Redacción: Fran González
No éramos conscientes de cuánto habíamos echado de menos el proyecto de Tom McFarland y Josh Lloyd-Watson hasta que empezamos a recibir con prolífica generosidad los sendos adelantos de su tercer álbum. Jungle es de esas bandas que desde la humildad y el recato, nos cuelan uno de los mejores discos del año sin titubeos ni aspavientos. No hay máscaras ni pretensiones, no hay trampa ni cartón. En “Loving In Stereo” (Caiola Records, 2021) se entregan en cuerpo y alma al placer, a la celebración más natural y distendida, y a la euforia de seguir vivos, que no es poco.
El hermanamiento y el cariño que unen a McFarland y Lloyd se palpa desde la primera estrofa y es una pieza clave y definitoria para entender el buen rollo instantáneo que evoca cada una de las pistas del nuevo disco de este tándem londinense. “Loving In Stereo” transmite esa sana desinhibición y nihilismo hedonista que solo se puede sentir después de haber afrontado diversas adversidades vitales tras las cuales percibimos nuestro entorno inmediato con una visión renovada y deleitosa.
Sirva un apabullante arreglo de cuerdas sobre el que flota ese “dry your tears, don’t cry I’m with you this time” para abrir el disco como un amplio y romántico telón de fondo, revelando tras de sí un escenario presto y dispuesto para levantarnos de inmediato de nuestras butacas. Poco o nada se hace esperar la llegada de uno de los actos más relevantes del álbum, pues luego de esa conmovedora orquestación en in crescendo aparecen los primeros indicativos de que no va a haber más remedio que bailar este disco hasta que sus artífices decidan ponerle fin. ‘Keep Moving’ fue el adelanto original y primigenio de lo que estaba por venir y en su momento ya nos cautivó de inmediato con sus reminiscencias disco y su entusiasmo contagioso. Es un tema tan redondo e impecable que solo el mero hecho de intentar justificar su valía se torna innecesariamente redundante. Entre coros de euforia, un “thanks for making me stronger” sintetiza y sella sin cortapisas la energía tan significativa que emanará progresivamente a lo largo de las catorce pistas de un álbum al que es imposible no entregarse con esperanzadora devoción.
Otro de los detalles que nos permite poder apreciar cómo el colectivo londinense fluye de esa manera tan infecciosamente apacible y positiva es el hecho de que este “Loving In Stereo” sea el primer disco que firman a través su propio sello independiente, Caiola Records. No es que el matrimonio entre la banda y XL Recordings no nos haya ofrecido auténticos momentos de delirio y explosión en el pasado, pero la nueva libertad de la que gozan McFarland y Lloyd se percibe con notoriedad en prácticamente cada uno de los compases del LP. Sin ir más lejos, la participación directa del rapero franco-neoyorquino Bas para esa suerte de hip-hop funky que es ‘Romeo’ o la colaboración con la artista suizo-tamil Priya Ragu en una delicada y calmada ‘Goodbye My Love’ son dos pistas clave para lograr entender la evolución conceptual de la banda. No solo juegan con la versatilidad y la apertura de miras a la hora de presentarnos las diversas caras de una fórmula reconocible y reconstruida, sino que además invitan por primera vez en siete años de carrera a algunos artistas externos a contribuir con su granito de arena a un trabajo que ya de por sí era de cinco estrellas.
A pesar de lo tentador que pudiera ser rendirse íntegramente a los singles centrales, lo cierto es que “Loving In Stereo” arroja destellos de genialidad y talento más allá de sus principales y más vistosas joyas. A lo largo de todo el álbum, hay un aura retro y setentera que tiñe a conciencia cada arreglo, cada beat y cada falsete, trasladándonos a una hipotética Studio 54 actual y post-pandémica que estalla especialmente en piezas como ‘What D’You Know About Me?’, ‘Bonnie Hill’ o ‘Fire’, en las que la remarcada línea de bajo toma el control y nos sacude de forma ardiente y excitante.
El ritmo atropellado y trepidante del disco (enarbolado por múltiples coreografías, concienzudamente trabajadas y presentadas en su extensísimo arte visual) encuentra, sin embargo, algunos tramos sobre los que aminorar velocidades, como el semi-reggae para ‘Just Fly, Don’t Worry’, o ‘Can’t Stop The Stars’, la pieza orquestal encargada de cerrar y poner el lazo a un disco que demuestra las capacidades de las que dispone Jungle para redefinir sus métodos, invitándonos a vivir un verano del amor sin prejuicios ni lamentaciones.
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