Redacción: Paloma Hernández Matellano
Pocas cosas hay más sencillas que el pan. El pan que a todo acompaña, que siempre suma y que con todo pega. El pan que es tradición y costumbrismo, pero también frescura y originalidad. El pan que, aun teniendo mil variedades, nunca pierde su esencia. Qué mejor manera de definir el álbum debut de El Buen Hijo: ¡PAN PAN PAN! (Sonido Muchacho, 2021). Un condensado de jovialidad y color con el que la joven banda madrileña pone una electrizante chispa a la cotidiana monotonía.
El disco abre con El Puente Romano, un preludio que enlaza el sentimentalismo de su primer EP con el nuevo sonido que presentan ahora, en el que el ruido instrumental se vuelve protagonista. Referencias espaciales reconocibles y delicados coros no faltan en esta apertura, manteniendo intacta la seña de identidad de El Buen Hijo. Y con ese toque de humor que también (y tan bien) les caracteriza sigue Aunque pene, sencillo de presentación del álbum y convertido en himno popero gracias a ese frenético final que resuena a la añorada escena de salas madrileña.
El Buen Hijo no es una banda de hazañas épicas ni gestas heroicas. No pretenden vencer un amor imposible ni superar la depresión más dramática. Hablan, y cantan, con la cercanía de un colega, la complicidad de un compañero y la sinceridad de un hermano. En canciones como Una revelación y ¿Qué tal? retratan una vida que es tan simple como el pan, resignándose a aceptar la enfermedad crónica que es el amor de la manera más humana: “Háblame de la decepción / de lo habitual de la rutina / y el adiós" (Una revelación). Y en esa línea de no darle muchas vueltas de tuerca a las cosas encabezan lo que podría ser un auténtico clamor generacional: “Prefiero desmayarme / que pensar” (Dame un beso).
Beben de la influencia popera de los años noventa, de las melodías naíf de Los Fresones Rebeldes y de una escena independiente en la que el power-pop es cada vez mejor recibido. ¡PAN PAN PAN! es una desintoxicación del mundo a golpe de guitarra y bajo: cuánto más fuerte suenan, más desconectas. El Buen Hijo, haciendo honor a su nombre, juega con las canciones como lo hacen los niños, perfilando ese planeta inocente donde la nueva versión del Cumpleaños Feliz (Un día especial) es un himno y los pegadizos “uuu / aaa” coreados en ¡Cuánta variedad! son el mayor de los lemas.
Una vida basada en amores fugaces, reflexiones nada trascendentales y viajes a los rincones más remotos; de Aljucén a Río de Janeiro, París y el Guadiana, el álbum hace un recorrido por la geografía mundial para ubicar espacialmente unas letras que, en realidad, deberían ser universales. Con el costumbrismo por bandera, El Buen Hijo esconde, tras una vibrante sonoridad, odas a lo humano, lo sencillo y lo que a todos es familiar: "Estaba más que asumido / que aquel lugar / iba a ser divertido / llevando pulseras / de todo incluido" (Río de Janeiro).
"Cerraré la puerta / y me iré buscando / algún lugar mejor”, enuncian en Abriré caminos, el último de los once trallazos poperos que El Buen Hijo presenta en su debut. Veintiocho minutos de intenso guitarreo y pegadizas melodías que invitan a vivir el lujo de la sencillez, la ingenuidad y la naturalidad.
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