Redacción: Eva Sebastián
Dos años después del explosivo debut de Camellos, el cuarteto con base en Madrid saca su segundo álbum de estudio para demostrar que lo suyo no era flor de un día. A finales de noviembre, y después de 3 exitosos adelantos, Arroz con cosas, Pesadilla en el Hotel y Mazo , llegaba a nuestras estimadas plataformas digitales -y a las casa de la gente incondicional o con mucho dinero que paga los pre-orders- Calle Para Siempre.
Este nuevo trabajo de los chavales de Embajadores recopila 12 temas que logran hacer una radiografía de las pequeñas miserias y flipadas de una generación que se mueve entre el humor autodestructivo en internet, la precariedad laboral y querer pillar. Mirando la portada del álbum, que parece ideada por el mismo José Antonio de la Loma, y escuchando el primer track -algo así como un robado de dos colegas de una noche cualquiera antes de salir- nos evoca un rollete quinqui que no se acaba de cumplir. Por lo contrario acompaña a la perfección al título del álbum, Calle Para Siempre, y al concepto de vida fiesta en la ciudad que cruza todo el álbum de manera más o menos evidente.
Si por algo destaca este álbum es por tener unas letras sencillas y sinceras sin metáforas excesivamente pretenciosas. Camellos se convierten así en unos de los narradores de nuestra realidad a base de garage-punk con tintes pop. Después de Llamar, el primer track hablado, el álbum se abre con Mazo, que enamoró a muchos en su adelanto. La canción en si parece una invitación a volver a entrar en el imaginario de Madrid 2019. También funciona como diccionario por si quieres integrarte cuando vas. Una oda a Madrid que transita entre la adoración y la burla constante y el joder somos imbéciles por soportar todo esto pero que bien se está. Luego llega el que fue el primer adelanto Arroz con cosas. Una canción que te habla de ese softboy que no sabe cocinar y que esforzarse pues tampoco mucho. Todos conocemos a alguno y si no, seguramente lo seamos nosotros mismos. Vamos a dejar tu piso como el edificio Windsor. No podría haber metáfora más de canallita madrileño; pero funciona. Si hace 10 años Pereza le dedicó una canción entera para ligar, ahora Camellos vuelve a recuperar esa catástrofe para intentarlo de nuevo de una manera más sutil.
Le sigue Pesadilla en el Hotel, que mientras contrapone ritmos más tranquilos con un estribillo frenético, se ríen de la supuesta figura de estrella del rock a la que deberían aspirar. Y las risas ante la pretensión siguen con Healthy. La canción de lo de hablar con anglicismos para molar pero seguir más pobre que una rata. Le sigue la canción quizás más pop del álbum. Tentaciones es la canción de amor por excelencia. Pero aun y ser sonoramente dulce la historia se enmarca en la total precariedad laboral, con sus dos brazos y sus dos piernas, con su pelo en la cabeza joder como me gusta incluso los motivos por los que enamorarse resultan precarios.Con Sabor a Cobre, quizás la canción más floja del álbum, recuperamos la tónica de odio de Healthy para meterse ahora con los foodies.
A la mitad del disco llega la canción de tener el corazón, o el ego, roto, la de mi dignidad al cementerio. Mudanza es un tema rítmico con el que todos nos podemos sentir identificados. Cuñados, suegros condenados a entenderse […] y pesadilla en pueblo town. Tarde de cine parece pronosticar las navidades de muchos o el futuro fuera de la ciudad. Pura ansiedad y humor autodestructivo a medio tiempo. Le hace el contrapunto Lo 100to con un ritmo más acelerado que funciona como respuesta a la canción anterior.
Y te arrancan al pogo de rabia con Para ya llegando casi al final del álbum. ¿Por que quién no está hasta hasta los ovarios de su trabajo de mierda pero lo necesita casi más que el agua del grifo? Estoy cobrando el doble pero trabajando el triple Been there. Vaya a la cárcel nos inunda de nostalgia, pero de nostalgia de lo peor de los 90. Dios no quiera que vuelvan los tribales. Ni la gente con esas mentalidades. Calle para siempre cierra con Es tan 2020 con una melodía inicial que te encandila y un estribillo que te hace bailar de forma nostálgica mirando hacia el futuro. Un final de disco con dos ritmos que se contraponen de manera amable sin llegar a ser brillantes pero te dejan un buen sabor de boca.
Con este segundo trabajo Camellos ha sabido aguantar el pulso a ellos mismos y presentar otra tirada de temazos que sin duda nos van a hacer vibrar en sus directos -claramente su fuerte por el que nos enamoraron. Con una producción más conseguida, donde destaca la batería más trabajada a diferencia de las voces que a veces pecan de filtros feistas, y mucha hetero energy, consiguen un álbum que de seguro, cuando seamos mayores, escucharemos y diremos mira, así fue ser joven en 2019.