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Crítica: Amaia - Cuando No Sé Quién Soy

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Amaia - Cuando no sé quién soy

Ser testigos de la maduración artística y personal de una cantante a lo largo de sus piezas no sería nada novedoso si no fuera por el arrebatador y cautivador tono con el que Amaia pone de relieve esa evolución, mostrándose ante nosotros sin trampa ni cartón y llevando por bandera esa transparencia que siempre la ha definido y que la hace sencillamente única. “Cuando No Sé Quién Soy” (Universal Music, 2022) es un alto en ese ajetreado camino que la pamplonesa lleva recorriendo desde que su nombre no necesita de apellidos para ser reconocido, y donde se han sucedido episodios de todo tipo que poco a poco la han ido llevando al lugar en el que quiere estar. Con los pies bien puestos en la tierra, algo que siempre ha marcado su devenir y sus impulsos, Amaia mira en ambas direcciones para recapitular sobre lo vivido y coger aire para lo que tenga que venir en una siempre complicada reválida de su primer trabajo.

Y es que cuando cuentas en tu mano con ese don para tocar la fibra más íntima de tu oyente, el reto nace ya superado. Su secreto parece sencillo, como lo es su narrativa, sincera y cercana, pero no lo es. No mientras se pertenezca a la alta y encorsetada división del pop español. Pero eso a Amaia le importa tres pepinos y eso es lo que la hace desvincularse de cualquier tópico malsano atribuido a sus coetáneos. Amaia abre camino por la vía más directa, sin contemplaciones y con la verdad por delante, como bien versa su impresionante acto de apertura, Bienvenidos Al Show, un liberador corte en el que su autenticidad alcanza su mayor grado de expresión con líneas tan crudas como "Ya no soy pequeña, tampoco soy mayor. Quiero ser lo que se espera de mí y seguir siendo yo a la vez" o “Tengo ganas de contaros que estoy triste y a la vez de subidón”. Una concentrada compilación de reflexiones breves que harán de este arranque un sitio en el que queramos quedarnos, ya sea por mera curiosidad o por pura empatía.

Que a Amaia tampoco se le ha escapado el hecho de querer innovar en el sonido es un hecho irrefutable con el que nos damos de bruces en el segundo track, Dilo Sin Hablar, (donde la innegable mano de Alizzz hace su brillante aparición con notoriedad y gusto), o en La Historia Imposible (que acoge incluso la contribución de Manuel Sánchez, aka Anntona de Los Punsetes) y donde a pachas con la pamplonesa nos brindan ese repullo que mira con cierta admiración y descaro al pop español de principios de siglo. Algo que no tardaremos en ver eclosionar en su máximo esplendor con esa colaboración con Aitana que responde a La Canción Que No Quiero Cantarte; un surtido bien nutrido de proclamas llenas de poderío y decisión que dejan las cosas muy claritas a quien tienen que dejárselas: “Quieres ser mi amigo, cómeme el higo. No van a volverte a ver paseando conmigo”.  En esa misma línea nos topamos con Quiero Pero No, uno de esos duetos de amor truncado y recelo, que avivan aún más las llamas de esa valía de arrastre generacional que la narrativa de la pamplonesa posee, en esta ocasión en compañía de otro de los fenómenos sobrevenidos de última época en nuestro underground patrio, el barcelonés Roc Jou, más conocido como Rojuu.

Pero si hay un lugar común en el que Amaia se hace fuerte y logra transmitirnos su crudeza con la misma cercanía con la que lo haría una amiga de toda la vida es en esos pasajes en los que sus debilidades pasan al frente y se desvisten de ornamentos y pretensiones ante nuestros oídos, haciéndonos sentir parte de ese relato agridulce que dice tanto con tan poco. Es por ello que, al margen de los muy logrados episodios de euforia que el álbum contiene, es en ese pop intimista impregnado de dulzura y desaliento donde recibimos de verdad esa bala directa a la razón y al sentimiento, materializada a través de pistas semi-acústicas y rebosantes de belleza como Pesimista, La Persona, o esa preciosa versión de Santos Que Yo Te Pinte.

Cuando No Sé Quién Soy” se convierte a través de sus diez capítulos en ese territorio personal de la psique al que acudir si las fuerzas fallan, con el fin de recordarnos la dirección adecuada y el punto de partida exacto, pues como bien nos recuerdan las tonalidades folkloristas y hogareñas de Yamaguchi, estratégicamente colocada al final del disco, es dentro de una misma donde se acaban encontrando todas las respuestas al cambio.

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