Redacción: Andrea Genovart
Nos encanta consumir historias de cantantes y estrellas del rock. Saber cuántas veces se casaron, con quién se pelearon, en qué se inspiraron cuando escribieron tal canción. Cómo vivían específicamente lo que era común en todos, es decir, las drogas, fiesta y rock n roll. Queremos saberlo todo de la existencia de los famosos del mundo de la música, como si ésta fuera absoluta y radicalmente diferente a la nuestra. Y conseguimos saberlo. No solamente tenemos las paredes llenas de pósters de Él (pocas veces es Ella), sino que sabemos cómo se llama su madre, cuál es su horóscopo, su comida favorita, a qué colegio iba, cuál fue la primera película que vio en el cine, su sueño recurrente. Esto está claro, aunque muchas veces cometemos el error de entenderlo desde una fiebre adolescente.
Sin embargo, nunca nos hemos planteado qué forma particular tiene la vivencia de cada fan, pues hay una especie de tabula rasa que los pone a todos en el mismo saco y nos obliga a generalizar. ¿Quienes son? ¿Dónde viven? ¿Hay adultxs que arrastran el mismo fanatismo que empezó con los 15 años? Starlust. Las fantasías secretas de los fans. de Fred Vermorel, editado por Contra Editorial, sitúa por primera vez en el centro a todas esas personas que son poseídas por el fenómeno fan. Y a quien les debemos, en primera instancia, que los cantantes lleguen a ser completas celebridades.
Starlust recoge las fantasías y deseos más profundos y esclavizadores de decenas de personas, los nombres y otros datos de las cuales han sido alteradas para preservarlas en el anonimato. Y lo hace desde su lado más íntimo, que es a la vez el más universal, porque no tiene que ver con la ostentación de los ídolos en cuestión sino con una serie de vivencias y emociones terrenales y cotidianas. Así pues, uno no puede evitar sentir cierta compasión y vulnerabilidad cuando lee las líneas de este extraordinario ensayo, ya que lo que aquí es extraño es que sentimientos tan nobles y/o tan puros recaigan en sujetos de éxito tan y tan lejanos. Así que, más que dedicarse a recoger excentricidades sin ton ni son, Starlust saca a la luz una serie de emociones vividas desde la máxima intensidad sobre alguien que ves por la tele o escuchas por la radio.
Pero la gran riqueza de este ejercicio es que está resuelto de una forma caleidoscópica. Lejos de pensar que el fenómeno fan son gritos y desmayos, Vermorel equilibra todos sus tipos de testimonio y analiza todas sus caras posibles. Pues que cualquier situación es experimentada de diversas maneras es algo que nunca se nos tendría que olvidar. Por esa razón, los capítulos están divididos en Pasión, Misterio, Poder, Posesión, Obsesión, Éxtasis y Delirio. Cada uno de ellos recoge testimonios de fans, exprimiendo el matiz emotivo y pudiendo comprender que, incluso quien comparte ídolo, se relaciona - platónicamente - con él de distinta forma. Aunque lo más interesante no es descubrir por y para quien vive tal persona, sino cómo repercute en su entorno este sentido vital del que no pueden escapar - y que confiesan, muchxs, querer acabar con él por su propio bien. Leemos situaciones sobre maridos resignados, maridos que hacen elegir entre su matrimonio y/o los posters de Marc Bolan, mujeres que solamente tienen parejas que parecen físicamente a Bowie. En algunas ocasiones, asistimos al relato de cómo aquellas fantasías se realizan, es decir, que la fan pasa a ser una chica desconocida a la grupi que consigue acostarse con su amor platónico en el backstage. Aunque, como es de cajón, este par de historias acaban mal. Esto es, en nada.
Sin embargo, también vemos la parte menos divertida y que hace tomarte el ensayo como un material del que poder debatir y analizar más rigurosamente estos patrones de la cultura pop. Y es la que roza la locura, es decir, cuando el fan en cuestión empieza a vivir una fantasía sin ser consciente de ello, como es el caso de un hombre que está convencido que Here Comes The Sun está escrita para él y que los Beatles, a distancia y sin conocerlo, le están mandando una señal. De hecho, hay una carta donde una fan de Bowie reconoce abiertamente poder entender a la persona que mató a Lennon, porque ella también se lo ha planteado. Como acto de pura supervivencia para su estado de angustia vital. Agüita.
Pero sin duda, lo más interesante del trabajazo que se ha marcado Fred Vermorel es la desmitificación de la idea de fan. Reduccionista, simplista. Si bien es cierto que la mayoría de testimonios que encontramos en el libro cumplen con la figura arquetípica de mujer adolescente que se quiere casar con su ídolo masculino y de belleza aberrante, encontramos otras historias que ejercen un contrapunto frente a estos clichés y que permiten tener una visión más panorámica y enriquecedora. Perspectiva que probablemente no tendríamos sin aportaciones tan singulares como ésta, ya que este tipo de situaciones no suelen salir a la luz ni forman parte de nuestro imaginario colectivo por miedo al qué dirán. Y eso explica las palabras del autor en la introducción: «no todos se prestaron a hablar inmediatamente; muchos tuvieron reparos ante la idea de expresar sus sentimientos con total sinceridad». Porque si es duro tener una depresión al enterarse que Sting se había casado, ser dos mujeres adultas que se cartean para consolarse y desahogarse ante la culpa de querer más a su ídolo que a sus parejas o verse haciéndolas un muñeco de tela de Barry Manilow para masturbarse, debe ser más duro explicarlo y que nadie te comprenda
Por último, Starlust no es solamente valioso por crear esta constelación sino por situarla en un contexto determinado. Y es el de los iconos pop. Porque el fenómeno fan tal y como lo entendemos hoy no ha existido siempre, más bien al contrario, es relativamente reciente. A partir de estos testimonios, podemos comprobar cómo además de patrones hay ídolos que se repiten. Y éstos son, además de Bowie, Michael Jackson, David Essex, Nick Heyward, los Who, el cantante de Visage. Figuras clave en la estética glitch y en el desmelenarse. Y esta coincidencia histórica tiene su explicación, porque como se indica en el epílogo «la fama es la religión de nuestra sociedad de consumo». Y todos sabemos el poder que tiene la idea de un Dios sobre todas y todos nosotros: omnipotente. Por eso hay que leer Starlust, porque es a la Bíblia el Anticristo silenciado.