Redacción: Miguel Vico
El pseudoculturalismo estará por siempre asociado a la música electrónica. Desde la categorización de un subgénero como IDM (Intelligent Dance Music) a la adoración de algunos artistas por su aura misteriosa o profunda, muchas veces se peca de engrandecer obras sin comprenderse exactamente por qué.
El francés Gesaffelstein llevaba cinco años desaparecido desde el lanzamiento de Aphex, su proyecto más destacado hasta el momento. Su regreso revolucionó las redes sociales y la gente, emocionadísima, celebró la noticia. La situación recuerda a la que se vive habitualmente con Porter Robinson, un artista que hasta hace aproximadamente un año había hecho 13 temas en toda su carrera (él mismo lo dijo) y que, sin embargo, andaba como si fuera Jesucristo. Que no se malinterprete, ambos son excelentísimos artistas, productores del más altísimo nivel, pero el nivel de éstas no termina de estar a la altura de justificar que reciban más reconocimiento que muchos otros artistas del género.
Con todo este cúmulo de expectación, Hyperion -su segundo álbum de estudio-, ha salido finalmente al mercado. Superproducciones con The Weeknd y Pharrell Williams para darle empaque a un proyecto compuesto por 10 temas y que reincide en un estilo tan negro como la portada del álbum. Estos dos sencillos están producidos con cuidado, mezclando cariño y oscuridad en partes iguales. Blast Off, el sencillo con Pharrell destaca entre el resto de temas, ofreciendo un sonido y diseño bastante atractivos.
Gesaffelstein nos golpea una y otra vez en sus temas con la panorámica nocturna de una ciudad desencajada y un ambiente de perversión. Un estilo en el que el artista se sumerge con total autocomplaciencia como si dijera “esto es lo mío, como ser humano estoy destinado a esto”. La producción final suena más a banda sonora original que a proyecto musical de estudio y aun así, refleja el deseo de ofrecer algo que alcance a un público más amplio. Hyperion es, en definitiva, un álbum profundamente enfocado a este tipo de aficionado pseudocultural.
Humanity Gone, Vortex, Memora... el francés coge ideas de muchos lugares y las reconvierte en una película en tres dimensiones. A primera vista, si estás con las gafas, alucinas con la profundidad y la espectacularidad de las escenas. Sin embargo, en el momento en el que te quitas las gafas, la distorsión y el juego detrás del efecto sale a relucir. El caso de Humanity Gone es especialmente curioso, pues dura nada más y nada menos que diez minutos. A priori no debería indicar nada negativo y estamos hablando de una duración fácilmente alcanzable dentro de la música electrónica. Sin embargo, queda pobre cuando vemos que la duración total del álbum es de cuarenta minutos, reflejo del puro postureo.
Como gran excepción a esta superficialidad aparece Reset. El segundo tema del álbum te transporta mejor que ningún otro a este espacio podrido, un tema que bien serviría para ambientar una nueva película de la saga Blade Runner. Este tema sobre todo, pero el álbum por completo, rezuma un ambiente cyberpunk genérico. Dependerá del gusto de cada uno si esta temática gusta o no, pero Gesaffelstein no hace nada innovador para presentarse como referente de nada.
Y aun así, Gesaffelstein sobrevive a través de una estética muy atractiva. El aura de oscuridad le da un toque interesante, no se puede negar, y hablamos de un estilo que no abunda en demasía últimamente. Quizás justo por eso da tanta rabia que el resultado final de algo que exige cuidado y mimo sea tan superficial.