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Crítica de 'Háblame (Talk to Me)': A24 anima un verano huérfano de terror con el estupendo debut de los youtubers RackaRacka

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Háblame (Talk to me) (2023)

Redacción: Jorge Loser

Quizá el cine de terror de 2023 no esté dando tantas alegrías en las salas de cine como en 2022, pero de cuando en cuando la pantalla deja alguna sorpresa como Háblame (Talk To Me), que se ha convertido en el mejor estreno de la productora A24 detrás de Midsommar, debutando con unos estupendos 10 millones de dólares que superan el doble de su presupuesto de 4'5. Pescada en el mercado de Sundance, el debut de los youtubers RackaRacka no es un proyecto cocinado en el seno de la productora independiente, pero aglutina muchas de las virtudes de sus grandes hits.

La película es una sólida puesta al día del cine de espiritismo y Ouija para la generación de los desafíos virales, con la posesión como alegoría de la experimentación grupal con la droga y el angst adolescente. Atrevida y oscura, su collage de éxitos de horror sobrenatural de la pasada década promete más de lo que termina dando, y quizá muchos se han adelantado a elevarla como la gran joya de terror del año. Sin bien no es así, los hermanos Philippou sorprenden con una dirección muy madura para un debut que, a pesar de ser muy pequeño, está mejor acabado y tiene que muchas más ideas que la media del cine juvenil de terror USA, con algunas escenas de impacto que entran entre lo más angustioso del año.

El secreto de Háblame para diferenciarse de los típicos artefactos para la chavalada de Blumhouse, además de no cortarse en la representación de la violencia, es que utiliza retales de películas recientes sin llamar demasiado la atención, hay ideas desde Insidious o It Follows, pero en donde Smile se condensaba en un espectáculo de puesta en escena y dominio del espacio cinematográfico, aquí no puede dejar de notarse que hay un constante esfuerzo por ensanchar un presupuesto para parecer un producto digno de un estudio. Sin embargo, el resultado tiene aspectos en común con Aterrados, como su brutalidad y estética rabiosa, que no es nunca impedimento para construir una mitología propia que funciona y da para franquicia, aunque nunca llege a explotar todo su potencial.

Quizá su mayor problema viene asociado a su mayor virtud, y es que la película lanza un órdago en su primera mitad, atreviéndose con ideas que nunca aparecerían en una obra de gran estudio, para finalmente decantarse por un enfoque psicológico más melancólico y genérico, acorde a otras variaciones de la historia de La pata de mono, de la que también bebe. La propuesta de los Philippou se siente fresca porque saben conectar con la personalidad generacional del presente, ubicando su punto de partida en ideas propias de creepypastas estacionales que se dan por hechos en su universo de adolescentes que viven en los móviles. En vez de temer y rodear lo desconocido, los protagonistas se lanzan a ello, un poco como una versión de botellón de Línea Mortal.

Talk to Me - A24

En este caso el desafío viral es una mano que sirve como conexión con el mundo de los muertos, no muy diferente a lo que vemos en una película clásica al estilo Witchboard: juego diabólico y, en el fondo, tampoco al de premisas de artefactos con lecciones vitales para adolescentes descuidados como Siete deseos. La diferencia con estas es que, además de ser particularmente cruda, está llena de recursos y movimientos de cámara interesantes, aprovechando muy bien sus medios, aunque también tienda a caer en lo cursi en momentos concretos, especialmente por el efecto de una banda sonora que en ocasiones se deja llevar por un sentimentalismo ordinario que denota cierta inocencia cándida de debutante.

Lo mejor de Háblame son sus apariciones y el imaginario de horror paranormal que despliega, una serie de sencillos cortes de montaje que funcionan y construyen una mitología no muy compleja que alienta una conclusión impredecible en la imaginación. Sin embargo, su final resulta abrupto, da la impresión de que faltara el clímax de un tercer acto que se queda con ganas de continuar. Con todo, su conclusión es suficientemente oscura como para alejarse de la complaciente mercancía juvenil de la industria y parece una corrección de los juegos de posesión juveniles de Head Count (2018), e incluso en su segunda mitad deriva en algo más similar a Verónica (2017), cambiando la tabla de invocación por una mano maldita y una adolescente acorralada por sus circunstancias en la irrupción de lo sobrenatural.

En el conflicto de su protagonista plantea mejor el duelo adolescente por la madre muerta que la reciente The Boogeyman (2023), pero al final tenemos dos obras en el mismo año con la misma adolescente deprimida, el mismo conflicto y las mismas metáforas sobre la bajona juvenil a través del monstruo. Ya toca ir renovando la plantilla. Estos baches no despojan a Háblame de una fuerza creativa imponente, que seguramente convertirá a los hermanos Philippou en nombres presentes en conversaciones durante mucho tiempo. De momento no será en el cine de terror, ya que su próximo proyecto es una adaptación de Street Fighter, así que habrá que esperar si más adelante conciben esa extraordinaria película de miedo que se les ha atribuido en este estimable primer intento.

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