Redacción: Andrea Genovart
Ex: Re puede sonar como X-Ray o puede significar, leído literalmente, Ex: Regarding. Ambos términos suponen el mismo acto: quitar capas y retroceder hasta encontrarse con lo que en el presente no podemos ver. O que ya no está. Dicho de otro modo: componer rodeando los fantasmas del pasado.
El primer disco debut de Elena Tonra - que hasta febrero no saldrá al mercado en formato físico -, guitarrista y vocalista de Daughter, aparece no como un nuevo reto sino como una necesidad; necesidad de poner orden y superar una relación que la llevó a noches de insomnio, distanciamentos varios y alcohol. Etapa, por lo que podemos comprobar, de un dolor proporcional a la exigencia vital de ser cerrada. Y qué mejor para el artista que tomar de su propia medicina, la misma con la que se lame las heridas. Nos encontramos en Ex: Re frente a un repertorio personal de diez temas, dibujado con las idas y venidas que puede conllevar una ruptura mascada como tragedia, de unas melodías minimalistas y construidas a través de ese saco de emociones que deriva de la ira y la tristeza.
Grabado entre los 4AD Studios (Music From Before The Storm (2017), Not To Disappear (2016)) y los Rak Studio a lo largo de los últimos meses, el disco producido por Elena y Fabian Prynn nos traslada a esa vulnerabilidad palpable en el segundo disco de lo que es su banda en paralelo. Sobre todo por lo que respecta a la delicadeza compositiva y fragilidad inherentes en el folk de Where The Time Went o en el piano que acompaña a solas a la voz de 5AM. Podríamos decir, pues, que la sombra que siempre amenazaba con Daughter sigue siendo estando vigente; pero también es en este debut en solitario donde es llevada a su límite, haciendo de la canción un espacio catártico a rebosar de emotividad.
Es ejemplo de esto último Crushing, tema que va adquiriendo una fuerza progresiva a partir del empuje de la guitarra; o Romance, su adelanto, donde las bases electrónicas y la atmósfera de dream pop predominan en una canción conducida a un estado de embriaguez y desorientación, intención que también encontramos en The Dazzler. Este entorno hipnótico y cerrado también se encuentra recreado en New York, donde la ciudad que nunca duerme se erige como escenario en un estribillo repetido en bucle y al compás de una percusión altamente marcada. Pero aunque a primera vista cueste de percatarse, en el disco también hay algún que otro claroscuro. Si bien hay una línea del bajo que predomina en Liar, una de las canciones más duras, tensas y oscuras del disco donde la cantaora se dirige directamente a su anterior pareja sentimental y único interlocutor de todo el disco; nos topamos, en el otro lado, con un tema que podría ser de una melodía de Scoccer Mommy, I Can’t Keep You.
No obstante, la belleza de los temas reside, como sucede con Daughter, en la voz de Tonra. De un temperamento que parece que busca estallar y romperse en mil pedazos en cualquier momento, recogida pero con una exposición brutal, tímida pero capaz de cantar todo aquello que muchos nunca jamás nos atreveremos a verbalizar. Voz a la que nunca le ha hecho falta luchar por ningún protagonismo, pero que se atreve a desnudarse - aún más - en un proyecto donde lo personal y lo artístico se fusionan y no dejan lugar a ningún tipo de distancia. A ningún halo de tregua. Ésta última al fin alcanzada, en último momento, por la capacidad de poder crear diez temas que hagan tangibles todas aquello que está pudriéndose por dentro, de vomitar el veneno de todo aquello que no se dice y queda dentro; por la capacidad, en definitiva, de hacer bonitas y menos sufridas aquellas heridas a las que no les pasa el tiempo.