Renovarse o morir, y además hacerlo a lo grande para que no quepa lugar ningún tipo de duda sobre su valía toreando en plazas inusuales. El imaginario de los miembros de Dorian ha resultado ser mucho más rico en matices e influencias de lo que tal vez cabía esperar, pues han encarado su regreso en pleno 2022 alejados de cualquier rémora del pasado y con la firme idea de no caer en fórmulas ya empleadas. Ni les han hecho falta a ellos ni las hemos echado a faltar nosotros, pues su visión aperturista ha logrado acercar a la banda a un concepto mucho más próximo al que la misma buscaba para su sonido presente, que incluso ya comenzábamos a atisbar tímidamente en su anterior entrega, pero que ya en este “Ritual” (Intromúsica/El Temblor, 2022) ha terminado explotando sin remedio ni contención.
Un cambio en el paradigma fuertemente marcado e influido por la internacionalidad que sus canciones han ganado en los últimos años y que desde hace unos cuantos ellos mismos han presenciado paulatinamente gracias al impulso que su carrera ha recibido en territorios latinoamericanos. Algo que tarde o temprano sabían que acabaría calando en su universo personal, catalizado ahora a partir de un ecléctico séptimo álbum de estudio que busca tanto agitar caderas como remover conciencias. Comedidos, pero sí con un fin concreto, afilan un mordaz discurso dispuesto a no dejar títere con cabeza y sacudir a golpe de baile todo lo que está mal en nuestra sociedad presente y que requiere más de una evaluación por nuestra parte. El ejemplo vivo de ello reside en su sorpresivo acto de apertura, “Mundo Perdido”, una primera toma de contacto que contextualiza la presente perspectiva de la banda entre ritmos de electrónica tropical junto a la lírica de Youthstar, el rapero asociado al colectivo Chinese Man, y que conjuntamente presentan un discurso tan desgraciadamente pertinente a nuestro tiempo. Algo que finamente hilan en el marco de “Techo de Cristal” o “Tornado”, enseñándonos que su madurez nos ha regalado un compromiso político social casi sin precedentes en su discografía y que a pesar del espeso amargor de su temática, no prescinden del brillo y el baile.
Las máximas cosmopolitas y las intenciones por expandir sus fronteras no solo se limitan al renovado uso de las versatilidades idiomáticas, exploradas en la mencionada pista de inicio y que ven su culmen en la dulce “Universal” (junto a Suu), su primera pista en catalán; sino que la formación capitaneada por Marc Gili y Belly Hernández tampoco duda en lanzarse en picado a esa siempre cuestionada fusión de escenas, hermanando su sonido con el de Ana Mena para “No Dejes Que Pase El Tiempo”, y enseñándonos no solo lo efímera que es la prejuiciosa línea que separa lo convencional del underground, sino también lo bien que marida su propuesta con otras aparentemente tan dispares (algo que ya probaron con éxito en su día con aquella “Dual” compartida con Pimp Flaco y que podemos volver a disfrutar en este “Ritual”).
Y es que como bien podemos observar, la formación catalana no ha escatimado en recursos ni en compañeros para este viaje personal, donde los sintes ya no son tan oscuros ni las vibras tan nihilistas. “Ritual” es un abrazo constante entre sabores, matices e ingenios que encuentra en “Energía Rara” (junto a Alizzz) y “Libre” (junto a Lido Pimienta) el ejemplo claro de esa omnipresencia conceptual bajo la que firmemente la banda nos descubre no sentirse limitada bajo ningún estigma estilístico y moverse como pez en el agua de la mixtura y el riesgo.