Cuando el polifacético y multidisciplinar Rostam (miembro de Vampire Weekend y responsable en la producción de trabajos firmados por las HAIM o Clairo) se ofrece a producir tu nuevo trabajo –previo a declararse fan de tu música vía DM de Instagram-, las opciones que te quedan son ponerte a mirar vuelos a Los Ángeles de forma inmediata y contar las horas para sumar tu talento con el de este genial partener. Algo así debió vivir la artista británica Georgia, quien tras la publicación de Seeking Thrills (Domino, 2020), -y la escasa y desafortunada vida posterior que éste pudo tener, a razón de la pandemia- no paró quieta ni un segundo hasta brindarle a éste la continuación que se merecía.
Tampoco es que a la británica (ya experta en lo que a ponernos a bailar a la voz de ya se refiere) le urgiera en exceso ofrecerle este particular upgrade a su propuesta, pero sin lugar a dudas Euphoric (Domino, 2023) nos demuestra que la carrera de Georgia evoluciona en presente y hacia adelante, sin escatimar en recursos que formalmente convenzan y subrayando así que la corona del dance británico cada vez parece encajarle mejor. Los respectivos diez cortes que comprenden el tercer trabajo de esta artista no son sino la prueba de que la experiencia comienza a ser una compañera de viaje de lo más fructífera para la misma, encontrándose ahora con la capacidad necesaria para dibujar un proyecto que nos saque del club en el que acontecían las diferentes andanzas de Seeking Thrills, y trasladándonos directamente a ese callejón post-discotequero, alumbrado con las primeras luces del alba y donde todos los corolarios de una noche perfecta se suceden.
Mientras nos recibe una de las mejores baladas dance que hemos escuchado en los últimos años (It’s Euphoric), una producción con mirada noventera logra que ciertos relatos de pop genérico se traduzcan en himnos potenciales (Give It Up For Love), gracias a sus pianos caprichosos y sus estribillos en todo lo alto, capaces de maridar el hedonismo vacuo de la pista de baile con la auto-aceptación y el amor propio. Este romanticismo, capaz de prender en nuestro interior una llama emocionante y cautivadora, nos demuestra que, por fortuna, el fulgor de Euphoric no termina donde lo hacen sus respectivos sencillos de adelanto (sirvan la emulsionante y creciente Mountain Song o la explosiva y festiva All Night como ejemplo de ello) y el álbum crece hasta colocarse a la perfecta altura de su antecesor.
Es precisamente una mirada retrospectiva la que hará las veces de biombo entre las dos mitades que dividen el álbum, con esa curiosa forma de recuperar el Live Like We’re Dancing, incluido originalmente en el R.Y.C. (Polydor, 2020) de Mura Masa, y que ahora sirve como guiño a las buenas migas entre Georgia y Rostam (aunque, particularmente, nos quedemos con la original). Después de este connato de nostalgia cercana, sentimos un puntual desacelere en el desarrollo del álbum y encontramos algunas dificultades para reconectar con el mismo (topándonos con unas anodinas The Dream y Keep On, que de forma manifiesta no logran estar a la altura del resto de buenos momentos de los que el álbum goza). Aun así, e incluso en medio de sus pasajes menos sobresalientes, Georgia demuestra una empatía enternecedora y reconfortante a más no poder: la misma que vemos en esa amiga que no te suelta la mano ni en los momentos más oscuros de la noche y que sería capaz de acompañarte hasta el fin del mundo cuando las cosas no han salido como se esperaba (Friends Will Never Let You Go).
Sin exceso de pretensiones, Georgia se equipara al nivel ofrecido en su anterior trabajo, ampliando así su jugosa lista de hitazos con los que caldear cualquier pista de baile que se precie, y de paso retratar fielmente un fresco con las diferentes aristas que comprenden ese torbellino de emociones, anécdotas y sensaciones que la noche esconde tras de sí.
