Redacción: Andrea Genovart
Que surjan nuevos grupos no con un poco de punch sino con sencillamente punch se agradece. Los irlandeses Fontaines DC acaban de irrumpir en la escena actual, que que parece ser que busca llenar a toda costa los huecos provocados por un exceso de indie edulcorado, de canciones donde todo gira alrededor de un romanticismo ególatra y que suponía que la música dejara de intervenir en contextos más amplios y de denuncia.
Este quinteto ha llegado de sopetón y representando una nueva generación que se aleja cada vez más de la burbuja hedonista de hijos de padres con problemas de casa media. La música de Fontaines DC reivindica una distancia cínica y compleja que, la verdad, empezaba a echarse en falta para los nostálgicos de los principios de los noventa; esta vuelta al puño sobre la mesa explica que su LP debut, Dogrel (2019, Partisan Records), haya recibido en lo que llevamos de año de las mejores críticas a nivel global. Y es que el primer repertorio ofrecido por la banda es, además de una propuesta diferente que nada tiene que ver con los circuitos mainstream de Pitchfork, es de una gran calidad. No es de extrañar, pues, que la banda sea proyectada como una referencia necesaria a la hora de pensar en nuevas bandas que apuestan por la beligerancia, de esas que no tienen pelos en la lengua y están lejos de pedir disculpas por ser comedidos ante su tono demasiado agresivo.
Dogrel es el primer disco de la banda con sede en Dublín. Se trata un disco que le encaja al oyente desde el primer segundo si ha sido de su aprobación - con notable, por supuesto - las últimas propuestas de Sleaford Mods o IDLES. Un disco que, como estos referentes últimos, ataca directamente a la realidad sociopolítica, aunque de un modo más metafórico o impreciso que estas bandas. Quizá de un modo más emotivo: “None can revolution lead with selfish needs aside / As I climb, I'm about to make a lot of money / Goes around and around and around” cantan en Too Real, haciendo un guiño a los Preludios de T.S.Eliot en el videoclip. Pero lo que hay de trasfondo es, al fin y al cabo, lo mismo: un vómito. Fontaines DC dan rienda suelta a toda aquella angustia generalizada, en la que uno se reconoce ya no a nivel personal sino como ciudadano de un sistema neoliberal. Sin embargo, el quinteto no se enmarca en un arduo repertorio de post punk. Introduce ligeramente la guitarra que le permite desvincularse de él muy ligeramente, al menos de forma total, y ofrecer un registro más garage. O incluso más rockabilly, como sucede con el temazo Sha Sha Sha. Un gesto además de distinto, arriesgado, puesto que hay el riesgo implícito de que se los tome menos en serio por querer recogerse en un marco un poco más pop.
No obstante, cabe no caer en el fácil prejuicio de determinar una propuesta fuerte por un formato rudo y áspero: Fontaines DC intenta ampliar el horizonte de aquello que puede hablar de nosotros. Así pues, si el disco se abre con el tema Big, donde Dublín es retratada desde la ira y la denuncia, en Dublin City Sky encontramos la otra cara de la moneda: la canción es acompañada por una melodía más suave e instrumental, donde la capital irlandesa es el escenario de un desamor de alguien que se siente en soledad. The Lotts también sería de las canciones que tendría una mayor presencia instrumental de cuerda, pero que a la vez prueba con al sonido oscuro noventero de un Bauhaus de Madchester. Y, ciertamente, suena increíblemente bien.
Esta línea más melódica, que difiere de los primeros sencillos de Dogrel, también la encontramos en la tristeza de Roy’s Tune: “There is no warning, and there is no future / I like the way they treat me but I hate the way they use her”. Pero Hurricane Laughter y Boys In The Better Land serían de las mejores del disco, sin duda. Si la primera es un terremoto de ansiedad, la segunda es excelente por mezclar todo lo que hemos dicho hasta ahora: la garra y la marcha. Es decir, la actitud más punk y lo melódico, que hace que la canción escape de lo monótono y predecible. En definitiva, un sonido Shame en toda regla.
Pero es aún más interesante lo que hay de fondo en esta nueva banda emergente: se trata de una aspereza que habla de una generación joven y actual pero que vuelve a encontrarse, al fin y al cabo, con las mismas carencias que hace casi treinta años. Gran Bretaña resulta un sitio hostil, donde los jóvenes sienten que no tienen lugar para llevar a cabo todo sus proyectos, que quedan a puertas para dentro. Quizá no hay que ir a trabajar a la fábrica, pero siguen sin existir los medios. Quizá no es que haya una pobreza generalizada, sino que las clases sociales se han radicalizado y es imposible escapar de ellas porque seguimos formando parte de una pirámide feudal. Y, lo más cruel de todo no es esto mismo sino que la mayoría nos hemos creído, al menos durante un tiempo, que realmente no es así y que estamos en un sistema justo e igualitario. Y esto último es lo que hay si vas hasta el fondo de las canciones de Fontaines DC: el dolor y la ira causado por el desengaño.