¡Star Wars! Si hay una madre de todas las bandas sonoras, una que sea imposible no asociar directamente a su diégesis narrativa y al imaginario universal que su creador ha dibujado durante más de cuatro décadas en el subconsciente de la audiencia, es sin duda alguna la banda sonora de la saga Star Wars (aka La Guerra de las Galaxias).
Impregnada en nuestros recuerdos con esa característica sección de vientos que entra a todo trapo e irrumpe de forma majestuosa mientras su ya emblemático relato introductorio se va perdiendo progresivamente en la espesura de la galaxia, ya pueden pasar los años que hagan falta que estas piezas musicales del todo inmortales del cine contemporáneo no dejarán de erizarnos la piel y sacar el niño que llevamos dentro.
Porque sí, el trillado universo que George Lucas expuso en Star Wars ha dado infinidad de bandazos en los últimos años, probablemente hasta el extremo de convertir un añorado recuerdo en una mera sombra de lo que fue tiempo atrás, arqueando sus infinitas líneas temporales en forma de un sinfín de equívocos spin-offs, pero cuando eclosiona en escena la épica orquestal de John Williams hasta el más detractor del universo warsie se cuadra y rinde pleitesía a una de las mejores bandas sonoras de la historia.
Con cinco premios Oscar en su haber y más de 50 nominaciones, a sus 90 años John Williams puede presumir de haber construido fácilmente la cuarta parte de las mejores y más representativas bandas sonoras del cine moderno, revolucionando con ello la narrativa audiovisual como nadie y sirviendo de inspiración a cientos de artistas que vendrían detrás, impresionados por el imaginario sin precedentes que el compositor y director de orquesta estadounidense fue capaz de crear alrededor de piezas clave del séptimo arte.
Para dar forma a la BSO que nos compete (considerada por el American Film Institute como “la mejor banda sonora de todos los tiempos”, ahí es nada), Williams echó mano de referentes que probablemente fueran los menos esperados por parte de Lucas en el momento en el que la primera película de la saga tomó tierra. Hablamos de finales de los setenta, momento en el que la música de sintetizadores comenzaba a pegar fuerte y todo parecía indicar que, para una space ópera como la que se tenía entre manos, este nuevo sonido podía encajar como anillo al dedo para sus correspondientes aventuras aeroespaciales. Sin embargo, Williams no cayó en las garras de la obviedad, algo que quizás hubiera terminado generando un sonido reiterativo en exceso y hasta paródico.
Con las miras puestas en crear algo trascendental y memorable, Williams optó por darle un toque clasicista a la música que daría vida a la saga, tomando de compositores clásicos los referentes idóneos para su proyección. Un siglo atrás se destacó dentro del simbolismo orquestal de Richard Wagner el término “leitmotiv”, referenciando a esa habilidad que el compositor alemán poseía para, dependiendo de la intencionalidad de sus piezas, emplear una serie de elementos recurrentes que automáticamente sirvieran de ancla al oyente para identificar emociones y hasta personajes dentro de su vasto y complejo imaginario orquestal. Sirvió ello como pie de impulso para que un siglo después Williams comenzase a crear piezas particulares y personalizadas para los diversos personajes y escenarios de la saga, generando con ello esa habilidad tan particular de reconocer y vincular a estos con sus pertinentes melodías e introducir en nuestros pabellones auditivos esa asociación musical para siempre.
Además de este acto pionero y sin precedentes en la historia de la música cinematográfica, Williams también se echó en brazos del parafraseo directo y total de otras piezas de corte clásico, como la famosa Pompa y Circunstancia de Sir Edward Elgar para el final de Una Nueva Esperanza, la cara B de Le Sacre Du Printemps de Ígor Stravinski para dar forma sonora a las áridas tierras de Tatooine, o las constantes referencias a los diferentes cortes de la suite orquestal The Planets, compuesta por Gustav Holst, y que dan pie a la personalización del tema principal de la princesa Leia y de algunas de las persecuciones aeroespaciales más recordadas por los seguidores.
Un legado único, sofisticado y emblemático, que tristemente parece haber dicho su adiós definitivo después de haber puesto música a nueve episodios y otros capítulos paralelos de La Guerra de las Galaxias, pues como ya comunicó el propio John Williams en 2019, su contribución para la Banda Sonora de Star Wars. Episodio IX: El Ascenso de Skywalker sería la última vez que trabajaría poniendo música a una de las películas de la saga más importante de la historia del cine fantástico.
Toda gran historia tiene un gran comienzo, y aunque pasen los años todos los presentes somos conscientes de forma unánime en que la saga intergaláctica más célebre y querida de todos los tiempos posee uno de los puntos de partida que nadie olvidará jamás. La Estrella de la Muerte, la famosa estación de combate móvil con forma esférica construida por el Imperio Galáctico y diseñada para disparar un superláser destructor de planetas, ha sido finalizada. Por su parte, la líder de la Alianza Rebelde, la princesa Leia (Carrie Fisher) ha recibido a modo de chivatazo los planos de la citada arma, con el fin de encontrar en ella una debilidad que facilite su destrucción. Sin embargo, Leia ha sido capturada y trasladada al interior de la malévola estructura espacial, desde donde es capaz de mandar la ya famosa misiva “Ayúdame, Obi-Wan Kenobi, eres mi única esperanza”, conservada en el interior de una unidad droide de R2-D2, y que más tarde el mencionado Obi-Wan (Alec Guinness) terminará encontrando. Paralelamente, el susodicho maestro jedi, exiliado en las áridas tierras de Tatooine, cruzará su camino con el de Luke Skywalker (Mark Hamill), quien incentivado por el asesinato de sus tíos a manos del Imperio, no dudará en unirse Kenobi en la aventura de su vida.
Diez años después, Kenobi asume la educación de Skywalker (Hayden Christensen) quien verá en el díscolo Jedi un diamante en bruto al que pulir y sacar su mejor versión. A su vez, Amidala –ahora convertida en senadora- sufrirá varios atentados que pondrán en peligro su vida, suponiendo ello la excusa que cruzará su camino con el de Anakin, quien asumirá la responsabilidad de protegerla. Por su parte, Kenobi, que anda a la búsqueda de uno de los responsables del intento de asesinato de Amidala, dará con éste –Jango Fett (Temuera Morrison, quien años después volverá a interpretar al personaje en otras escisiones de la saga como The Mandalorian o El Libro de Bobba Fett)- pero también descubrirá un insólito entramado de creación de clones por parte de la República que despertarán todas sus alarmas. Después de una serie de desdichas, en las que Kenobi será capturado, se revelarán las malévolas intenciones del siniestro Conde Dooku (Christopher Lee) que pondrán en peligro el destino de la galaxia, mientras que la relación sentimental entre Amidala y Skywalker se consagrará con el enlace matrimonial de estos.
La ira, la falta de auto-control y la personalidad engreída que comenzamos a intuir en Anakin Skywalker durante el anterior episodio culminarán en esta tercera parte con el violento asesinato del conde Dooku a manos de éste, lo cual convertirá a Skywalker en el ojito derecho de Palpatine y supondrá el origen progresivo de su conversión en el sith más despiadado y peligroso de todos los tiempos. El turbado mundo interno de Anakin y las ladinas habilidades de convicción de Palpatine, que ahora sí revelará a todo color su verdadera identidad como Darth Sidious, harán que poco a poco el joven comience a ver con mejores ojos eso del “Lado Oscuro de la Fuerza”, quien entre dudas e intentos frustrados por ganarse el respeto de los miembros del Consejo Jedi, acabará aceptando su destino y su condición como Darth Vader. Amidala, embarazada de Anakin, dará a luz a dos gemelos que serán convenientemente separados y sufrirá complicaciones durante el parto que le costarán la vida. Y el resto, será historia.
Con la princesa rescatada y las alianzas formadas entre nuestros protagonistas, sumando oficialmente a la causa a Han Solo (Harrison Ford), Chewbacca (Peter Mayhew), C3-PO (Anthony Daniels) y R2-2 (Kenny Baker), la guerra está del todo abierta y los continuos choques entre el Imperio y la Alianza Rebelde nos brindarán cruentas batallas y persecuciones que llenarán de intrépida emoción cada uno de los cortes de este segundo episodio de la saga. A pesar de la victoria temporal vivida por el ejército rebelde en la anterior entrega, el Imperio cuenta con un poder armamentístico y militar mucho más contundente de lo esperado por parte de la ofensiva rebelde, y por ello estos deciden buscar una nueva base donde poder estar seguros y poder reorganizar sus tropas, encontrando en el remoto mundo gélido de Hoth el lugar más seguro. Gracias al persistente deseo del Imperio, gobernado con puño de hierro por el malévolo Darth Vader (David Prowse), de localizar el escondite de los rebeldes, veremos un despliegue de medios en toda regla, permitiéndonos avistar el poder del que el Imperio hace gala por medio de sus icónicos AT-AT. La cosa parece ponerse fea para la rebelión, cuyos miembros se desperdigan en busca de sus respectivos destinos. Por su parte, Luke Skywalker recibe el mensaje del espíritu de Obi-Wan, quien le advierte que para continuar con su instrucción Jedi debe visitar al último Jedi vivo conocido, el Maestro Yoda, escondido en el recóndito planeta Dagobah. Por otro lado, Han Solo, Chewbacca, la Princesa Leia y el androide C-3PO escapan del Imperio en el Halcón Milenario con el Hiperimpulsor dañado.
Una nueva Estrella de la Muerte, más potente y destructiva que la anterior, planea ser construida. Como parte de la estrategia del terrorífico Senador Palpatine (Ian McDiarmid) contra el escuadrón rebelde, los planos de la misma caen en manos de estos. Por otro lado, nuestros héroes tratan de organizar la liberación de Han Solo, quien en un lance previo fue convertido en carbonita y trasladado de vuelta a las inmediaciones de Jabba el hutt en Tatooine, quien les pondrá las cosas realmente difíciles a nuestros protagonistas. A partir de aquí, la historia acelera sus acontecimientos, revelando grandes momentos de la saga que marcarán el devenir de la misma, como el convencimiento por parte de un agonizante Yoda de que Luke ya no requiere más entrenamiento y que lo que debe hacer es enfrentarse a Vader cuanto antes o el descubrimiento por parte de Luke de que tiene una hermana. Acontecimientos que precederán a una de las batallas más épicas del cine fantástico entre Luke y Vader, que concluirá mostrándonos los verdaderos colores del Jedi y su resolutiva forma de controlar la ira y huir del Lado Oscuro de la Fuerza.
Diez años después, la saga volvió a ofrecernos otro amanecer, re-enganchando a una nueva generación tras la compra de Lucasfilm por parte de Disney, y abriendo las puertas a que, a partir de entonces, cada año hubiese una producción de corte warsie en nuestras pantallas. El encargado de ofrecernos este salto en el tiempo que nos sitúa treinta años después de los hechos acontecidos en Star Wars. Episodio VI: El Retorno del Jedi es J.J. Abrahms, quien nos dibuja ahora un escenario en el que, de las cenizas del extinto Imperio, se erige la oscura organización llamada Primera Orden, una facción política y militar gobernada por el Líder Supremo Snoke (Andy Serkis). En el otro lado del ring tenemos a la Resistencia, capitaneada por la veterana Leia, que junto a Han Solo tratará de encontrar al desaparecido Luke Skywalker. Por supuesto, también hay caras nuevas en este particular viaje, como la de Rey (Daisy Ridley), una carroñera sensible a la Fuerza; la de Finn (John Boyega), un soldado de asalto que deserta de la Primera Orden; y la de Poe Dameron (Oscar Isaac), el mejor piloto de la Resistencia. Pero por su parte, el Lado Oscuro también hará su pertinente despliegue de fuerzas, pues aunque aún no haya llegado su momento, el temible Kylo Ren (Adam Driver) dejará bien claro que su legado no le pondrá las cosas nada fáciles a los miembros del ejército rebelde.
Rey ha encontrado al exiliado y envejecido Luke Skywalker, y la Resistencia ha conseguido derrocar la Base Starkiller, sin embargo un encuentro entre Snoke y Ren, en el que la valía de éste último como sith es cuestionada, sirven para encender aún más la ira que el susodicho lleva dentro, lanzándole a los brazos de la venganza más cruenta: un bombardeo sobre la base de la Resistencia que dejará altamente tocado al bando rebelde, cobrándose asimismo la vida de varios pilotos y diversas bajas. Leia sobrevive, pero cae en estado de coma; mientras que por su parte, y bajo muchas reticencias, Luke acepta entrenar a Rey tal y como en el pasado Yoda hiciera con él. No obstante, la alegría dura poco pues en mitad de su entrenamiento Kylo Ren y Rey llevarán a cabo un encuentro que hará tambalear la estabilidad del futuro de La Fuerza, pues éste revelará a Rey que en el pasado Luke tuvo intenciones de acabar con él. Esta comunión se resolverá de forma inusitada al mostrarnos el hermanamiento de fuerzas entre ambos en un auténtico plot-twist donde veremos a Kylo rebelarse contra Snoke y su armada, pero este espejismo que podría haber supuesto una alianza entre bandos que pusiera fin a esta eterna guerra termina disipándose cuando Ren y Rey discrepan sobre cuál debe ser el siguiente paso, determinando ahora más que nunca la pertenencia de ambos: Ren recupera el mando del Lado Oscuro junto al general Hux (Domhnall Gleeson) y Rey vuelve a reencontrarse con la Resistencia, esta vez con el reticente Skywalker convencido y dispuesto a entregarnos una batalla “final” entre ambos lados de La Fuerza.
Por si a Ren no le quedaban suficientes voces que escuchar en su cabeza y que alimentasen su rencor innato, una enigmática misiva del Senador Palpatine llega a su subconsciente atrayéndole hacia un revelador encuentro en el que ambos unirán fuerzas con una poderosísima flota de por medio que supondrá la jugada decisiva para convertirle en el ser más poderoso de la galaxia. Mientras, Rey continúa su crecimiento personal como Jedi definitiva, y tras un nuevo encuentro del todo crucial con Ren, volveremos a revivir una de esas revelaciones familiares que en la franquicia son tan habituales: Rey es nieta de nada menos que Palpatine y deberá enfrentarse al mismo por el bien de la galaxia. Probablemente ésta sea la cinta de las nuevas secuelas que más guiños nostálgicos contenga (volviendo a entregarnos en escena al querido canalla Lando Calrissian, una evocación reveladora de Han Sol junto a su hijo Ren –ahora en adelante, Ben Solo-, ese reencuentro con los restos de la Estrella de la Muerte, o una preciosa escena con Luke y Leia rejuvenecidos a base de CGI). La entrega pondrá fin oficialmente a la línea cronológica de la saga –por ahora…- con una batalla épica que logrará brindar una grand finale al más puro estilo intergaláctico.