Redacción: Andrea Genovart
Sí, ya nos hemos enterado todos. Una de las bandas referentes de la electrónica más comercial acaba de sacar su disco, justo en el momento en que han podido presentarlo en nuestra península (Vida Festival) y que han anunciado conciertos para noviembre en Barcelona y Madrid. A Bath Full of Ecstasy (2019, Domino Records) es, precisamente, lo que vemos en la portada y en el título: un canto al amor y al color. Muy naif, inocente, incluso podríamos decir que infantil. Es cierto que Hot Chip siempre ha sido sinónimo de fiesta y alegría, y han huido de la trascendencia, llevándonos casi al límite de la euforia pero siempre frenados por una sutil moderación. En este nuevo lanzamiento, sin embargo, encontramos una notable bajada de revoluciones que tiene que ver con un objetivo mayor, que es adular a un estado nuevo, armonioso y de una gustosa tranquilidad.
Queda claro en cada una de las doce canciones la consistencia del cambio. Dejamos de encontrar la obviedad de un sonido electrónico en detrimento de unos tonos tropicales de tempo medio que se acercan a Caribou y los alejan de Cut Copy. Ya con Melody Of Love, la canción encargada de abrir el disco, uno puede percibir lo que encontrará luego: canciones que podría encajar en un afterwork ibicenco de música chill y para hippie. O en el comienzo de una fiesta ochentera donde todavía quedan tres cuartas partes por llegar y arrancar la noche. Sí que es cierto que hay un par de temas que se alejan de este pacifismo con algo más de punch, como es Spell - tema donde había participado Philippe Zdar de Cassius, que justamente falleció un día antes de su publicación, o Boy From School. Éstos dos últimos temas permiten recuperar esa idea de fuerza que ubicábamos en el historial de la banda, que tiene que ver con el protagonismo del bajo y una voz que acaba por quedar en un segundo plano, abriendo espacio a unos ritmos construidos progresivamente y por capas y capas de instrumentos, hasta eclosionar en una especie de hype colectivo. Es esta catarsis lo que se echa en falta en el nuevo repertorio de la banda y que, precisamente, tambalea la esencialidad de la banda, que reside en la celebración del directo.
Esa calamidad abre la puerta a un tono psicodélico muy particular, y a la vez muy en pinzas, ya que el marco por excelencia no deja de ser la electrónica. No obstante, encontramos ecos y sonidos celestiales de esos que suponen un irte lejos en la misma canción y que recuerdan a las fórmulas del dreampop. En esta lógica, A Bath Full of Ecstasy debe entenderse desde una unidad plural y desde la experiencia del viaje. Porque en definitiva, es eso, una especie de mirada pseudomística que homenajea al amor, la temática de casi todas las canciones.
Es cierto que para los amantes de Hot Chip el disco, al menos en las primeras escuchas, puede sonar más raro que nada. Sin llegar a la estupefacción, pues la incomodidad nunca ha sido algo que ha ido de la mano con ellos. Pero al principio uno no puede evitar sentirse desubicado ante este giro compositivo, que tiene que ver con la maduración de un sonido. Algo que, por otro lado, es totalmente comprensible teniendo en cuenta que nos encontramos con el séptimo álbum de la formación inglesa, de casi dos décadas en vigencia. Así pues, parece ser que la palabra “éxtasis” del nombre del disco tiene que ver más con una causa estupefaciente que ha permitido componer este nuevo disco que no más bien un estado provocado por un ritmo imparable de las canciones.
No sabemos si recaerá en la anécdota o en una nueva etapa pero, de momento, se nos dice que debemos ir al trote en vez de al galope. Y es que mejor eso de no ir a marcha forzada. Entre líneas se nos dice que ya no hay tanta prisa y que las luces son otras. Sí que es cierto que con la fiesta que han prometido con cada nuevo lanzamiento, proyectar un directo con este disco puede quedarse como algo pequeño. Si es que hay quién puede llegarlo a imaginar. Porque, precisamente, si algo tenía Hot Chip era lo que pasaba cuando tocaban en vivo, y todo lo que se creaba alrededor; ahora, al escuchar A Bath Full Of Ecstasy, a uno no le puede nacer la necesidad de saltar desde abajo del escenario. Aunque eso no suponga que este nuevo sonido no persiga - y, de hecho, consiga - una cierta exigencia cualitativa. No obstante, aunque no haya pista de baile, o si la hay es de cuando está todavía medio vacía, la banda demuestra tener la capacidad de renovarse y evolucionar sin sonar extrañamente mal. O malamente extraños. Hot Chip se han dejado llevar, y ahora nos toca a nosotros hacerles caso para apreciarlo.