” era un tren al que había que subirse, porque era el momento y porque, si se jugaban bien las cartas, supondría el renacer de una nueva entidad artística que muy probablemente podría deparar una gran proyección futura para la artista de Auckland. Sobre el papel todo parecen buenas intenciones. No obstante, la realidad nos golpea despiadadamente con un frustrante catálogo de pistas que en ocasiones se quedan a medio camino de aquello que la neozelandesa parece pretender. La que en su día fuese bautizada por David Bowie como la futura promesa de la música acaba cayendo en un incompleto y deslucido discurso através del cual quiere mantenerse al margen de sus anteriores facetas. Vemos así un claro y conciso “If you’re looking for a saviour, that’s not me” en ‘The Path’, el primer tema con el que rompe la baraja de “Solar Power” y que pretende asentar las bases de una personalidad natural, reconstruida y convencida. Difícilmente hay espacio para los equívocos: en esta ocasión, arriesga de sobremanera introduciendo un tema de tan rabiosa actualidad como es el del trabajo de la salud mental, invitándonos a dejar atrás la angustia y la rabia de años anteriores para unirnos a su personal desfile de buenas vibraciones. Porque si hay algo que este “Solar Power” busca es precisamente abogar por un optimismo ambicioso (y en ocasiones, forzado) y desear que éste se prolongue con posterioridad.
Sonidos orgánicos que dejan atrás una etapa digital plagada de sintetizadores llenos de euforia y que preconizan una esencia general acústica, e incluso puntualmente psicodélica, con guiños claros pero insuficientes a una manida iconografía setentera. Es así como através de unos tintes que bailan entre el ‘Freedom’ de George Michael y el ‘Loaded’ de Primal Scream nos acabamos viendo envueltos en un tema homónimo que parece sostener la responsabilidad de liderar el rol de hit y peso pesado del álbum, con un halo liberado e inocuo que cuesta comprar de primeras.
Aunque Lorde es quién es, y es innegable que también hay tiempo para acordarse de las agridulces nubes que intentan taparle esos cielos brillantes y despejados a sus enchidas pretensiones. Dentro de su flamante positividad hay alegorías dedicadas a la naturaleza y a su preocupante estado de riesgo, como esa ‘Fallen Fruit’, o a los intermitentes periodos de ansiedad que tratan de ser reflejados en su ‘Stoned At The Nail Salon’, pista en la que se encuentra acomapañada de una interesante remesa de fondos corales, entre las que se encuentran voces tan variopintas e interesantes como la de Phoebe Bridgers, Clairo, James Milne o Marlon Williams. A golpe de unos puntuales y oscuros instrumentales, la producción del célebre Jack Antonoff hace su más que grata aparición para tratar de salvar los muebles y añadir algo de personalidad y carisma.
“Solar Power” nos transmite la inmediata necesidad de su autora por definir y reafirmar un capítulo nuevo en su carrera artística. Una amalgama de pop calmado en el que vemos con total claridad que Lorde ha abandonado esa preocupación de tener que agradar a un público generalista y que se halla en un proceso de autodeterminación propia que muy probablemente requerirá de un posterior trabajo con el que renovar sus votos. Mientras tanto, en este disco podemos ver cómo la neozelandesa conserva una honestidad innata que ya hemos podido presenciar en algunos de sus anteiores trabajos, pero sin esa pesada carga de tener que convertir sus análisis personales en exitosos hits para las masas. Y solo por ello, ya merece nuestro voto de confianza.
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