Redacción: Fran González
Como si de una pizarra mágica se tratase, la pandemia ha logrado borrar y robar el protagonismo total y absoluto al resto de sacudidas que el mundo estaba sufriendo antes de marzo de 2020. Con unos medios de comunicación prestos y dispuestos a favorecer su olvido en favor de otros colapsos, la crisis medioambiental y climatológica parecía ya no tener hueco en las pantallas ni en las tertulias. Sin embargo, por desgracia para la conciencia de unos pocos y por suerte para el progreso de unos muchos, todavía quedaban resquicios de activismo y sensibilización con el cambio climático, traducidos en movimientos sociales de acción y reacción frente a los desastres que se estaban volviendo a ignorar.
Así es cómo la artista madrileña Elisa Pérez, bajo su alter ego Caliza e inmersa en ese mar de reflexiones, comienza a ganar sensibilidad y conocimiento sobre la inmensa magnitud del problema mundial que nos acontece, y bajo una conmovedora y emotiva perspectiva logra llevar a su terreno personal y afectivo un sentimiento de desesperanza e inquietud que termina fraguando su tercer disco como solista, “El Descenso” (No Retorno, 2021).
Probablemente sea su trabajo más conceptual, a juzgar por esa raíz tan profunda y sentida bajo la que se asientan las diferentes piezas de este álbum. Sin embargo, “El Descenso” consigue traspasar la frontera de ser un álbum temático, extrapolando el conjunto de esos sentimientos de desaliento y desazón y jugando de una brillante manera con los dobles sentidos, las metáforas y los paralelismos. No hay auto-condescendencia en las palabras de Elisa Pérez, pues en su desgarradora y certera lírica, la artista parece estar transmitiéndonos la virtud de estar sanando intimidades que no podrían cicatrizar de otra manera. Con una astuta amplitud de miras, “El Descenso” no solo logra invitarnos a reflexionar y a tomar conciencia sobre la devastadora influencia del ser humano sobre él mismo, sino también a conocer una dolorosa etapa que ha marcado la vida de su artífice. La pérdida de un familiar cercano fija en Elisa un antes y un después personal y artístico que se refleja en este tercer disco, plagado de emotividad, duelo y supervivencia.
No podemos culpar a Caliza de estar contagiándonos una visión poco esperanzadora de lo que vendrá, pues el imaginario presentado en “El Descenso” contiene una nutrida documentación fundamentada en una particular obsesión por el cambio climático que le llevó a transitar por diversas fuentes de conocimiento hasta finalmente valorar con la gravedad que se merece este alarmante fenómeno. Así pues, la artista nos habla de conceptos tan vanguardistas como minusvalorados, como la denominada “ecoansiedad”, aludiendo a esa incipiente preocupación que ha comenzado a invadir la sensibilidad de diversas generaciones, y explotando en ‘Miedo’ con versos tan punzantes y críticos como “tengo miedo, ¿por qué no lo tienes tú?”, o jugando al despiste, como apreciamos en ‘Nuestros Restos’ con ese “vamos a documentar el mundo para cuando sea irreconocible”. Pues si algo parece querer Elisa en este álbum, es precisamente que cada uno de nosotros logre interpretar sus letras de diversas y singulares formas.
Como vemos en ‘Fiesta del Colapso’, Caliza tampoco pierde la ocasión de divagar en clave de techno dentro de un escenario donde tan solo nos queda la suposición y la hipótesis ante la decadente funcionalidad de las acciones individuales y la persistente negativa de los altos cargos por atajar soluciones. Una colección de pistas que nos abre puertas tan diversas como las de la confesión y su particular privacidad con ‘Viaje Psicodélico’ o las de un mermado pero esperanzador sentido del futuro con ‘Adaptación’.
Con ganas de querer abarcar la extensa y henchida lista de influencias que alimentan su creatividad, Caliza logra encontrar una coherencia unilateral que fusiona ramas artísticas tan inconexas como el grime, el dub, la balada, o incluso la copla, a través de un electro-pop minial que se traduce en un discernible y reconocible discurso. Una nota de romanticismo rítmico que, lejos de caer en la frivolidad, logra generar un vínculo generacional con un colectivo que necesita dejar de mirar para otro lado.