Redacción: Fran González
Ni el tiempo ni la distancia parecen haber afectado la capacidad creativa y la singular comunión que hermanan el compositor chileno Nicolas Jaar y el multi-instrumentalista estadounidense Dave Harrington. Debido a su prolífico argumentario artístico que ha derivado en numerosos proyectos paralelos a lo largo de la última década y que les ha mantenido, por fortuna, en el ojo de la escena con cierta regularidad, cuesta creer que hayan pasado ya ocho años desde que DARKSIDE lanzase al mundo su carta de presentación. “Psychic” (Matador, 2013) fue la manera que este dúo tuvo de enseñarnos qué pasaba cuando dos agudas y perspicaces mentes llevan al siguiente nivel las reglas no escritas de la música y desarrollan sin cortapisas una amalgama de genialidad y talento desde un plano volátil y elástico.
El inesperado y prematuro anuncio que puso fin a esta formación nos hizo temernos que todo había sido un sueño perecedero, un regalo al mundo con fecha de caducidad del que había que disfrutar mientras existiera. Y no es casualidad, por tanto, que ese mensaje perdure aún en su sino artístico, pues su inesperado y celebrado regreso trae consigo una carta comprometida y concienciada con todo lo que nos queda y con el valor de apreciarlo antes de que desaparezca. “Spiral” (Matador, 2021) no es solo un anhelado segundo disco de estudio, sino también la consagración de una de las parejas escénicas más vanguardistas y revolucionarias de los últimos años. A través de nueve pistas, nos seducen con caleidoscópicas fragancias llenas de matices que llevan la electrónica a un siguiente nivel y renuncian a ser banalizadas a través de una convencional categorización.
“Spiral” es una odisea de casi una hora de duración que nos traslada a un no tan hipotético fin del mundo, durante el cual la sombra de un apocalipsis inminente parece teñirlo todo y apuntar culpables con nombre propio. Es increíblemente insólito observar cómo la composición de casi el 90% del álbum tuvo lugar en 2018, cuando el mundo aún estaba lejos de presenciar sus capítulos más amargos. Como si de una macabra premonición se tratase, las canciones concebidas en esa rueda de nostalgia distópica son a día de hoy tan vigentes como cuando fueron ideadas. Mencionar ese carácter crítico que pone en el ojo del huracán a los responsables de los desastres climatológicos recientes es hablar de la explosión de sinceridad sin simbolismos en ‘Lawmaker’, donde entre punteos que recuerdan a unos Pink Floyd reconstruidos rugen ahogadas y amargas algunas líneas cómo “winners have their fun while their kin have their back / 'you're making no sense' said the man before it all turned to black.”
Son varios los cortes a lo largo de “Spiral” que nos indican con precisión que estamos ante un álbum mucho más terrenal de lo que fue en su momento “Psychic”. Las introspectivas letras de Jaar, que en ocasiones le trasladan al papel de un lánguido crooner, se complementan con los profanos arreglos de guitarra de Harrington, que devuelven al oyente a un plano cercano al que aferrarse, denotando así una simbiosis ganadora entre ambos artistas.
Sin embargo, sí apreciamos una continuidad en los compases downtempo que el disco antecesor marcó como seña identitaria, esta vez entregados con más vehemencia a la melodía y el ritmo, generando piezas contagiosamente sobrecogedoras como ‘Liberty Bell’ o ‘I’m The Echo’, donde evidenciamos un coqueteo mucho más patente con la psicodelia bluesera y el groove funky. Pues entre consignas y mensajes, el dúo también genera espacio para hacer alarde de su significativa versatilidad, atreviéndose a perpetrar incluso un tema en plano acústico con vibraciones folk como ‘The Question Is To See It All’.
Adicionalmente, tenemos también uno de esos temas que requieren ser escuchados con auriculares y paciencia. Un pasaje embriagador y etéreo de más de ocho minutos que responde al nombre de ‘Inside Is Out There’ (de nuevo, un juego entre la casualidad y la atemporalidad) en el que dentro de esta amalgama de cataclismos predestinados allana un hueco especial para recordar la naturaleza viva, con cantos de aves, sonidos de insectos y guitarras cálidas que aplacan las agrias sombras de la temática general del LP. En esta penúltima pieza, quasi-instrumental e hipnótica, cada segundo es tan imprescindible como el anterior. Las marcadas líneas de bajo y las percusiones toman el protagonismo pleno, haciéndonos sentir parte de una escena salvaje y semi-primitiva que nos incita al abandono incorpóreo y a la traslación cósmica.
Es en la magia de la improvisación y la uniformidad caótica donde estos dos portentos encuentran el nexo de unión que les permite generar el tono necesario para volver a cautivarnos tantos años después a través de su belleza surrealista y su onírico imaginario. Esta vez, no sin olvidar recordarnos que el mundo natural del que venimos está ahí para cuidarnos y para ser cuidado, y que solo abandonando esa espiral de egoísmos contemporáneos encontraremos la auténtica salida.
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